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EL LUGAR DE LOS NIÑOS EN LO QUE LLAMAMOS CULTO


Enviado por   •  11 de Enero de 2018  •  Ensayo  •  1.380 Palabras (6 Páginas)  •  140 Visitas

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  1. Describa la práctica litúrgica sobre la cual desea proponer una revisión crítica. Utilice algunos conceptos como estructura, agencia y naturalización. Plantee en qué estado se encuentra la actual práctica en su Iglesia, cuales son las consecuencias psico-sociales, cómo opera el dogma y que posibilidades sociales hay de presentar una propuesta renovadora.
  2. Consideres alguna base bíblica para la práctica litúrgica, analícela exegéticamente y considere otros textos pertinentes para ampliar la conceptualización de la práctica. Utilice diccionarios teológicos para ampliar, concordancias y todas las herramientas que le permitan profundizar su exégesis. Parta de cero, dejando que el análisis del texto y el Espíritu de Dios lo interpele.
  3. posteriormente, articule los textos leídos con los descubrimientos de su exégesis, y responda a la siguiente pregunta: ¿qué nuevo sentido tiene la práctica litúrgica analizada? ¿Cómo podemos practicarla de una manera renovada, que atienda al sentido bíblico revelado en su análisis?

Propuestas de análisis: ofrendas (diezmos), rol del ministro de adoración, relación entre letra y música, el poder en el culto, el lugar de los niños.


El Lugar De Los Niños En Lo Que Llamamos Culto, Hacia Una Liturgia Inclusiva De La Niñez.

1. Empecemos definiendo que es un niño en el imaginario popular adultocéntrico: una quasipersona, un adulto chiquito, un pequeño ser que en el momento “sagrado” molesta tanto que debe ser sacado hacia su “propio espacio” para dejar tranquilos a los adultos en el momento de la adoración.

No concebimos que el niño es una persona cuyo corazón fue el modelo que el Maestro utilizó para ejemplificar el tipo de fe y humildad que debe tener quien aspira a entrar en el reino de los cielos. Mat 18:3   Entonces dijo: ―Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos.

Se nos imposibilita entender que el asunto no es hacer adultos a los niños, sino que los adultos sean como niños.

Si consideramos esta lógica inversa, podemos empezar a poner en perspectiva cual debería ser el lugar de los niños dentro de la liturgia en el culto evangélico.

Actualmente en la Iglesia a la cual asisto cuya denominación es Alianza Cristiana y Misionera, predomina el culto adultocéntrico; esto es, el espacio donde llegado cierto tiempo de la programación se hace necesario que los niños tengan su espacio, es decir, que salgan porque viene la parte “seria” y las interrupciones no son deseables, mucho menos ver a un niño caminando o corriendo abajo del altar en el momento de la predicación.

Las consecuencias de esto son que se envía un mensaje a los niños, mensaje de no inclusividad, un mensaje en el cual se le dice que, dado que él no va a entender lo que va a pasar a continuación, lo mejor es que salga, está de sobra su presencia. Una vez que llegue a la adolescencia no nos debería asombrar que no quiera saber nada de la Iglesia pues el mensaje que recibió de pequeño es que ese no era su lugar. Por supuesto, hay quienes han sobrevivido a esta experiencia y asisten, mayormente presentes en cuerpo, pero nada segura que en su mente estén enfocados en lo que sucede durante el culto. El dogma hace que sea difícil cuando menos, que fuera del día del niño se puedan plantear estrategias para hacer más participativos a los niños dentro del culto, empezando con no sacarlos del culto. El dogma hace que un pastor pueda decir que le molesta ver niños caminando o corriendo en el momento “sagrado” de la predicación, pero debemos pensar más allá y cuestionar: ¿si acaso no será que esa predicación que ni siquiera impacta a un niño y mucho menos impactará a un adulto?

El dogma nos impide aprender algo del niño que corre, que camina por los pasillos de nuestra Iglesia, dogma que viene de la tradición sin la debida reflexión teológica.

Siempre existirá la posibilidad de cambiar ciertos esquemas dogmáticos, con oración, con prudencia, con mucho tino y educando a la congregación, mucho dependerá también de quienes se encuentren al frente de la misma, de su visión y capacidad de “cambiar su manera de pensar para que cambie su manera de vivir” Rom 12: 2.


2. considero que los niños deben tener un espacio más participativo dentro del culto.

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