Creacion Y Pecado Ratzinger
Enviado por hnaroxanasdj • 18 de Febrero de 2014 • 20.803 Palabras (84 Páginas) • 1.144 Visitas
CREACIÓN Y PECADO
CARDENAL JOSEPH RATZINGER
Presentación 1
I. DIOS CREADOR 4
1. La diferencia entre forma y fondo en el relato de la Creación 5
2. La unidad de la Biblia como criterio de interpretación 6
3. El criterio cristológico 8
II SIGNIFICADO DE LOS RELATOS BÍBLICOS DE LA CREACIÓN 10
1. La racionalidad de la creencia en la Creación 11
2. Significado permanente de los elementos simbólicos del texto 12
a) Creación y culto 12
b) La estructura sabática de la Creación 13
c) ¿Explotación de la tierra? 14
III. LA CREACIÓN DEL HOMBRE 16
1. El hombre, formado de la tierra 17
2. Imagen de Dios 17
3. Creación y Evolución 19
IV. PECADO Y SALVACIÓN 22
1. Sobre el tema del pecado 22
2. Limitaciones y libertad del hombre 24
3. El pecado original 26
4. La respuesta del Nuevo Testamento 27
Presentación
En el breve Prólogo con el que comienza este libro, el propio Cardenal Ratzinger ha dejado constancia escrita de las inquietudes teológicas y pastorales que le ocupaban cuando concibió su contenido en 1981 y cuando, años después, en 1985, lo dio a la imprenta.
El Pastor que pronunciaba en 1981 estos Sermones de Cuaresma en la Catedral de Munich, diócesis de la que era Arzobispo desde 1977, era al mismo tiempo un importante y conocido teólogo, antiguo profesor de Dogmática en las Facultades teológicas de Bonn (1959 1963), Münster (1963 1966), Tubinga (1966 1969) y Ratisbona (1969 1977). Bajo ambos puntos de vista como Pastor de la Iglesia, sanamente preocupado por la vida espiritual de sus fieles, y como experto teólogo, que advierte con facilidad dónde están las necesidades y los problemas se propuso el Cardenal Ratzinger desarrollar aquel año una catequesis de adultos, que contribuyese a reavivar en los creyentes los contenidos y el sentido de la doctrina cristiana sobre la Creación.
¿Qué motivos le movieron a ocuparse precisamente de esa materia? Sin duda, los mismos que más tarde, siendo ya Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, le impulsaron a enviar el texto retocado de aquellas catequesis a la imprenta, para convertirlas en el presente libro. Están expresados con claridad en el Prólogo, al hacer notar, en un tono de serena gravedad, la «casi total desaparición del mensaje sobre la Creación en la catequesis, la predicación y la teología». En un tiempo como el nuestro, en el que la cuestión ecológica ha alcanzado un altísimo grado de interés social y se cuidan con particular sensibilidad las relaciones del hombre con su entorno natural, ha dejado «paradójicamente» de oírse en la sociedad dicho mensaje cristiano. En una época como la actual, en la que como señalaba el Cardenal Ratzinger en un discurso pronunciado en mayo de 1989 ante los Obispos responsables de las Comisiones doctrinales de las diferentes Conferencias Episcopales de Europa «experimentamos el rebelarse de la creación contra las manipulaciones del hombre y se plantea, como problema central de nuestra responsabilidad ética, la cuestión de los límites y normas de nuestra intervención sobre la creación, es altamente sorprendente que la doctrina de la creación como contenido de fe haya sido en parte abandonada y sustituida por vagas consideraciones de filosofía existencial».
El mundo creado no es conocido por muchos en su más profunda verdad de ser un don amoroso hecho al hombre por Dios Creador, en el que se contiene una enseñanza sobre el Amor y la Sabiduría creadora y, por tanto un profundo mensaje moral dirigido a la conciencia del hombre , y la humanidad sufre a través de esa ignorancia o de ese olvido, una honda desorientación respecto del sentido de las cosas y de la propia existencia del hombre. De ahí «la urgente gravedad del problema de la Creación en la predicación actual», o bien, en frase mucho más fuerte y explícita, la necesidad de que «el mensaje sobre Dios Creador vuelva a encontrar en nuestra predicación el rango que le es debido». Es urgente, en definitiva, anunciar a los hombres contemporáneos la verdad de la Creación y, para alcanzar ese fin, reavivar ante todo en la conciencia de los cristianos la enseñanza revelada.
En el discurso de 1989 antes citado, en el que pasaba revista a los problemas que la fe encuentra hoy en Europa, retomaba el Cardenal Ratzinger el hilo de las ideas contenidas en este libro y formulaba con nitidez su pensamiento. Sus palabras, que recogemos en parte a continuación, no sólo ayudan a entender la importancia del anuncio cristiano de la Creación, sino que también, indirectamente, dan a las páginas de este libro en las que se expone esa verdad con sencillez y profundidad una viva utilidad teológica y pastoral.
«Es cierto que considerar a la naturaleza como instancia moral sigue estando mal visto. Una reacción marcada por un temor irracional ante la técnica continúa conviviendo con la incapacidad para reconocer un mensaje espiritual en el mundo corpóreo. La naturaleza sigue siendo vista como una realidad en sí irracional, que por otra parte muestra estructuras matemáticas que se pueden evaluar técnicamente. Que la naturaleza posea una racionalidad matemática ha llegado a ser algo, por así decir, tangible; pero que en ella se anuncie también una racionalidad moral es rechazado como una fantasía metafísica. El declinar de la metafísica se ha visto acompañado por el declinar de la doctrina de la creación. En su lugar se ha situado una filosofía de la evolución (que quiero expresamente distinguir de la hipótesis científica de la evolución), que pretende extraer de la naturaleza reglas para hacer posible, mediante una orientación adecuada del ulterior desarrollo, la optimización de la vida. La naturaleza, que de este modo debería convertirse en maestra, es sin embargo considerada como una naturaleza ciega que inconscientemente combina, de manera casual, lo que el hombre debe imitar conscientemente. La relación del hombre con la naturaleza (que ya no es vista como creación) es de manipulación, y no llega a ser de escucha. Es una relación de dominio, basada en la presunción de que el cálculo racional pueda llegar a ser tan inteligente como la «evolución», y conseguir así que el mundo progrese de un modo mejor a todo cuanto ha sido hasta ahora el camino de la evolución sin la intervención del hombre.
»La conciencia, de la que ahora se habla, es por esencia muda, así como la naturaleza es ciega: sólo calcula qué intervenciones ofrecen mayores posibilidades de mejora. Si eso puede (y según la lógica del punto de partida debería) realizarse de modo colectivo, hay entonces necesidad de un partido que, como instrumento de la historia, tome de la mano la evolución del individuo.
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