La Sexualidad

Los imaginarios sociales han sistematizado la premisa de que automáticamente la sexualidad define mi identidad de género naturalizando el binomio biológico y lo que se sale de la norma social cae en una anormalidad en todos los sentidos. Pues “Que la diferencia biológica, cualquiera que esta sea (anatómica, bioquímica, etc.) se interprete culturalmente como una diferencia sustantiva que marcara el destino de las personas, con una moral diferenciada para unos y para otras, es el problema político que subyace a toda discusión académica sobre las diferencias entre hombres y mujeres” (Lamas, 1986)1. A partir de esa cita podemos decir que no solo determinara mi comportamiento, mis sentidos de culpa y mi moralidad sino también la subordinación a la que estoy arraigada en cuanto a mi identidad sexual, lo que hago o dejo de hacer con mi cuerpo y por ende la reproducción. De este marco teórico sale como objeto de discusión uno de tantos discursos de género, donde el orden social que se establece en un contexto particular parte de las diferencias sexuales, la maternidad.

“Para tratar la maternidad como una construcción histórica es de importancia cuestionar el discurso hegemónico, cuyo fundamento ha sido presentado como un estereotipo unificador de las mujeres, rechazando individualidades y elementos tales como la clase social y el nivel cultural” (Seco & Abad, 2004)2.

Esta premisa divide totalmente la maternidad como un concepto meramente biológico sino como cuestión de género. Donde la maternidad es un fenómeno sociológico y que en tanto a la reproducción corresponde desde un punto de vista biológico para la concepción se unen los dos sexos pero desde un punto de vista sociológico se asume como una responsabilidad de las mujeres. Utilizaré la premisa de Seco y Abad para hacer un análisis crítico de la maternidad como un constructo social.

 “Para tratar la maternidad como una construcción histórica… (Parte de la frase de la segunda cita) esta parte de la premisa expone que la maternidad es una construcción histórica donde no es algo innato e inevitable es parte de nuestro imaginario social. “Asi nos encontramos no solo con la diferencia biológica, sino también la constante división de la vida en esferas masculinas y femeninas, división que se atribuye a la biología pero que, exceptuando lo relacionado con la maternidad, es claramente cultural. O sea, nos topamos con el género.” (Lamas, 1986)3 Vemos aquí que hasta la utilización de la palabra genero entra en controversia y crea un paradigma dentro de lo político, cultural, la psicología, la antropología, y demás pues de una u otra manera la palabra en si categoriza y reduce la concepción de la mujer y el hombre y naturaliza esas desigualdades que no se pueden constatar a simple vista.

 …es de importancia cuestionar el discurso hegemónico, cuyo fundamento ha sido presentado como un estereotipo unificador de las mujeres… (Parte de la frase de la segunda cita) Aquí los autores continúan la premisa donde dan énfasis a que es imposible entender y tratar la maternidad como una construcción histórica si no se cuestiona lo que hay más allá de los discursos de género. De ese discurso hegemónico donde surgen dos clasificaciones dentro de maternidad, donde se categoriza como: “el fenómeno de la “las malas madres”: esas mujeres que no cumplen con las expectativas ideales de ese papel social y que son estigmatizadas, señaladas, penalizadas o diagnosticadas de diversas maneras y formas dependiendo de la gravedad del incumplimiento.” (Palomar, 1996)4 Todo a partir de la división de género donde surgen unos estereotipos y expectativas de le qué es ser madre. De su esencialismo y se hace invisible la calidad de humano que hay en la mujer que tiene y que por obligación toma el rol de la maternidad sin darle oportunidad de decisión y si no las cumple como es

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