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Predestinación


Enviado por   •  18 de Marzo de 2015  •  778 Palabras (4 Páginas)  •  177 Visitas

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Si los hombres son predestinados por Dios

Dificultades. Parece que los hombres no son predestinados por Dios.

1. Dice el Damasceno que “es necesario reconocer que Dios sabe de antemano todas las cosas, pero que no todas las predestina, pues de antemano conoce lo que hay en nosotros y, sin embargo, no lo predestina”. Pero los méritos y deméritos humanos están en nosotros, en cuanto por el libre albedrío somos dueños de nuestros actos. Luego lo referente al mérito y al demérito no está predestinado por Dios, y, por consiguiente, no hay tal predestinación del hombre.

2. Según hemos visto (S.Th. 1, 22, 1 y 2), todas las criaturas están ordenadas a sus fines por la providencia divina. Pero, si de las otras criaturas no decimos que son predestinadas, tampoco se debe decir del hombre.

3. Los ángeles son capaces de bienaventuranza lo mismo que los hombres. Sin embargo, no parece que les competa ser predestinados, porque nunca padecieron miserias, y predestinación, según San Agustín, es “propósito de tener misericordia”. Luego tampoco son predestinados los hombres.

4. Dios revela a los santos por el Espíritu Santo los beneficios que otorga a los hombres, como dice el Apóstol (1Co 2,12): “Pero nosotros no hemos recibido el espíritu de este mundo, sino el Espíritu que viene de Dios para que sepamos lo que por Dios nos ha sido dado”. Si, pues, los hombres fuesen predestinados por Dios, como la predestinación es un beneficio, la conocerían los predestinados, cosa evidentemente falsa.

Por otra parte, dice el Apóstol (Ro 8,30): “A los que predestinó, a ésos llamó”.

Respuesta. Compete a Dios predestinar a los hombres. Como ya dijimos (S.Th. 1, 22, 2), todos los seres están sujetos a la providencia divina. A la providencia pertenece ordenar las cosas al fin, como también hemos dicho (S.Th. 1, 22, 1). Pero las criaturas están ordenadas por Dios a un doble fin. Uno, desproporcionado por exceso con la capacidad de la naturaleza criada, y este fin es la vida eterna, que consiste en la visión de Dios y que está por encima de la naturaleza de toda criatura, como ya hemos explicado (S.Th. 1, 12, 4). El otro es proporcionado a la naturaleza criada, o sea, un fin que la naturaleza puede alcanzar con sus propias fuerzas. Pues bien, para que algo llegue a donde no puede alcanzar con las fuerzas de su naturaleza, es necesario que sea transmitido por otro, como lo es la flecha por el arquero; y por esto, hablando con propiedad, la criatura racional, que es capaz de vida eterna, llega a ella como si fuese transmitida por Dios. Pues la razón de esta transmisión preexiste en Dios, como preexiste en Él la razón del orden de todas las cosas a sus fines, en lo que hemos dicho (S.Th. 1, 22, 1) que consiste la providencia; y puesto que la razón que el autor de una obra tiene de lo que se propone hacer es una suerte

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