El Chisme
Enviado por erikaussa1 • 1 de Abril de 2014 • 5.570 Palabras (23 Páginas) • 886 Visitas
CREE QUE ES UN CHISMOSO
Rosita se justificaba ante sus amigas con gran esfuerzo. Decía: “Yo soy una gente a la que no le gusta el chisme“.
Usted, amigo lector, habrá escuchado a muchos hablar así.Cuando alguien dice: “A mí no me gusta el chisme”, está tratando únicamente de ocultar su verdadera identidad. Quiere tapar el caldo de cultivo en que de continuo alimenta su mente mezquina. Está sólo haciendo una confesión subconsciente de lo que realmente es. El diccionario define el chisme como “hablilla, murmuración o conversación malsana acerca de una persona ausente”. Hablar a espaldas de la gente es un acto cobarde que sólo descubre la falta de caridad en el alma. El amor, en contraste, cubre multitud de pecados. El que de veras ama no murmura. La gente cuyo corazón esta lleno de amor habla de ideas. La gente insignificante y acomplejada habla de la otra gente.
La Biblia da cuatro características del chismoso 1) falsedad, 2) maldad, 3) voracidad, 4) vaciedad. El que se ocupa del chisme aparenta amistad. Pero en el fondo no es más que un falso. En Proverbios 11:13 Salomón dice: “El que anda en chismes descubre el secreto. Mas el de espíritu fiel lo guarda todo“. Note el lector el contraste que este verso establece entre el fiel y el que descubre. El que anda en chisme traiciona la confianza descubre lo que de otra manera se mantendría discreto y está deseoso y muy presto a soltar gratuito las amarras de su venenosa lengua. Su festín más delicioso está en el bembeteo. No se mide para agredir y perjudicar la víctima de su hablilla. El hablador es falso e infiel.
Añadida a esta fea imagen, falsedad, la Biblia adjudica una segunda característica al chismoso. Es la maldad. Dice la Escritura: “El que cubre la falta busca amistad, mas el que la divulga aparta al amigo“ (Prov. 17:9). La separación intencional de amistades es una maldad. Un chisme de por medio ha roto amistades de muchos años. El que usa mal su lengua, aquel que retuerce alevosamente los hechos y coquetea con palabras suaves, es un agente del mal. Es un conocedor del maléfico poder del chisme, el cual usa para apartar a las gentes. Su método es capitalizar en las faltas, sean supuestas o reales, y su motivo es la envidia, la intriga y la perfidia. Con el chisme se enlodan caracteres, se destruyen familias y se dividen congregaciones. El que se presta al chisme sirve a los intereses del infierno y a los planes aviesos del rey de las tinieblas mismo.
La tercera característica con que la Biblia destaca al chismoso es la voracidad. Dice la Escritura: “He aquí un pequeño fuego, ¡cuán grande bosque enciende y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. ”(Sant. 3:5,6) Si la carne energiza la lengua su voracidad se deja ver pronto, él incendió voraz se hace manifiesto. ¡Qué distinta la lengua puesta al servicio del Espíritu Santo! ¡Cuánta edificación, cuánta unión, cuánta inspiración promueve entre los mortales!
La última característica con que la Biblia destaca al chismoso es la vaciedad. El que anda en chismes es como una nube sin agua, una cisterna seca o una nuez vacía. Santiago dice: “Si alguno entre vosotros se cree religioso y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana” (Sant. 1:26). Esta declaración de Santiago es una amonestación terminal. Debe hacer pensar y debe poner a temblar a cualquiera que se dé el lujo de usar su lengua con descuido. Debe ser una invitación para que uno re-examine la relación que dice tener con Dios, no sea que esté edificando su casa espiritual sobre un fundamento falso.
La única forma en que usted y yo como individuos podemos mantenernos a flote y por encima de este vicio, la única forma como podemos lidiarlo con propiedad cuando toque a nuestras puertas, es llenándonos de Dios. Hagamos el propósito de acercarnos más y más a Dios. Profundicemos nuestro cocimiento de El por medio de la lectura y meditación de su santa Palabra. Bañemos continuamente nuestras mentes en las aguas de la oración. Presentemos a Dios por el Espíritu Santo, nuestros cuerpos y miembros como sacrificio vivo. Dejémonos llenar del Espíritu de gracia, de bondad, de fe, de mansedumbre, de paz, de templanza, de gozo y de amor. Así sólo y sólo así estaremos en condiciones de vencer esta tendencia cuando apareciere en nosotros mismos, y así sólo y sólo así podremos “silenciar” radicalmente y “aislar” eficazmente a los que con sus hablillas dañosas envenenan a sus prójimos¨
Chisme y Culpa
Muchos gigantes que acechan en nuestras vidas nos impiden disfrutar de lo mejor de Dios . Ya hemos hablado acerca de los gigantes del desaliento, de la crítica y del miedo. Otro de los gigantes más comunes con los cuales debemos tratar es el del chisme.
El chisme es parecido a la crítica. Uno y otra muy pocas veces se basan en hechos. Algunas de las veces conocemos los hechos, pero sabemos contarlos de manera que hagan daño; o al menos nos damos cuenta de que es más que probable que harán daño a aquel de quien estamos hablando . Es una trampa en la cual es muy fácil caer, y debemos tener mucho cuidado para no caer en práctica tan extendida como es el chisme.
Si permites que este gigante te agarre por el cuello, no tardarás mucho en convertirte en un chismoso crónico. Andarás hablando de todo mundo, sin importar si lo que dices es verdad o no. Decimos cosas en tal manera que la gente se queda con un interrogante en su cabeza. Decimos: “Es una buena persona, pero ¿no has oído lo que dicen de ella?” Y usamos aquel misterioso tono de voz, como si un secreto eterno nos hubiera sido revelado. Por supuesto, exigimos: “¡No se lo digas a nadie!” El gigante del chisme realmente puede lastimar o despedazar a otros.
Alguien dijo: “incluso el chisme y la crítica que intentan ser positivos no se quedan así por mucho rato.” Si realmente queremos ayudar, tal vez deberíamos ir directamente a la persona involucrada, y recibir información de primera mano en cuanto a los hechos. ¿Es cierto lo que he oído? Si no, debemos suprimir la historia allí mismo. Si llegara el caso de que es verdad, entonces allí mismo podemos decidir lo qué es necesario hacer. O bien vamos directamente a la persona involucrada, o bien acallamos el asunto por completo y no permitimos que el chisme nos controle la boca.
Vencer a este gigante suprimiría mucha conversación ociosa. También eliminaría mucho sufrimiento y muchos corazones hecho pedazos. Eliminaría el remordimiento; y no tendríamos que decir: “¡Ojalá nunca hubiera dicho tal cosa!” Pero, ¡cómo nos tiene sujetos este gigante! Se introduce en nuestras vidas, y acabamos sometiéndonos a su control. Nos aleja de lo mejor de Dios,
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