SILICONA, LÁTEX Y REVOLUCIÓN. ALGUNAS CONSIDERACIONES CRÍTICAS PARA EL DEBATE ACTUAL DEL GÉNERO Y SUS DISPUTAS.
Enviado por • 2 de Mayo de 2014 • 3.572 Palabras (15 Páginas) • 294 Visitas
SILICONA, LÁTEX Y REVOLUCIÓN.
ALGUNAS CONSIDERACIONES CRÍTICAS PARA EL DEBATE ACTUAL DEL GÉNERO Y SUS DISPUTAS.
Pablo Silva Chavalos ●
“La tolerancia es la pasión de los inquisidores, el buen ladrón quisiera no tener que robar”.
Silvio Rodríguez
Marx, al inicio de “El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte”, plantea una de sus frases más célebres: La historia se repite dos veces. La primera como tragedia, la segunda como farsa . La relación de esta cita con la sexualidad, el dispositivo científico-político que la ha definido e instrumentalizado y el activismo disidente o institucional que históricamente ha devenido en un activismo pseudo democrático, pese a un primer escepticismo y sus improbabilidades, tiene su lógica.
La idea base a exponer será tratar de esbozar un análisis con cierto alcance marxista respecto al contexto actual del sexo/género, tanto en el debate teórico de la izquierda académica, expresada en la radicalización democrática posmoderna, como en el activismo concreto de sus representantes, con el fin de aportar una crítica a estas formas de concebir la política con la cual se alzan las actuales banderas de lucha del sexo/género respecto al poder científico-institucional que en gran parte las domina (incluida la psicología), pero por sobre todo, y esto es clave, las ha comenzado ya a dominar “democráticamente”.
Pero vamos por parte. Analicemos y démosle una interpretación concreta a la frase de Marx citada al comienzo. Argumentemos, en un primer análisis, la historia como Tragedia. Primer momento (sólo para situarme desde una perspectiva histórica quizás restringida y hasta arbitraria). El fascismo clerical, o cristianismo (disculpando las generalidades), condena a la hoguera a millares de maricones sodomitas por traidores al Imperio; por pecadores y herejes al dogma cristiano. Inquisición y Monarquía indisolubles en un período donde aquellos dos poderes eran sólo uno, en un período político atroz donde Dios y sus hordas lamentablemente gobernaban en el cielo y en la tierra. Es sin duda un período trágico, donde la Ilustración aún no hacía de las suyas respecto a definir, normalizar y patologizar la subjetividad y los cuerpos en un inventario humano sin precedentes en la Historia.
Segundo momento trágico. El Humanismo reformula el dogma. S. XIX. La historia de la sexualidad, parafraseando a Foucault, adquiere un matiz perversamente científico. Filosofía, Sociología, Demografía y Psiquiatría configuran un discurso de verdad sobre el sexo. La sexualidad se disecciona en todas sus partes en un laboratorio medico-social para determinar su esencia, sus relaciones internas, sus directas causalidades con el porvenir social y moral de la cultura . Es el episodio trágico del Humanismo en su afán pseudo progresista de iluminar el conocimiento respecto al cuerpo, el género, su deseo y sus prácticas concretas.
S. XX. Aportando a la tragedia en un nuevo acto. Psicoanálisis, (en sus mil y una interpretaciones), planteará en teoría y praxis clínica concreta las causas originarias de la homosexualidad (obviamente, sin ningún atisbo de humildad o crítica) y su cura para vivir armoniosamente una heterosexualidad acorde a una funcionalidad capitalista ya pasada de moda (¿o acaso hoy en día la gran industria gay no tiene al capitalismo en el paroxismo de la tolerancia y la multiculturalidad mercantil?)
Sin duda la psicología, y las ciencias sociales en general tengan mucho que lamentar de este último período trágico comentado (aunque en pleno 2010 muchos de sus profesionales no lo hagan. Particulares son los casos locales y a la chilena de una psicóloga que anda promocionando terapias para curar la homosexualidad y otra Sórdida que anda eufórica gritando a viva voz ¡Viva la Diferencia! ). Qué podemos ya criticar de la psicología. Antiguos test de personalidad, MMPI específicamente, que “científicamente” determinaban supuesta homosexualidad porque teníamos, como “hombres”, inclinaciones a actividades, prácticas o fantasías respecto a nuestro género/sexo vecino (decir opuesto ya huele a evangélico). Teorías perversamente biológicas que determinaban nuestra diferencia sexual por nuestra lateralidad cerebral. Hetero-horrendas fases del desarrollo que nos prometían una medalla de oro en el cuadro de la fama de una heterosexualidad funcional y suicida. Coqueteos eternos con el DSM, donde el orgullo científico chorrea sangre, silicona y otros fluidos en el diagnóstico que condenaba y sigue condenando la transexualidad, como inhumanidad, como una eterna inteligibilidad cultural imposible de ser vivida. Y un largo etc.
Es a partir de estos hechos históricos desde donde ya podemos configurar y delimitar un período trágico concreto con respecto a un contexto histórico determinado en el cual la relación de la sexualidad con los planos socio-institucionales (instituciones autoritarias de la sociedad civil, disciplinas científico-políticas como la psicología entre otras) devinieron problemáticas y hasta antagónicas en un plano antropológico que atañó a una cultura claramente pre-consumista o en otras palabras en un contexto donde la cultura capitalista, para reforzarse en su configuración global requería hacer para sí los antiguos valores clerical-fascistas que afianzaran una subjetividad acorde a reforzar la familia heterosexual como dispositivo político de producción de proletariado, entendiendo la sexualidad como reproducción y esta reproducción como mera reproducción de fuerza de trabajo. Esto en una lógica económica fordista, básicamente, producción serial de mercancías sin un mercado social diversificado. La Tragedia estaba en su clímax, su final era, sin embargo, improbable.
Podemos ya a partir de este primer planteamiento argumentar nuestro segundo momento histórico. La Farsa. Claro es que estos dos momentos no son mutuamente excluyentes en todos sus aspectos. Es preferible obrar con cautela en esta argumentación, señalando que si bien las lógicas han cambiando en muchos de sus aspectos, existen otros que no se han desembarazado de sus viejos fantasmas. Existen hoy en día, con lo que respecta al sexo/género, algunos sepultureros que osan reivindicar la vieja moral respecto a aquellos cuerpos, a aquella humanidad que se vuelve incoherente para un viejo sistema heterosexual que ya se cae a pedazos (en esto me refiero explícitamente por ejemplo a la transexualidad como imposibilidad de significarse como humanidad plena y reconocida en el ámbito social en contraste a una “homosexualidad”
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