El Señor De Los Milagros

“lA El señor de los temblores y su influencia en el Perú”

Las multitudes católicas en el Perú, como parte cultural y tradicional, rinden desde hace más de tres siglos manifiestos a un Jesucristo venerado como “El señor de los milagros”. Este Cristo, en el lienzo con el que se le representa, aparece crucificado. Sobre la cruz, se logra ver el Espíritu Santo y el Padre. A su lado, Su santísima madre, María, y a su derecha; el apóstol San Juan. Además de su hermosura, el lienzo es una maravillosa representación de las verdades de nuestra fe. Este, se lleva en procesión en varias ocasiones en el mes de octubre desde hace ya varios años. Miles de devotos asisten a estas celebraciones con atuendos morados; cual es su color representativo. Pero, ¿Cuál es la historia de El Señor de los Milagros?, ¿Ha modificado, acaso, la cultura Limeña? La respuesta a estas dos preguntas van a ser explicadas y analizadas en estas líneas a continuación.

La devoción hacia este Cristo, también llamado “Cristo moreno” o “Cristo de Pachacamilla”, empezó en Lima, exactamente en el siglo XVII que, en ese entonces, pasaba por una etapa de inmigración muy grande. Es aquí, donde podemos apreciar toda la variedad de razas que había en ese entonces. Gracias a esa variedad y a lo diversa que era Lima, un Cristo fue pintado sobre una edificación en Pachacamilla. Los angoleños, autores de esa imagen, y provenientes de África, habían formado cofradillas que veneraban a diferentes santos y los pintaban de una manera grandiosa: con una artesanía hermosa y una gran capacidad catequética.

El 13 de noviembre de 1655, meses después del pintado del Cristo de Pachacamilla, un fuerte terremoto, y uno de los más fuertes de la historia de Lima, sacudió fuertemente dicha ciudad incluyendo al muro en el que estaba pintado el Cristo por el que miles de personas le llaman ahora “El Cristo de los temblores”:

“La tarde del sábado 13 de noviembre del mismo año, un pavoroso y destructor terremoto estremeció Lima y Callao, causando la caída de muchas iglesias y mansiones, […]. Se abrieron dos profundas grietas en la Plaza de Armas y en otras partes de la ciudad, en la isla de San Lorenzo se desprendieron gigantescos peñascos que cayeron al mar con horroroso estruendo. Como era de esperarse, el sismo afectó la zona de Pachacamilla, donde estaba situada la cofradía de los angoleños, pero hecho providencial, a pesar de haberse caído gran número de paredes, quedó incólume el muro de adobe donde estaba pintada la imagen del Cristo Crucificado” 1 .

Ante la destrucción, el caos y el horror de tal movimiento telúrico, es aquí donde la población se percata que el Cristo de Pachacamilla seguía en pie, más radiante que nunca. Las peticiones al señor comenzaron a tomar parte cada vez en mayor cantidad gracias a multitudes más extensas. El perdón y el agradecimiento cada vez era más grande hacia esta gran figura. La fe se fortalecía y la unión del pueblo se hacía más fuerte.

Tan solo quince años después de aquella ocasión, Antonio León de la parroquia de San Sebastián, empezó a dar devoción al Cristo morado. Allí, ocurrió entonces

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