La alegría de cumplir 50 años

La alegría de cumplir 50 años

        El pasado 9 de febrero tuve el privilegio de poder asistir al XVIII Congreso Andaluz de Hermandades “Pollinicas” que organizó la Cofradía de Nuestro Padre Jesús de la Misericordia a su Entrada Triunfal en Jerusalén y María Santísima de la Paz y Esperanza. Se inició con un desayuno en la plaza del Teatro Ciudad de Marbella donde posteriormente se llevaron a cabo una serie de ponencias de enorme interés y calidad. Por la tarde enseñamos a las distintas Cofradías y Hermandades que acudían desde otros municipios nuestras Casas Hermandades de las Cofradías que componemos el Casco Antiguo de la ciudad de Marbella. Tras ello, cerraron el día con la celebración de una Santa Misa por parte de nuestro Obispo de Málaga, Monseñor Jesús Catalá, en nuestra sede parroquial, la Iglesia de la Encarnación.

        Pude ver en todo ello el trabajo excelente de quien este año cumple 50 años. La experiencia a la hora de organizar un evento de tal magnitud, el trato recibido, la preparación cariñosa y detallista, todas y cada una de las señales que hacían presagiar que estos 50 años se iban a cumplir con alegría, orgullo y buen hacer. La alegría tan necesaria en una Cofradía que, a diferencia del resto de las que componen la Semana Santa de Marbella, debido a nuestra iconografía de la Pasión, grita con entusiasmo y jovialidad la llegada del Señor, Los que iban delante y los que seguían a Jesús, gritaban: “¡Hosana! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito sea el Reino que ya viene, el Reino de nuestro padre David! ¡Hosana en las alturas!”. (Marcos 11, 9-11).

        Es para mi un honor ser partícipe en esta edición tan especial de vuestra revista anual. Igual que fue, en su momento, un honor acompañar a vuestros Sagrados Titulares durante mi infancia. Como muchos de aquellos “niños cofrades” de nuestra ciudad que citabais el pasado día 9 de febrero, esos niños que hoy se encuentran en muchas de las Juntas Directivas que conforman nuestras Cofradías, guiado por mis padres, cuando tuve edad suficiente para caminar solo, me llevaron hasta vuestra Casa Hermandad, a comprar la palma, pagar mi cuota de hermano y probarme la túnica, que en aquellos años era de verde raso para los que acompañábamos a Nuestro Padre Jesús, y de color blanco para quienes procesionaban en la sección de María Santísima de la Paz y Esperanza, a quien ya, una vez crecido lo suficiente, acompañé con, lo que fue para mí, mi primera experiencia con el rostro tapado con el capirote y cirio en mano.

        De aquellos años, recordados con nostalgia, guardo en la memoria enormes recuerdos de felicidad, familiares y cofrades. Asistir a la misa de la mañana del Domingo de Ramos de la mano de mi abuelo, realizar la postulación para la Agrupación de Cofradías, esperar a mis padres y poder cumplir con nuestro adaptado refranero local “Domingo de ramos, a quien no estrena algo, se le caen las manos”, pasar después por la Ermita de San Juan de Dios, donde se ultimaban detalles y los nervios, propios de quien se encuentra a horas de realizar su estación penitencial y ansía la llegada del momento, se palpaban en el ambiente. Y ese momento, llegaba. Bajaba con presteza por el “río”, pues vivía en la parte alta del barrio de Miraflores, al lado de la actual oficina del INEM, con la palma en la mano y ataviado ya con mi túnica y mi faraona. Aquella faraona, que me recordaba tanto a los primeros hombres de trono que portaban al Stmo. Cristo del Amor, y que, con acierto, recuperamos años después para nuestros hombres de trono las dos Cofradías Hermanadas. Era un símbolo que nos acercaba a los niños a creernos más adultos, y a pensar, soñando despiertos, en el día en que portaríamos sobre nuestros hombros a nuestros Sagrados Titulares.

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