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La Conversión


Enviado por   •  12 de Octubre de 2014  •  1.076 Palabras (5 Páginas)  •  151 Visitas

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LA CONVERSIÓN: MI VIDA ES MÍA

Hay dos narraciones en el Evangelio, que hablan de dos hombres. Son dos historias. Dos maneras de vivir.

UN MUCHACHO ATADO

La segunda historia es amarga, dura. Dice el Evangelio que un muchacho se acercó a Jesús: -Maestro, ¿qué hace falta para ganar la vida eterna? Jesús le replicó: -Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. -¿Cuáles? —preguntó él. -No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falsos testimonios, honrarás a tu padre y a tu madre.

El muchacho dijo: -Todas esas cosas las he guardado desde que era un niño. ¿Qué me falta? Y Jesús le respondió: -Anda, vete, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y luego ven y sígueme. Fue entonces cuando el diálogo se cortó. Se cortó en seco la mirada entre los dos. Se cortó la sonrisa en la cara del muchacho, y se cortó la alegría que llevaba en su corazón. Y se marchó sin decir palabra.

Atado a sus cosas, atado a su casa, atado a sus riquezas, se fue. Se fue triste, se le acabó la ilusión, porque amarrado a lo que tenía, no pudo ser libre. Se fue triste. Vivió triste. Murió triste. Su sonrisa no debió recobrarla nunca más.

Habría podido ser una historia maravillosa, y sin embargo nada sabemos de él, ni siquiera su nombre. Sólo que era un muchacho rico...y que lo más seguro envejeció atado a sus riquezas.

UN RECAUDADOR SALVADO

Tal fue la historia. Vivía en Jericó un recaudador. Un hombre de aquellos que cobraba impuestos sirviendo al poder romano y que se había hecho rico en esa labor. Su nombre era Zaqueo. Un día, mientras caminaba por la plaza, escuchó el rumor de que llegaba Jesús el de Nazaret, el profeta galileo. Sintió curiosidad. Se preguntaba cómo sería aquel hombre que había hecho milagros en los pueblos del norte, y salió a su encuentro.

Pero a pesar de sus riquezas, Zaqueo era bajo y la multitud no lo dejaba ver. Entonces se subió a un árbol para ver al Señor cuando Él pasara. Se subió sin darle importancia a las burlas de la gente, ni a las risas de los niños. Se subió porque quería ver a Jesús.

Tal vez no sabía bien por qué, pero se lo mandaba el corazón y se subió. Y, entonces, Jesús pasó y fue Él el que reconoció al recaudador. Mirándolo le gritó: -Anda, Zaqueo, baja del árbol porque hoy tengo que quedarme en tu casa.

Cuentan que él bajó llenó de alegría y que entró con Jesús en su casa. Le parecía imposible que el profeta hubiera elegido para hospedarse el hogar de un pecador, y aunque la gente murmuraba afuera, él seguía saltando de gozo adentro. E hizo fiesta. En medio del banquete se puso de pie y dijo: -Doy la mitad de mis bienes a los pobres y a todos a los que les robé, les devolveré cuatro veces lo robado. Hubo un gran silencio. Zaqueo lloraba de alegría. Jesús dijo entonces:

-Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también este hombre era hijo de Abraham. Es que yo he venido a buscar lo que estaba perdido y

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