La Psicologia
Enviado por yohannamedina • 2 de Junio de 2013 • 1.435 Palabras (6 Páginas) • 335 Visitas
La historia de la psicología se remonta a la época de los filósofos griegos. Como bien sabemos, en un principio era una rama de la filosofía que se encargaba del estudio del alma. Etimológicamente la palabra psicología significa “estudio del alma” o “tratado del alma”. La psique griega fue traducida al latín como ánima, y como alma al español. Así, para que la psicología pudiera erigirse como ciencia, era necesario que redefiniera su objeto de estudio, que redefiniera la psique, pues “alma” es un término religioso, místico, intangible; y su existencia es inexplicable e incomprobable para la ciencia.
Así podemos traducir alma como mente, como principio de volición, de acción o de conducta, como conciencia, como inconsciente, como identidad o personalidad o bien como conocimiento. Y así, dependiendo del sentido que le atribuyamos al término alma, diremos que la psicología es la ciencia de la mente, la ciencia de la conducta, de la conciencia, del inconsciente, de la personalidad o del conocimiento. (Josa, 2006)
La psicología como rama de la filosofía se extendería toda la época greco-romana-medieval, hasta independizarse de esta como una ciencia aparte, al redefinir su objeto de estudio y sus métodos.
Uno de los grandes filósofos griegos que trato el estudio del alma fue Aristóteles. Fue el filosofo antiguo que mas aportaciones hizo a la psicología, fue el que estudió la psique más seria y profundamente, no solo en su tratado “del alma”, sino en tratados de física, ética, retórica y lógica.
El pensamiento de Aristóteles ha tenido una influencia enorme en muchas ciencias, no solo en la psicología. Así, al hablar de Aristóteles, hablamos de uno de los más grandes, ricos y profundos genios científicos que jamás hayan existido: un hombre que nunca ha podido ser igualado, que abarco todo el horizonte de las ideas humanas, penetro en todos y cada uno de los aspectos del universo real y sometió al poder del concepto la riqueza y la dispersión de todos ellos. (Hegel, 1883). Cuya actitud minuciosa y empírica nunca le desvió lejos del sentido común, y sus errores fueron, por lo general, simples y objetivos, como la creencia de que el corazón es el asiento del alma. (Leahey, 1982).
En su tratado “del Alma”, Aristóteles concibe a ésta no como algo separado del cuerpo, o aprisionado en el, pensamiento de muchos otros filósofos, anteriores y posteriores a él, como Platón o Santo Tomás, y que es un pensamiento bastante extendido aun hoy. Sin embargo, tampoco la concibe como del todo unida al cuerpo e inseparable de él.
Aristóteles observa, ante todo, en general, que parece como si el alma, hubiera de ser considerada, en parte, dentro de su libertad, como separable del cuerpo por sí misma, ya que es, en el pensamiento, para sí y, en parte como inseparable de él, puesto que en los afectos aparece como algo no susceptible de ser separado de lo corporal: los afectos se presentan, en efecto, como conceptos materializados, como modalidades materiales del espíritu . (Hegel, 1883).
En este sentido, Aristóteles no fue un dualista, rechazo el dualismo de platón y hubiera rechazado también el dualismo cartesiano. No obstante, tampoco es un reduccionista materialista. El alma no puede ser reducida al cuerpo, incluso si solo existe una materia, pues podemos analizar por separado las funciones fisiológicas y las psicológicas. (Leahey, 1982).
Entonces pues, para Aristóteles el alma es el principio o la base de la vida, de la sensación y del pensamiento. Lo que nos hace humanos es que tenemos precisamente un alma humana. Si la perdiésemos, solo tendríamos de humano el nombre. Es pues el alma racional la que nos diferencia de los animales y nos hace actuar humanamente, lo que nos hace ser diferentes, pues cada individuo se define por su alma individual, lo que llamaríamos el “yo”, la capacidad de autoconscienciencia.
Por lo tanto, el alma de cada ser vivo es lo que lo define, es su esencia, su comportamiento conforme a lo que es. Si el ojo, por ejemplo, fuese algo por sí mismo, la facultad de ver seria su alma, ya que la visión es la esencia del ojo, conforme a su concepto. Pero el ojo, como tal, no es sino la materia de la visión; cuando el ojo pierde su capacidad de ver, no le queda de ojo sino el nombre, como si se tratara de un ojo de piedra o un ojo pintado. (Hegel, 1883).
Para entender
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