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La Biblia


Enviado por   •  6 de Diciembre de 2014  •  383 Palabras (2 Páginas)  •  172 Visitas

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Muchas veces sentimos ganas de tomar algo que no es nuestro, o de decir mentiras.

En algunas ocasiones lo hacemos, pero en otras no lo hacemos porque sabemos que

está mal. Y el no hacerlo cuesta más

trabajo que el actuar mal, si nos olvidamos de la promesa que tenemos de obedecer a

Dios.

- Antes de crear al ser humano, Dios creó unos seres espirituales, a quienes llamó

ángeles.

- Uno de esos ángeles fue orgulloso y quiso tener todos los poderes de Dios. Entonces

desobedeció a Dios y se rebeló contra Él, por lo que, de ser un ángel bueno se convirtió

en un ángel malo.

- A este ángel malo y a todos los que lo siguieron, los llamamos demonios.

- Como los ángeles malos quisieron ser como Dios y no pudieron, se dedicaron a hacer

el mal.

- Para completar la obra de la creación, Dios creó a nuestros primeros padres, Adán y

Eva, y cuando los creó les puso una condición para que pudieran vivir para siempre

felices en el Paraíso.

- La condición era que no comieran del árbol del bien y del mal. Este mandato consistía

en confiar siempre en Dios y ser amigos suyos.

- Pero ellos, al igual que los demonios, quisieron hacerse como dioses y le dieron las

espaldas a Dios, tratando de alcanzar la felicidad por su propio medio. Esto es lo que

llamamos el pecado original.

- Dentro de los seres humanos hay tendencias y fuerzas que, como a los ángeles malos,

les llevan también a desconfiar de Dios y a rebelarse contra Él. A esto es a lo que se

llama las tentaciones. Cuando las aceptamos, pecamos. Cuando aceptamos la

tentación, estamos dando las espaldas a Dios.

- Sin embargo, Dios no abandona al ser humano sino que le ofrece la posibilidad de

salvación, para superar el pecado y vencer la tentación.

- Nosotros solos no somos capaces de vencer la tentación. Pero para eso Jesús nos da

su Espíritu: con el Espíritu recibimos la fuerza de Dios y vencemos la tentación. Este don

se activa a través del Bautismo.

- Contando con esa fuerza de Dios fue que, cuando fuimos bautizados, a través de

nuestros papás y padrinos hicimos el compromiso de renunciar: al demonio –es decir, a

su actitud de rebeldía y soberbia–; a sus obras –es decir, a actuar como él– y a sus

seducciones –es decir, a caer en las tentaciones–.

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