Vivir Juntos

Las personas desde que nacemos nos encontramos inmersas en la convivencia con otros y con los significados de esta interacción, lo que nos va despertando cualidades sensibles humanases aquí cuando empezamos a humanizarnos.

Entonces, queda claro que todos somos producto de la interacción social de la manera en que se esté como se esté dando. Sin embargo, nos es difícil conservar nuestra personalidad, voluntad y libertades mientras convivimos con otros seres que también cuentan con estas mismas características.

Demasiadas veces los intereses particulares de cada sujeto hacen que las relaciones entre humanos terminen “despersonalizando”, es decir haciendo de este contacto un hecho frío, sin la calidez que se necesita para llamarlo un hecho humano. Es difícil entender dentro de nuestra individualidad y autonomía personal a los otros, y que necesitamos ser reconocidos por los demás para sentirnos aceptados.

Resultado de las contradicciones de esta estructura cuasiperfecta surge la conciencia y la autoconciencia. La primera como resultado del respeto por los otros, la segunda resultado de la independencia y la jerarquización personal.

Cuando un ser supera la discordia humana en concordia social resulta un ser razonable. Esta situación puede alcanzarse si el sujeto busca un interés común y busca entonces una autonomía ciudadana con apego racional. Aunque decirlo suena muy fácil llevarlo a cabo muchas veces resulta una utopía que fracasa entre la decisión proteger los intereses particulares en contra de los sociales. La cultura puede resultar un método para regular las relaciones humanas pues hacen énfasis en el respeto a la dignidad humana.

Se debe comprender que antes de ser profesores debemos ser “humanos” en toda la extensión de la palabra, personas autónomas pero racionales y empáticos con los sujetos que nos rodean. Así como también es importante nuestra labor debe reflejar y proyectar esta humanidad en los demás.

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