Redemptor Hominis
Enviado por Jhosito • 28 de Noviembre de 2012 • 2.460 Palabras (10 Páginas) • 933 Visitas
“Redemptor Hominis”
El misterio de la redención en Jesucristo y la dignidad del hombre, fue la primera encíclica de Juan Pablo II, escrita por el Santo Padre cinco meses después de su elección al pontificado.
En esta encíclica, decía el Servicio Informativo Vaticano, el Papa “trazaba las líneas maestras de su pontificado: el esfuerzo por acercar a todos los hombres a Cristo, el ecumenismo, la necesidad de potenciar la dimensión moral del progreso y la defensa de los derechos humanos.. tareas que debe afrontar la Iglesia para entrar en el nuevo milenio y que tienen su fundamento en una verdad expresada al inicio de la carta: “El Redentor del hombre, Jesucristo, es el centro del cosmos y de la historia.”
La encíclica se divide en cuatro capítulos “Herencia, “El Misterio de la redención”, “El hombre redimido y su situación en el mundo contemporáneo” y “La misión de la Iglesia y la suerte del hombre”. Fue firmada en Roma el 4 de marzo de 1979.
A los venerables Hermanos en el Episcopado
A los Sacerdotes
A las Familias religiosas
A los Hijos e Hijas de la Iglesia
A a todos los Hombres de Buena Voluntad
El destinario de la Carta Encíclica del Papa Juan Pablo II es la humanidad completa a todos los hombres y mujeres que sigan la palabra y busquen la salvación.
Juan Pablo II eleva sus pensamientos a Cristo Redentor, y agradece de forma especial a su predecesor Juan Pablo I por la herencia dejada a la iglesia.
Juan Pablo II tiene confianza en el Espíritu de Verdad.
Juan Pablo II menciona a el Papa Pablo VI y a Juan Pablo I.
La unión de la iglesia brota del principio de colegialidad, que se fundamenta en la colegialidad que el mismo Cristo injertó desde los Doce Apóstoles y que continúa manifestándose atraves de los Obispos, Sacerdotes y laicos alrededor de toda la Tierra.
El problema de la unidad de los cristianos fue planteado por el Papa Juan XXIII, la cita bíblica que se presenta es la siguiente: “para que todos sean uno, como tú, Padre, estas en mí y yo en ti”, esta exigencia fue respondida en el Concilio Vaticano II.
REDEMPTOR HOMINIS
"Hacia Cristo, Redentor del hombre"
Al cumplirse veinticinco años de pontificado de Juan Pablo II, ¿cómo releer la encíclica decisiva evitando la tentación de hacer balances que por motivos evidentes estarían absolutamente fuera de lugar? Tal vez precisamente acogiendo la invitación del Papa, que define esta encíclica al final de la misma como una meditación. Abordando este precioso texto con ritmo meditativo, se descubre la belleza de la figura de Cristo, el camino que a partir de esa inolvidable noche de octubre de 1978 está recorriendo el pueblo de Dios en forma especialmente fascinante junto al Sucesor de Pedro.
El nuevo Adán
Animada por la justa instancia respecto al carácter incoercible de la libertad del sujeto individual, la modernidad ha impulsado un replanteamiento de la relación verdad-libertad, en áspera dialéctica con la Iglesia y cayendo a menudo en las arenas movedizas del agnosticismo y el ateísmo. Si se da por sentado el deber de la libertad de hacer espacio a la verdad en su totalidad, afirmándose por consiguiente que la libertad está al servicio de la verdad, no sólo no se niega la verdad de la libertad, sino también se exalta todo su alcance. El Concilio Vaticano II asumió valerosamente esta preocupación de la modernidad mediante la enérgica formulación de una ponderada doctrina sobre la libertad de conciencia, articulada de distintas maneras a nivel de la persona, la comunidad eclesiástica y religiosa y la sociedad civil.
En este contexto, Redemptor hominis, en la estela del Concilio Vaticano II y con especial referencia a Ecclesiam suam, muestra que el peculiar carácter absoluto de Jesucristo, entendido como aquel que revela definitivamente el rostro de cada hombre, no anula la tensión dramática de la libertad del individuo ni lo despoja de su rol protagónico en el escenario del gran teatro del mundo. En cierto sentido, se puede decir que Redemptor hominis recoge en toda su profundidad la violenta provocación de Nietzsche: "La fe (...) se asemeja tremendamente a un permanente suicidio de la razón (...). La fe cristina es desde el principio sacrificio: sacrificio de toda libertad, de todo orgullo, de toda autoconciencia del espíritu, y al mismo tiempo servidumbre y escarnio de uno mismo, automutilación". Juan Pablo II propone el carácter central objetivo y absoluto de Jesucristo.
En la encíclica, Jesucristo no es presentado únicamente como aquel que redime al hombre pecador. "La Encíclica sugiere la idea de un carácter central de Cristo de orden radical y originario, y no parcial y derivado, como resultaría a partir de la idea de un Cristo que se considera dependiente del pecado de Adán" . Él no es puramente el Redentor, sino también el Jefe de la creación. En calidad de Jefe de la humanidad, Jesucristo es realmente el alfa. En Jesucristo, el hombre es pensado, deseado (predestinado), creado y no sólo redimido.
Redemptor hominis recoge así el legado de Dei Verbum, donde la Revelación es considerada en su valor histórico, como hecho concreto, sin perder en absoluto el riguroso carácter noético que le confiriera Dei Filius. La verdad de la persona y la historia de Jesús de Nazaret se presenta como forma plena (universale concretum) de la autocomunicación del Deus Trinitas a cada uno de los hombres. A partir de la Trinidad, la verdad es propuesta por el cristianismo como evento personal y comunitario que llega hasta la formulación necesaria y articulada del dogma. Para Redemptor hominis, el evento redentor se apoya en un cristocentrismo trinitario. Esto mismo será retomado luego en las otras dos encíclicas del tríptico (Dives in misericordia y Dominum et vivificantem).
"Adán renovado"
El cristocentrismo trinitario de la primera encíclica de Juan Pablo II, apoyado en el sólido y concreto anclaje histórico de Jesús de Nazaret, Dios y hombre verdadero, se califica como trinitario por cuanto revela el nombre propio del designio del Padre en cuanto al individuo, la humanidad y el cosmos mismo. Redemptor hominis llega de hecho a afirmar que "la revelación del amor y la misericordia tiene una forma y un nombre en la historia del hombre: se llama Jesucristo".
Tanto la reflexión trinitaria como cristológica y antropológica dan vida a una poderosa, pero debidamente articulada visión unitaria, que ofrece a la libertad del hombre una propuesta razonable y conveniente: "el hombre que desea comprenderse a sí mismo en profundidad -y no sólo de acuerdo con criterios y medidas del propio ser de carácter inmediato, parcial,
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