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Perspectiva De Género Y Poder De Joan W. Scott


Enviado por   •  26 de Diciembre de 2014  •  2.473 Palabras (10 Páginas)  •  1.335 Visitas

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Joan W. Scott en esta Literatura nos da un breve panorama de la evolución del concepto de Género atreves de la historia, apunta varios usos del concepto género y explica cómo "la búsqueda de legitimidad académica" llevó a las estudiosas feministas en los ochenta a sustituir mujeres por género:

Las feministas, de una forma más literal y seria, han comenzado a emplear el "género" como forma de referirse a la organización social de las relaciones entre sexos.

En su acepción más reciente, "género" parece haber aparecido primeramente entre las feministas americanas que deseaban insistir en la cualidad fundamental social de las distinciones basadas en el sexo. La palabra denotaba rechazo al determinismo biológico implícito en el empleo de términos tales como "sexo" o "diferencia sexual". "Género" resalta también los aspectos relacionales de las definiciones normativas de la feminidad.

Con el afán de rescatar lo que de ellas considera valioso, la autora hace una revisión de las que considera las principales corrientes feministas que a su ver son: la que intenta explicar los orígenes del patriarcado, la socialista feminista y la del psicoanálisis. Reconoce la importancia de cada una en el estudio de las cuestiones de género así como en los avances ganados por los derechos de las mujeres, pero critica cada una de estas corrientes en lo que considera sus limitaciones.

Las teóricas del patriarcado refieren a una “necesidad”, como deseo innato, del hombre de dominar a la mujer, y una desventaja también innata en las mujeres a causa de la maternidad o la sexualidad. Las propuestas de solución a la problemática de las mujeres son, para aquéllas que ponen el problema en la maternidad, modificar procesos biológicos para ir eliminando las desventajas que la procreación imprime a las mujeres; y la introspección reflexiva de las mujeres para aquellas que proponen como causal de los problemas la sexualidad, suponiendo que este ejercicio llevará al conjunto de mujeres a su emancipación. La autora critica una generalización excesiva, para ella esta teoría no contempla otro tipo de fenómenos, no distingue entre problemas comunes a todas las sociedades y aquéllos particulares de cada sociedad, es decir, deja de lado que los problemas de las mujeres (así como las mujeres mismas) cambian en cada etapa histórica a otra, y de una cultura a otra, lo cual forzosamente empobrece las conclusiones obtenidas en base a esta teoría.

Sobre las feministas marxistas, reconoce que han tenido un enfoque más histórico, legado del marxismo. Reconoce sus alcances en cuanto a considerar dos sistemas distintos de opresión, el económico y el de género que si bien tienen cierta independencia interactúan apoyándose uno a otro. Opina por otro lado que el enmarcar las relaciones de género a las relaciones económicas propicia un sesgo negativo a los estudios de género y a las explicaciones de la opresión de la mujer, poniendo rígidamente la economía como factor principal.

En cuanto a la teoría del psicoanálisis, hace hincapié en dos escuelas principales que intentan explicar la construcción del género. La primera que resalta la experiencia real (por ejemplo la sensorial o el cómo percibe el niño a sus cuidadores), mientras que la segunda lo hace con el lenguaje (sistemas de significados como el habla, la lectura y la escritura), para esta última el estudio del inconsciente es esencial en el entendimiento de cómo se construye el género. De la primera escuela la autora opina que “Esta interpretación limita el concepto de género a la familia y a la experiencia doméstica, por lo que no deja vía para que el historiador relacione el concepto (o el individuo) con "otros sistemas sociales de economía, política o poder”. Respecto al enfoque del lenguaje y de construcción de significados rescata lo positivo de “sugerir que masculino y femenino no son características inherentes, sino construcciones subjetivas… [que] el sujeto está en un proceso constante de construcción y ofrece una forma sistemática de interpretar el deseo consciente e inconsciente”. La crítica que la autora hace a esta última teoría es que tiende a la “fijación exclusiva sobre cuestiones del ‘sujeto’… [y] a universalizar las categorías y la relación entre varón y mujer” dando esto como consecuencia que “no permite introducir una noción de especificidad y variabilidad histórica”.

Scott cita a:

Natalie Davis sugería en 1975:

Me parece que deberíamos interesarnos tanto en la historia de las mujeres como de los hombres, que no deberíamos trabajar solamente sobre el sexo oprimido, del mismo modo que un historiador de las clases sociales no puede centrarse por entero en los campesinos.

Además, género, se emplea también para designar las relaciones sociales entre sexos. Su uso explícito rechaza las explicaciones biológicas, del estilo de las que encuentran un denominador común para diversas formas de subordinación femenina en los hechos de que las mujeres tienen capacidad para parir y que los hombres tienen mayor fuerza muscular.

En lugar de ello, género pasa a ser una forma de denotar las "construcciones culturales", la creación totalmente social de ideas sobre los roles apropiados para mujeres y hombres.

Es una forma de referirse a los orígenes exclusivamente sociales de las identidades subjetivas de hombres y mujeres. Género es, según esta definición, una categoría social impuesta sobre un cuerpo sexuado.

El género es un tema nuevo, un nuevo departamento de investigación histórica, pero carece de capacidad analítica para enfrentar (y cambiar) los paradigmas históricos existentes. Algunos historiadores, desde luego, se dieron cuenta de este problema y de ahí los esfuerzos por emplear teorías que pudieran explicar el concepto de género e interpretar el cambio histórico.

Las historiadoras feministas han empleado diversos enfoques para el análisis del género, pero pueden reducirse a una elección entre tres posiciones teóricas. La primera, esfuerzo completamente feminista, intenta explicar los orígenes del patriarcado. La segunda se centra en la tradición marxista y busca en ella un compromiso con las críticas feministas. La tercera, compartida fundamentalmente por posestructuralistas franceses y teóricos angloamericanos de las relaciones-objeto, se basa en esas distintas escuelas del psicoanálisis para explicar la producción y reproducción de la identidad de género del sujeto.

La historia del pensamiento feminista es la historia del rechazo de la construcción jerárquica de la relación entre varón y mujer en sus contextos específicos y del intento de invertir o desplazar su vigencia. Las historiadoras feministas

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