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JESUS EN EL ORIGEN DE LA CRISTOLOGÍA: DEL JESUS PRE-PASCUAL AL CRISTO PASCUAL.


Enviado por   •  12 de Junio de 2012  •  2.668 Palabras (11 Páginas)  •  3.112 Visitas

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JESUS EN EL ORIGEN DE LA CRISTOLOGÍA: DEL JESUS PRE-PASCUAL AL CRISTO PASCUAL.

Antes de la resurrección de Jesús, los discípulos no habían percibido el verdadero significado de la persona y de la obra del maestro.

La resurrección de Jesús, sin embargo, no puede reducirse a una experiencia pascual, entendida como experiencia de conversión de los discípulos.

La transformación operada por la resurrección afecta en primer lugar a Jesús mismo: es objetiva en él y subjetiva en los discípulos; sólo puede ser percibida por la fe de los discípulos.

El hecho de que la resurrección de Jesús y la experiencia pascual de los discípulos marquen el inicio de su fe cristológica, no significa que la resurrección de Jesús baste por si solo para probar la identidad personal del Resucitado como Hijo de Dios: la identidad personal de Jesús es objeto de fe y no es susceptible de demostración alguna. Las apariciones del Resucitado a sus discípulos son, señales capaces de ayudar a la fe.

Los discípulos llegaron a la fe a través de la resurrección porque las apariciones señalaban que Jesús había alcanzado más allá de la muerte el estado escatológico.

Como todos los documentos del Nuevo Testamento, incluidos los evangelios sinópticos, transmiten siempre una interpretación de la fe de la historia de Jesús a la luz de la experiencia pascual de los discípulos, no tenemos acceso al Jesús histórico sino a través del Cristo de la fe.

LA MISION DE JESUS

El Reino de Dios (término presente desde el AT. Consistía para Juan bautista en un juicio, algo con temor, y para Jesús es el dominio de dios y es dios mismo que irrumpe la historia del hombre, se renuevan los valores: libertad, fraternidad, paz y justicia. Irrupción significa que no es pacífica) y su llegada es el tema central de la predicación de Jesús. El tema era conocido ya antes de él y concebido de manera diferente. El Reino de Dios es símbolo del nuevo dominio que Dios instaurará en el mundo restableciendo todas las relaciones entre Dios y los hombres así como entre los hombres entre sí. Para Jesús, además, el Reino de Dios es inminente, ya ha comenzado a manifestarse con su misma misión (ya está presente pero falta algo, estamos en contacto con Jesús pero no estamos en el cielo todavía.) . La misión inicial de Jesús va acompañada de milagros; son signos y símbolos de que Dios por medio de Jesús está instaurando su dominio en la tierra, venciendo el poder destructivo de la muerte y el pecado y forman parte de la presencia ya efectiva del Reino de Dios.

El Reino de Dios, en realidad, quiere decir Dios mismo. Es el gobierno de Dios entre los hombres. Esto exige una completa reorientación de las relaciones humanas y un ordenamiento de la sociedad humana según la intención de Dios. El Reino de Dios se dirige a los pobres, a los sectores de gente despreciada, oprimida y aplastada. Para todos ellos Jesús manifiesta una opción preferencial que constituye una declaración a su favor por parte de Dios. Los verdaderos pobres son también los limpios de corazón, abiertos a Dios y a su Reino. Juezas no solo manifiesta una opción preferencial por los pobres, sino que se identifica personalmente y se asocia preferentemente con ellos.

Jesús es el profeta escatológico del Reino de Dios en el que no sólo se anuncia el Reino, sino que se realiza. Toda su misión se centra en el Reinado de Dios, esto es, es Dios mismo. Jesús vino a anunciar a Dios y ala llegada de su Reinado y ponerse a su servicio. Dios está en el centro no el mensajero.

LA IDENTIDAD PERSONAL DE JESUS

Jesús no es sólo un profeta que anuncia el Reino de Dios, se sitúa en relación con Dios y su Reinado de una manera nueva: en su vida y en su persona.

Jesús no parece reivindicar pretensión alguna de ser el “Mesías”, el Cristo, el descendiente de David. Sin embargo, dos escenas en las que la cuestión mesiánica se plantea de modo explícito en referencia a Jesús: la confesión de Pedro de Cesárea de Filipo y la escena del proceso de Jesús ante el Sanedrín. Jesús se abstuvo de usarlo a no ser que otros le incitaran a aceptar el título mesiánico.

Jesús no se presentó como el profeta anunciado por Moisés. Más bien se identificó con el misterioso “Siervo paciente de Dios” Este título gozaba de baja estima entre la gente.

Por lo que respecta a la expresión “Hijo del hombre” se sigue discutiendo si Jesús la usó para hablar de sí mismo o a otro. La postura de Bultmann consiste en considerar auténticos aquellos dichos atribuidos a Jesús en los que el Hijo del hombre podría entenderse como referido a otro. Sin embargo, Hijo de Dios es cierto. En ninguno de estos casos, este título indicaba algo más que una filiación metafórica y para expresarla, se debería haber asumido un significado sobreañadido que abarcara el totalmente nuevo de filiación divina natural de Jesús.

Más allá de todos los títulos, y a pesar de la aparente actitud reacia de Jesús a declararse, de sus palabras y acciones se trasluce una autoconciencia sorprendente. En sus palabras y acciones aparece su autoconciencia.

Su total originalidad y diferencia se manifiestan de muchos modos

1) Su estilo trascendente de dar cumplimiento a las promesas del AT. Su realización de manera nunca esperada.

2) La forma en que se sitúa de cara al Reino de Dios. Afirma que está irrumpiendo en el pueblo gracias a él, a su vida, misión y predicación. Su ministerio es la intervención decisiva de Dios en el mundo. Sus milagros son parte de la instauración del reino de Dios en la tierra.

3) Jesús se presenta como rabí. Pero su enseñanza suscita asombro, pues enseña con una autoridad singular, a diferencia de los escribas, que simplemente interpretan la Ley. Jesús sostiene que su autoridad es superior a la de Moisés. Jesús proclama el designio definitivo de Dios no como una lección que ha aprendido de la Escritura ni tampoco como un mensaje recibido de Dios y que se le ha encomendado enunciar, sino como fruto de su inefable familiaridad con el pensamiento mismo de Dios.

4) Jesús enseñaba en parábolas. Explican el modo en que Dios inaugura su Reino en la tierra, Al mismo tiempo, manifiestan la conciencia que Jesús tenía de ser el hijo predilecto sobre el que se establece el Reino de Dios.

5) La sorprendente cercanía a Dios. La más clara manera de invocar a Dios como su Padre utilizando el término Abba. El término representaba la manera familiar e íntima con la que un niño judío se dirigía a su propio padre terreno: “papá”. Esta expresión transmite la intimidad sin precedentes de la relación de Jesús con Dios, su Padre, así como la conciencia de una singular cercanía

Si Jesús hubiera dicho que era Dios habría provocado

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