Las Caras De La Violencia
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REMO: Volumen VI, Número 17
El asunto de la violencia reviste singular importancia
teórica ya que se constituye en la base para afrontar
una serie de prácticas cotidianas que toman como
objeto a diversos agentes sociales, sean estos individuos
o grupos. No son pocos los estudios estadísticos
que abordan la problemática de la violencia familiar
o intrafamiliar o incluso aquella social, tanto
en los establecimientos educacionales, de salud, deportivos,
judiciales, etc. A veces se centran en estamentos
etarios, otras en problemas de género o de
identidad sexual, otras más tienen que ver con diversas
actividades humanas cotidianas.
Por tanto, la posibilidad de esclarecer su naturaleza,
sus orígenes, sus devenires, se constituye en fuente
de iniciativas - tal vez mejor orientadas que hasta el
presente - para enfrentar estos fenómenos que tiene
a muchos preocupados, por cuanto se entiende que
afecta la sana convivencia.
Deseo discutir en este artículo las necesarias e imprescindibles
diferencias que a mi juicio surgen cuando
se trata de pensar la relación entre violencia y agresión.
Sostengo, que es visible en muchos enfoques
sobre el tema, realizados por variados cientistas sociales,
una confusión en cuanto a sus sentidos, lo que
ocasiona errores en los abordajes, ideologización de
su análisis, incluso fracasos en planes y programas
que se implementan tanto para combatirlas (más violencia)
como para erradicarlas.
ACERCA DE LA AGRESIÓN
El término agresión dice de una relación particular
entre pares, entre seres de la misma especie, que canaliza
una singular energía de ataque en defensa de
un territorio, de la búsqueda de alimentación y defensa
de la pareja y de la prole, según corresponda.
El término, para los etólogos, tiene que ver con aquello
que es del orden del instinto, vale decir, correspondiente
al registro de lo biológico. En algunas sociedades
animales la agresión también tiene que ver
* Doctor en Psicología Clínica. Ha sido director de la Escuela de Psicología de la Universidad Bolivariana, de Santiago de Chile,
donde radica. Es psicoterapeuta psicoanalítico de grupos. Ha publicado libros y artículos en México y otros países. Miembro del
Comité Editorial Internacional de la REMO. Correo: foladori@vtr.net.
Las Caras de la Violencia
Horacio C. Foladori*
En cualquier sociedad, se trata de obedecer y sólo de eso.
Gilles Deleuze, 1984
con ciertas luchas por liderazgos en manadas o grupos
hasta que un individuo se impone como guía.
El concepto de agresión incorpora también los llamados
mecanismos inhibitorios de la agresión, que
se observan en diversas especies animales cuando el
contrincante se da por vencido. Este mecanismo impide
que el ganador mate a su oponente, que ha reconocido
ya la victoria, mostrando que la aniquilación
del otro es innecesaria. Toda una lección para la
especie humana.
En el hombre, en tanto es difícil hallar comportamientos
instintivos agresivos, como en los animales;
se prefiere pensar en una pulsión agresiva que tiene
la particularidad de no estar estructurada (pautas de
conducta iguales para todos los seres de la misma
especie), con lo que podría manifestarse en un abanico
muy amplio de formas. Para Freud, la pulsión agresiva
es parte constitutiva de la vida psíquica, se la
encuentra asociada, por lo general a la pulsión libidinal,
en actividades como la alimentación (necesidad
de destruir el alimento para asimilarlo), a la autodefensa
de la integridad del individuo y por extensión
de la especie, y sobre todo en las diversas manifestaciones
de la sexualidad. Es impensable el coito
sin incluir un cierto monto de agresividad.
Recordemos que Freud sitúa las pulsiones agresivas
como pulsiones del Yo, vale decir al servicio de
la autoafirmación y autocuidado en un medio social
amenazante. Posteriormente, en su segunda teoría
pulsional, las pulsiones agresivas aparecen englobadas
en las llamadas pulsiones de muerte, mostrando
en toda su magnitud las dimensiones de la destructividad
humana hacia otros y hacia sí mismo, a través
de la compulsión de repetición.
En todo caso, las reflexiones freudianas nada dicen
del orden social; las pulsiones se sitúan en el plano
de lo psíquico como «herencia» de la especie.
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México, Julio-Diciembre de 2009
En suma, la agresividad tendría que ver con aquello
que proviene de la interioridad de la vida psíquica
y que se dispara a partir del devenir del conflicto
psíquico y en función de la tolerancia o no a «urgencias
» de la vida pulsional. Situada en el terreno de la
especie, la agresividad es una actividad que implica
a otros de la misma especie,
es decir, a los pares.
Además, por provenir
de comportamientos pulsionales
la agresión remite
a lo individual en sus orígenes,
vale decir, implica
un actuar de la unidad, lo
que no obsta para que en
determinados casos pueda
adoptar una modalidad
colectiva, por «contagio»,
«simpatía» o solidaridad.
Es conveniente reflexionar
acerca de una particularidad
que presenta la
agresividad. Dada una
amenaza o un ataque -lo
que desencadena una respuesta
agresiva- el individuo
tiene dos alternativas:
• o se enfrenta al oponente,
lucha contra él hasta
que alguno de los dos se
de por vencido reconociendo
al otro como vencedor, momento en el cual
se da por terminada la pelea;
• o ante el ataque, desencadena mecanismos de huida,
reconociendo al atacante como vencedor (dejándolo
en posesión de la presa, de la pareja, del
hábitat, etc.)
Si nos enfocamos a una situación donde hay agresión,
cada una de las partes cuenta con la posibilidad
de una salida de la situación - a través de la huida -
que si bien supone entregar algo propio al vencedor,
logra mantener la integridad del individuo así como
su libertad, ya que la agresividad no trasciende la situación.
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