PEGAN A UN NIÑO (1919) Contribución a la génesis de las perversiones sexuales
Enviado por Analia Mercado • 27 de Junio de 2021 • Apuntes • 1.764 Palabras (8 Páginas) • 106 Visitas
PEGAN A UN NIÑO (1919) Contribución a la génesis de las perversiones sexuales
Son fantasias q Freud encuentra en algunos pacientes, tanto en hombres como en mujeres. La mayoría con estructura obsesiva.
La fantasia tiene q ver con el presenciar como pegan a un niño. Es confesada por sorprendente frecuencia. Se le enlazan sensaciones placenteras. Al culminar la fantasia al sujeto se le impone una satisfacción sexual de carácter onanista. Al principio es voluntario y luego pueden tomar carácter compulsivo. Luego le da vergüenza y despierta su sentimiento de culpa. Surgen en épocas muy tempranas (5,6 años), periodo fálico. Cuando el niño veía cómo otros niños eran pegados por el maestro en la escuela se reactivaban estas fantasias, o sea que estaban antes. La fantasia q ellos comunicaban era q pegaban a muchos niños. Ninguno había sido criado con golpes o castigos. Se pregunta quien era el niño maltratado. La fantasia es como observador, no es el pegador activo. En el origen la fantasia es como el padre pega a un hermano por celos. Hay un componente sádico (típico de la fase anal), cuando se desmezcla ese componente sádico. Una fantasia así, que emerge en la temprana infancia quizás a raíz de ocasiones casuales y que se retiene para la satisfacción autoerótica, sólo admite ser concebida como un rasgo primario de perversión. Vale decir: uno de los componentes de la función sexual (el sádico) se vuelto autónomo de manera prematura, fijándose luego y sustrayéndose por esta vía de los ulteriores procesos evolutivos. Una perversión infantil de esta índole no necesariamente dura toda la vida; en efecto, más tarde puede caer bajo la represión, ser sustituida por una formación reactiva o ser trasmudada por una sublimación. Pero si estos procesos faltan, la perversión se conserva en la madurez. Son componentes sexuales prematuros que después se pueden instalar o no.
La primera fase de las fantasías de paliza en niñas corresponden a una época muy temprana de la infancia. El niño azotado, en efecto, nunca es el fantaseador; lo regular es que sea otro niño, casi siempre un hermanito, cuando lo hay. Por tanto, la fantasía seguramente no es masoquista; se la llamaría sádica, pero no debe olvidarse que el niño fantaseador nunca es el que pega. De la persona que pega, sólo puede comprobarse que no es otro niño, sino un adulto. Esta persona adulta indeterminada se vuelve más tarde reconocible de manera clara y unívoca como el padre. La primera fase de la fantasía de paliza se formula entonces mediante el enunciado: «El padre pega al niño».
Entre esta primera fase y la siguiente se consuman grandes trasmudaciones. Es cierto que la persona que pega sigue siendo la misma, el padre, pero el niño azotado ha devenido otro; por lo regular es el niño fantaseador mismo, la fantasía se ha teñido de placer en alto grado. Entonces, su texto es ahora: «Yo soy azotado por el padre». Tiene un indudable carácter masoquista. Esta segunda fase es, de todas, la más importante y grávida en consecuencias; pero ella que nunca ha tenido una existencia real. En ningún caso es recordada, nunca ha llegado a devenir conciente. Se trata de una construcción del análisis.
La tercera fase se aproxima de nuevo a la primera. Tiene el texto conocido por la comunicación de las pacientes. La persona que pega nunca es el padre; o bien se la deja indeterminada, como en la primera fase, o es investida de manera típica por un subrogante del padre (maestro). En lugar de un solo niño azotado, casi siempre están presentes ahora muchos niños.
Si analizamos esta época donde ocurren estas fantasías, la niña se nos aparece enredada en las excitaciones de su complejo parental. La niña pequeña está fijada con ternura al padre. Están los otros hijos (hermanos) que a uno no le gustan porque compite con ellos por el amor del padre. Pronto se comprende que ser azotado, aunque no haga mucho daño, significa una destitución del amor y una humillación. Por eso es una representación agradable que el padre azote a este niño odiado. Ello quiere decir: «El padre no ama a ese otro niño, me ama sólo a mí». Este es entonces el contenido y el significado de la fantasía de paliza en su primera fase. Es evidente que la fantasía satisface los celos del niño y que depende de su vida amorosa, pero también recibe vigoroso apoyo de sus intereses egoístas. Nos nos atrevemos a llamarla “sádica”. En esta prematura elección de objeto del amor incestuoso, la vida sexual del niño alcanza evidentemente el estadio de la organización genital. Algo como una vislumbre de la posterior meta sexual definitiva y normal gobierna el querer-alcanzar libidinoso del niño. Pero llega el tiempo en que la helada marchita esa temprana floración; ninguno de esos enamoramientos incestuosos puede escapar a la fatalidad de la represión. De manera simultánea con este proceso represivo aparece una conciencia de culpa. La fantasía de la época del amor incestuoso había dicho: «El (el padre) me ama sólo a mí, no al otro niño, pues a este le pega». La conciencia de culpa no sabe hallar castigo más duro que la inversión de este triunfo: «No, no te ama a ti, pues te pega». Entonces la fantasía de la segunda fase, la de ser uno mismo azotado por el padre, pasaría a ser la expresión directa de la conciencia de culpa ante la cual ahora sucumbe el amor por el padre. Así pues, la fantasía ha devenido masoquista. Siempre es así: en todos los casos es la conciencia de culpa el factor que trasmuda el sadismo en masoquismo. No solo es la culpa, también influye la moción de amor (erotismo). En estos niños se ve particularmente facilitado un retroceso a la organización pregenital sádico-anal de la vida sexual. Cuando la represión afecta la organización genital recién alcanzada, no es la única consecuencia de ello que toda subrogación psíquica del amor incestuoso deviene o permanece inconciente, sino que se agrega esta otra: la organización genital misma experimenta un rebajamiento regresivo. «El padre me ama» se entendía en el sentido genital; por medio de la regresión se muda en «El padre me pega (soy azotado por el padre)». Este ser-azotado es ahora una conjunción de conciencia de culpa y erotismo. No es sólo el castigo por la referencia genital prohibida, sino también su sustituto regresivo, y a partir de esta última fuente recibe la excitación libidinosa que desde ese momento se le adherirá y hallará descarga en actos onanistas. Esta es la esencia del masoquista.
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