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LA MUERTE


Enviado por   •  16 de Mayo de 2014  •  496 Palabras (2 Páginas)  •  202 Visitas

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Durante una pausa en el proceso Melvinski, en el vasto edificío de la Audiencia, los miembros del

tribunal y el fiscal se reunieron en el despacho de Ivan Yegorovich Shebek y empezaron a hablar del

célebre asunto Krasovski. Fyodor Vasilyevich declaró acaloradamente que no entraba en la jurisdicción del

tribunal, Ivan Yegorovich sostuvo lo contrario, en tanto que Pyotr Ivanovich, que no había entrado en la

discusión al principio, no tomb pane en ella y echaba una ojeada a la Gaceta que acababan de entregarle.

-¡Señores! -exclamó¡Ivan Rich ha muerto!

-¿De veras?

-Ahí está. Léalo -dijo a Fyodor Vasilyevich, alargándole el periódico que, húmedo, olía aún a la tinta

reciente.

Enmarcada en una orla negra figuraba la siguiente noticia: «Con profundo pesar Praskovya Fyodorovna

Golovina comunica a sus parientes y amigos el fallecimiento de su amado esposo Ivan Ilich Golovin,

miembro del Tribunal de justicia, ocurrido el 4 de febrero de este año de 1882. El traslado del cadáver

tendrá lugar el viernes a la una de la tarde.»

Ivan Ilích había sido colega de los señores allí reunidos y muy apreciado de ellos. Había estado enfermo

durante algunas semanas y de una enfermedad que se decía incurable. Se le había reservado el cargo, pero

se conjeturaba que, en caso de que falleciera, se nombraría a Alekseyev para ocupar la vacante, y que el

puesto de Alekseyev pasaría a Vinnikov o a Shtabel. Así pues, al recibir la noticia de la muerte de Ivan

Ilich lo primero en que pensaron los señores reunidos en el despacho fue en lo que esa muerte podría

acarrear en cuanto a cambios o ascensos entre ellos o sus conocidos.

« Ahora, de seguro, obtendré el puesto de Shtabel o de Vinnikov -se decía Fyodor Vasilyevich-. Me lo

tienen prometido desde hace mucho tiempo; y el ascenso me supondrá una subida de sueldo de ochocientos

rublos, sin contar la bonificación.»

«Ahora es preciso solicitar que trasladen a mi cuñado de Kaluga -pensaba Pyotr Ivanovich-. Mi mujer

se pondrá muy contenta. Ya no podrá decir que no hago maldita la cosa por sus parientes.»

-Yo ya me figuraba que no se levantaría de la cama -dijo en voz alta Pyotr Ivanovich-. ¡Lástima!

-Pero, vamos a ver, ¿qué es lo que tenía?

-Los médicos no pudieron diagnosticar la enfermedad; mejor dicho, sí la diagnosticaron, pero cada uno

de manera distinta. La última vez que lo vi pensé que estaba mejor.

-¡Y yo, que no pasé a verlo desde las vacaciones! Aunque siempre estuve por hacerlo.

-Y qué, ¿ha dejado algún capital?

-Por lo visto su mujer tenía algo, pero sólo una cantidad ínfima.

-Bueno, habrá que visitarla. ¡Aunque hay que ver lo lejos que viven!

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