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Innovación: Necesidad Científica Y Elección Artística Jan Visser*


Enviado por   •  28 de Noviembre de 2012  •  2.196 Palabras (9 Páginas)  •  547 Visitas

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Innovación:

Necesidad científica y elección artística

Jan Visser*

La historia de la humanidad ha sido marcada dramáticamente por la invención y la adopción de innovaciones. La innovación ha permitido que la especie humana realice cambios cruciales en las condiciones de su propia existencia y desarrollo. Sigue siendo materia de reflexión si este cambio debe considerarse como algo bueno o malo, y en qué parte de la escala entre el bien y el mal ha dejado la marca de su impacto.

Teniendo en cuenta la asombrosa realidad de que en algún lugar del universo, en un momento del tiempo, la vida humana empezó a desarrollarse, se podría hacer la pregunta si a fin de cuentas importa lo que hagamos los humanos. Después de todo, el sistema solar al que pertenece nuestro planeta no es más que un evento periférico en la galaxia de la que forma parte, y esa galaxia, a su vez, no es más que un rincón minúsculo del universo. ¿No seremos totalmente insignificantes? Puede ser que sí, sin embargo, creo que la pregunta es relevante.

Hemos llegado a la etapa en la que queda claro, como lo señala Édgar Morin (2002), que “la humanidad planetaria es mortal” (p. 81). Morin también advierte que la humanidad, como fenómeno planetario, es mortal precisamente porque nuestra civilización ha producido los medios de destrucción que la han hecho mortal. En otras palabras, a la vez que no sabemos si algo parecido a la vida humana existe, puede haber existido o llegará a existir en alguna parte del universo, nos hemos vuelto lo suficientemente innovadores como para ponerle fin, si queremos, a ese mismo tipo de vida.

Yo propongo que las decisiones que pueden acercarnos o alejarnos de nuestro auto-aniquilamiento dependen en último término de nuestra capacidad para reflexionar sobre nosotros mismos, nuestras acciones y nuestro lugar en el universo, una capacidad que desgraciadamente queda subdesarrollada. El estado lamentable en que se encuentran importantes segmentos de nuestros sistemas educativos puede explicar, aunque sea parcialmente, este subdesarrollo de la mente. Permítanme observar, por lo tanto, con motivo de la inauguración de las “Cátedras de Innovación Educativa”, que este importante programa debe abordar de manera paralela tanto la innovación para la educación como la educación para la innovación. Debemos poder desarrollar las innovaciones que podrán mejorar la educación así como desarrollar el tipo de educación que nos permita vivir mejor con la innovación, sobre todo para cuidar sabiamente de nuestra conducta innovadora.

La prehistoria de la innovación

Everett Rogers (1995) define la innovación como “una idea, práctica u objeto que se percibe como nuevo por un individuo u otra unidad de adopción”. Una de estas ideas nuevas fue la introducción de la práctica planeada de la agricultura hace unos 10,000 años, la que reemplazó la práctica mucho más azarosa de cazar y recolectar los alimentos. Se estima que en el momento en que esto sucedió, la tierra estaba poblada por unos ocho millones de personas. El efecto de esta primera innovación importante se puede ver ahora mismo. Vamos a ver los números y lo que provocó los grandes cambios.

Con la introducción de la agricultura los humanos pudieron no sólo obtener sus alimentos de manera más eficiente, sino también producir más alimentos de los que realmente necesitaba para satisfacer sus necesidades inmediatas, lo que les permitía almacenarlos para su consumo posterior. Esto eliminó un importante mecanismo autorregulador que mantenía la población humana del mundo en un nivel más o menos estable determinado por la disponibilidad inmediata de los recursos de la naturaleza, básicamente de la misma forma en que se mantienen las poblaciones de otros animales en una proporción razonable.

Si hay demasiados animales para los alimentos disponibles, un grupo más numeroso de ellos no conseguirá suficientes alimentos y morirá. La invención de la agricultura trastornó ese equilibrio para los humanos, dando por resultado un aumento paulatino y descontrolado de la población mundial, que pasó inadvertido por mucho tiempo. Sin embargo, según Newman la tasa de crecimiento fue más que exponencial, de manera que la situación inevitablemente tenía que volverse explosiva algún día. Así que en tan sólo 8000 años – poco tiempo si uno considera que los homínidos han estado presentes en la tierra por varios millones de años – la población mundial pudo crecer hasta un nivel estimado de 250 millones al inicio de la era cristiana y luego doblarse para el año 1600, cuando alcanzó los 500 millones. Después de eso sólo hicieron falta doscientos años para que se doblara de nuevo, pues alrededor del año 1800 había mil millones de personas. El número aumentó tres veces en el siguiente siglo y medio, alcanzando los tres mil millones para el año 1960. Luego sólo hicieron falta cuatro décadas para que se doblara de nuevo y alcanzara los seis mil millones. Newman calcula que “nuestra capacidad de alimentar a todos usando nuestras técnicas agrícolas actuales se acabará, bajo condiciones ideales, alrededor del año 2020”.

El innovador inveterado

La referencia anterior a las consecuencias actuales de una de las primeras instancias de la conducta innovadora humana, podría asustarnos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que no seríamos lo que somos si nos hubiéramos desarrollado de otra manera. Gracias a la misma trayectoria de conducta innovadora, los humanos hemos podido liberarnos de las tareas de cubrir nuestras necesidades básicas, creando así las condiciones propicias para el desarrollo de cosas como la música, el arte, la ciencia, la religión, y el humor. En otras palabras hemos podido disfrutar de la vida, y no sólo vivirla.

Es evidente que cada innovación – y el ejemplo de la agricultura es una poderosa ilustración del principio – tiene la potencia para ocasionar tanto la felicidad como los problemas. La felicidad porque cuando la nueva idea, práctica u objeto se percibe como bueno, se adoptará para resolver uno de nuestros problemas actuales. Al mismo tiempo, inevitablemente ha de trastornar los equilibrios existentes, causando así nuevos problemas. Estos nuevos problemas exigen el desarrollo de la siguiente generación de innovaciones, cuya adopción generará el siguiente conjunto de problemas, que exigirán aún más innovaciones, y así sucesivamente. Habiéndonos encaminado por la ruta de las innovaciones, ya no podemos echarnos para atrás. La innovación es lo que nos caracteriza como especie. Por la naturaleza de nuestro ser, hemos de vivir con ella.

Newman señala: “Contrario a la creencia

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