LES ASEGURO HERMANOS
Enviado por amiguitof • 6 de Marzo de 2020 • Reseña • 824 Palabras (4 Páginas) • 155 Visitas
“Os aseguro hermanos que hoy he visto maravillas”
Freddy E. Suárez G.
Acólito Instituído
Iglesia Católica.
En la vida del gran santo, Francisco de Asís, aconteció que, padeciendo una enfermedad en su vista. Ya que era muy singular en él, derramar copiosas lágrimas ante su Hacedor, creyendo que para tener una vida de perfección debería todos los dias purificarse en el “baño de lágrimas”, que consistía en lavar sus ojos interiores, sin importarle las consecuencias que ello derivaría a sus ojos corporales. Francisco, adquirió una gran enfermedad de la vista, y ante esta practica, el médico que le trató en su tiempo, le recomendó abstenerse de llorar copiosamente, si no quería quedar totalmente ciego. Ante esta recomendación del médico, el santo inquirió a éste, respondiéndole: «Hermano médico, por mucho que amemos la vista, que nos es común con las moscas, no se ha de desechar en lo más mínimo la visita de la luz eterna, porque el espíritu no ha recibido el beneficio de la luz por razón de la carne, sino la carne por causa del espíritu». ya que entendía que para ver a Dios no se podía reprimir las lagrimas que le llevan al hombre a esa dignidad. Es decir, a contemplar el rostro de Dios.
Francisco de Asís, ante el llamado de los médicos, y en obediencia a su ministro general fray Elías, quien también le invitaba a que se acogiera a la ayuda médica, se doblegó; y haciendo caso a los ruegos, accedió a cauterizarse sus ojos, practica rudimentaria, pero sana en ese tiempo. Esta contraposición, de lo bueno a lo doloroso, en que se constituía esa operación, el “pobrecito de Asís”, la acogió con la gran simplicidad y fe, que le caracterizaba.
Llegado el momento de tan fuerte cirugía óptica, el cirujano prepara el instrumento del cauterio colocándolo al fuego, y quien en un tiempo alabó al Señor en el Canto a las criaturas, con esta expresión: “Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual iluminas la noche, y es bello y alegre y vigoroso y fuerte”. Ahora, le ha tocado ante tan semejante horror y dolor, que le pudiere ocasionar esa acción, sumirse en una oración-conversación, con quien se constituiría en su verdugo, de esta manera:«Mi querido her- mano fuego, el Altísimo te ha creado poderoso, bello y útil, comunicándote una deslumbrante presencia que querrían para sí todas las otras criaturas. ¡Muéstrate propicio y cortés conmigo en esta hora! Pido al gran Señor que te creó tempere en mí tu calor, para que, quemándome suavemente, te pueda soportar». Y culminada la misma, se hace la señal de la cruz; comenzando así, tan delicada intervención quirúrgica.
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