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Teoria De La Emoción


Enviado por   •  6 de Marzo de 2014  •  9.505 Palabras (39 Páginas)  •  279 Visitas

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1. Teorías filosóficas clásicas

1.1. Teoría aristotélica

La tesis aristotélica sobre la emoción es compleja, pues trata de analizar este fenómeno desde un doble punto de vista: práctico y teórico; falta sin embargo una exposición sistemática.

La perspectiva práctica aparece sobre todo en la Retórica. En esta obra, se estudia la emoción en relación con el arte de convencer. A través de los elementos del discurso, el orador intenta conmover el ánimo del público suscitando en él los estados de ánimo más apropiados para convencerle de la verosimilitud de lo que se dice o para moverlo a una determinada acción [Retórica, II, 1, 1377b 20-24]. El objetivo retórico y político que tienen las emociones en este tratado es la causa de que Aristóteles se preocupe más de cuál es su origen y de cómo se las puede suscitar que de su misma esencia. Mediante un método doble —de introspección y experiencia exterior—, el Estagirita descubre una multiplicidad de pathe o pasiones — el miedo, la ira, la tristeza...—, que poseen en común tres elementos: el estado anímico o disposición a que conduce la pasión, el objeto o realidad natural o sobrenatural, verdadera o imaginaria, ante la cual se experimenta una emoción particular, y el motivo o causa de por qué se la siente ante aquel objeto.

Según Aristóteles, la presencia de un objeto y de un motivo sirve para distinguir la emoción de las sensaciones físicas, como el dolor de estómago o el hambre, a la vez que implica la conexión entre conocimiento y emoción. Esto se ve con claridad cuando define la emoción de la ira como «el deseo impulsivo y doloroso de venganza de un aparente insulto que se refiere a nosotros mismos o a algo nuestro, cuando este insulto es inmerecido» [Retórica, II, 2, 1378a 30-32]. Los dos elementos claves de esta definición son los adjetivos que acompañan a insulto: aparente e inmerecido, pues suponen la existencia de una valoración; dicho con otras palabras: no hay ira, si uno no se siente insultado inmerecidamente. La causa de la ira es ser tratado —o mejor, juzgar ser tratado— injustamente. Esta tesis parece ser desmentida, sin embargo, por el mismo Aristóteles cuando afirma: «las pasiones, que comportan dolor y placer, son la causa por la que los hombres mudan sus juicios» [Retórica, II, 1378a]. Se trata sólo de una contradicción aparente, pues la pasión en este texto no se entiende como pura emoción, sino como el resultado final de la relación entre valoración y emoción. De este modo, según Aristóteles, puede afirmarse cierta retroalimentación: el juicio causa la emoción y, una vez poseída por la pasión, la persona realiza otros juicios, por ejemplo, de venganza.

El modo en que Aristóteles plantea en la Retórica el estudio de la emoción cobra un significado capital no sólo para esta disciplina, sino también para la ética. En efecto, la pasión no es considerada un impulso ciego ni un reflejo automático, sino un juicio humano acerca de lo que lo rodea. Situar el arranque de la pasión en el juicio permite explicar por qué se tiene determinada emoción e, incluso, racionalizar la propia afectividad corrigiendo los juicios equivocados, pero aún así deja sin respuesta la posibilidad misma de la relación entre valoración y pasión.

En el tratado Sobre el Alma, el Estagirita se ocupa de nuevo de la emoción, afrontándola esta vez en una perspectiva teórica. El punto de partida es la diferencia entre sensación —o acto de registrar cognoscitivamente un dato procedente del exterior— y sentimiento —o acto por el cual lo que es dado en la sensibilidad se refiere a la situación orgánica. Ambos fenómenos comparten el estar relacionados con el conocimiento, pero de forma distinta: la sensación es conocimiento; el sentimiento sólo indirectamente, en cuanto procede del deseo [De Anima, III, 13, 425-435). Lo que se conoce se desea y lo que se desea se siente como benéfico para el propio organismo. De ahí que los sentimientos fundamentales sean dos: placer y dolor.

La función medial del deseo ofrece una explicación a la conexión entre juicio y emoción: la valoración de la realidad en la emoción no es teórica, sino práctica, es decir, es buena o mala. El problema se complica, sin embargo, porque en Aristóteles no existe un único deseo, sino tres: el deseo de placer o epithymia, el de lucha o thymos, y el racional o boulesis, dando lugar así —además del placer— a dos sentimientos fundamentales: la ira y la vergüenza. Cada uno de los cuales supone una perspectiva temporal diferente: el placer se refiere al presente inmediato; la ira, al futuro, y la vergüenza, a la atemporalidad de la razón.

Si en la Retórica la dimensión ética de la emoción estaba sólo apuntada, en el Sobre el Alma la ética parece ser el ámbito propio de las pasiones, sobre todo a partir del dominio que, a través de la boulesis, la razón mantiene sobre los deseos irracionales. De ahí la valoración aristotélica de los deseos humanos: la incontinencia en el deseo de placer es un mal, porque supone tomar como absoluto y eterno lo que es relativo y temporal; la ira, en cambio, es buena cuando procede de un deseo controlado por la razón. En definitiva, la valoración de algo como bueno o malo no debe depender de la sensibilidad, sino de la razón, que es capaz de juzgar la misma pasión.

1.2. Teoría tomista

La teoría tomista de las pasiones, aunque se sitúa dentro de la tradición aristotélica, introduce algunas novedades. La más destacada es la inserción de un nuevo sentido interno —la estimativa en los animales y la cogitativa en el hombre—, que permite explicar la existencia de juicios sobre lo particular. Aristóteles notó ya que en la pasión hay una valoración positiva o negativa del objeto y que ésta no es puramente intelectual, pues también en los animales se da; sin embargo no se ocupó de determinar el origen de ese juicio. Tomás, en cambio, siguiendo en esto a Avicena, descubre como característica del juicio pasional el ser una valoración de lo particular en tanto que conveniente o inconveniente. Por tratarse de un juicio, no puede entenderse a partir sólo de la sensibilidad; por verter sobre lo particular, no puede explicarse a partir de la sola razón. De ahí que el Aquinate establezca la existencia de un sentido, la cogitativa, capaz de servir de puente entre la sensibilidad y la razón. En el juicio de conveniencia sobre lo particular, la inteligencia proporciona la premisa mayor; la cogitativa, la menor, que, a su vez, es un juicio (en los animales, por falta de razón, la estimativa es el sentido superior).

El juicio de la cogitativa es un juicio práctico, cuyo objetivo es la acción mediante la activación del deseo o instancia oréctica [De Veritate, q. X, a. 5]. Aquí se observa otra diferencia respecto a

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