La Oración
Enviado por LEnriqueRamG • 20 de Mayo de 2013 • 7.297 Palabras (30 Páginas) • 255 Visitas
La oración: análisis y líneas a seguir
INTRODUCCIÓN
Quisiera comenzar esta reflexión señalando tres ideas que van a marcar el desarrollo y los temas a tratar de la misma. Estas ideas son las siguientes:
1. La oración es fundamental para la vida del cristiano. No hay nada que pueda substituir a la oración: ni las buenas obras, ni el trabajo, ni las buenas intenciones...
2. Todos hemos escuchado en más de una ocasión que la oración es importante pero a la hora de la verdad no se tocan temas fundamentales que pueden ser respuesta al problema de nuestra oración y seguimos como siempre. A la hora de la verdad, todos queremos orar y orar bien. Por este motivo, intentaré dar respuesta a algunas cuestiones de fondo que me parecen importantes y que nos pueden ayudar en nuestra oración.
3. Hablar de la oración y de su problemática supone cuestionarnos nuestra propia vida. Al hablar de la oración no podemos quedarnos en contar cosas como dónde orar, cuándo, qué hay que perseverar... La oración nos remite a la vida. Por este motivo, esta reflexión no se quedará en la oración, sino que nos llevará a plantearnos la autenticidad de nuestra vida.
I. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
1. Situación actual de la oración
Aunque por todos sitios están apareciendo publicaciones, jornadas, cursillos... en torno a la oración y se está dando una creciente inquietud por la experiencia de la misma, creo que no todo es tan bonito como parece a simple vista. De hecho, si tuviese que describir en tres palabras la situación actual de la oración utilizaría estas tres:
- Crisis. Cuando hablo de crisis quiero decir que, por un lado, se ha tomado conciencia de que la oración es algo muy importante, pero, paradójicamente, pasa por unos momentos difíciles.
- Perplejidad. Por un lado se insiste mucho en la importancia de la oración y, por otro, la respuesta es más bien escasa.
- Ambigüedad. La oración no es vista por todos de la misma manera. Unos dicen que el trabajo es oración y otros que no; unos dice que la oración es lo más importante y otros que la vida; para unos ir por la calle hablando con Dios es oración, para otros la oración debe ser algo más profundo que un simple “contar cosas”; para unos la oración me lleva a amar a Dios y para otros eso de amar a Dios son tonterías...
2. Experiencia frustrante de la oración
En teoría la oración debería ser una experiencia gratificante como ninguna pues es “tratar de amistad con Dios”. Sin embargo, llama la atención que a la hora de la verdad la oración se vive como una experiencia frustrante, hasta tal punto que hoy muchos viven una especie de desencanto porque no encuentran en ella lo que esperaban.
A la hora de la verdad la oración nos parece algo difícil porque, por más que lo intentamos, las distracciones son habituales; nos cuesta centrarnos en la oración; los momentos de aburrimiento y cansancio son, en muchas ocasiones, más abundantes que las experiencias gratificantes...
Ante esta realidad vienen a nuestra mente de forma espontanea una serie de preguntas:
- ¿Es que le gusta a Dios jugar al escondite?
- ¿Será que yo no estoy hecho para la oración?
- ¿No estaré perdiendo el tiempo en la oración cuando puedo estar haciendo otras cosas?
- ¿Tiene sentido la oración?
- ¿Para qué sirve la oración? ¿No es mejor dedicar el rato de la oración a cosas más útiles?
3. Tenemos razones para no orar
Llama la atención que, a pesar de creer que “la oración es muy importante”, la triste realidad es que oramos poco. Pero lo más triste es que solemos justificar nuestra ausencia de oración a base de razonamientos, lo cual es algo serio. Y, más triste aún es ver cómo a veces hacemos más esfuerzo por camuflar las verdaderas razones que por enfrentarnos a ellas.
Entre las razones que podemos poner los religiosos señalo tres:
Cuántas veces hemos escuchado esta excusa: “no tengo tiempo”. Son muchos los que están cargados de trabajo o de estudio y manifiestan con total tranquilidad que no tienen tiempo para hacer oración. En el fondo de sus palabras da la impresión de que dicen: “Yo quisiera hacer oración, pero es que no tengo tiempo”. Excusas. La realidad, aunque no lo parezca, es que nos cuesta más hacer oración que trabajar.
Decía San Agustín: “El que quiere y no puede es que aún no quiere del todo”. Si no se hace oración es porque no se tiene ganas. Porque, de hecho, tenemos tiempo para aquello que nos gusta
Así pues, la excusa de la “falta de tiempo” manifiesta la poca importancia que se da a Dios en la vida. Porque, no nos engañemos, cuando se tienen que hacer muchas cosas, lo primero que se deja es la oración.
La excusa de la falta de tiempo suele venir acompañada de la siguiente afirmación: “Pero el trabajo también puede ser oración”.
La pregunta que hay que hacerse es: ¿Puede ser el trabajo oración? Si... Otra cosa es que realmente lo sea. En cualquier caso, sólo aquellos que han llegado a profundizar en la oración hasta el punto de sentir la presencia de Dios en todos los acontecimientos de su vida pueden llegar a decir que el trabajo y hasta toda su vida es oración. Pero si no se dedica uno o varios momentos al día para estar a solas con Dios me extraña mucho que se consiga:
“Quien no se acuerda de Dios en el descanso y en el ocio, ¿cómo va a acordarse de él en las prisas y en los trabajos? En cambio, quien se acuerda de Dios en el reposo se capacita para no olvidarlo ni siquiera en el trabajo, a fin de que su mismo trabajo no desfallezca” (San Agustín, In ps. 62,15)
Por último, una razón que, aunque no se formule de forma explícita, si está en la mente de muchos cristianos condicionándoles en su vida de fe es que la oración no ofrece ninguna utilidad.
Es cierto que vivimos rodeados de numerosas dificultades que nos impiden buscar tiempos de oración: los religiosos dirán que están agobiados de trabajo, que tienen que preparar las convivencias, las clases; que tienen que ir a confesar, visitar a los enfermos, estar por la tarde en el despacho para recibir a la gente, reunirme con los catequistas o monitores,... y la gente de la calle puede decir que tienen el trabajo, llevar a los niños al colegio, limpiar la casa, hacer la declaración de la renta, mirar los deberes de sus hijos, que tienen mucha materia para estudiar, que ahora les toca el entrenamiento,...
Pero, si hemos llegado a una situación tal en la cual tenemos tiempo para todo, menos para la oración, es necesario que nos paremos y nos planteemos cuáles son nuestras prioridades porque el problema no está fuera de nosotros
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