Antecedentes De La Educación Preescolar
Enviado por rosasaucedo • 24 de Septiembre de 2013 • 3.677 Palabras (15 Páginas) • 311 Visitas
Reseña histórica de la educación a la primera infancia en México
El presente trabajo aborda un esbozo histórico sobre la educación y atención a la primera infancia hasta el año de 1992. Esta reseña nos permite apreciar las diferentes concepciones sobre la infancia y su rol en la sociedad como niño-adulto o de infancia negada, niño-hijo, niño-alumno o de infancia institucionalizada y niño-sujeto social o de infancia rencontrada.
Igualmente, permite ubicar los distintos enfoques sobre el tipo de atención que la sociedad y el estado mexicano le han brindado, desde los filantrópicos, hasta los asistenciales y pedagógicos, y cómo se fue dando la separación entre la educación preescolar y la educación primaria, y posteriormente entre la educación preescolar y la educación inicial, con los cambios y adecuaciones de política al interior del gobierno y sus distintas instancias de poder. Posteriormente entre la educación preescolar y la educación inicial, con los cambios y adecuaciones de política al interior del gobierno y sus distintas instancias de poder.
1. La infancia en las culturas mesoamericanas
En las sociedades prehispánicas, según Wright, 1 la familia era considerada como el núcleo básico. La educación impartida al seno de estas familias era tradicionalista, ya que pretendía trasmitir los usos y costumbres de las generaciones pasadas, “cuyo ideal religioso y bélico… (Residía) en transmitir la cultura del pasado de generación en generación y… perpetuar las clases o estamentos sociales”.2 En estas culturas se otorgaba a los niños un valor importante en el seno familiar. Los padres eran los responsables directos de la educación, formación e integración de sus hijos a la comunidad. El proceso educativo, de carácter progresivo, tenía un claro objetivo de ingreso a la vida productiva, económica y cultural, con una clara diferenciación sexista.
Entre los antiguos nómadas chichimecas, la educación reflejaba el carácter
Primitivo de su cultura. Los niños se adaptaban a los modos de vida de la generación adulta y de la sociedad y los imitaban de forma espontánea.
Los varones aprendían a pelear y cazar, y las hembras a recolectar y calentar alimentos. Con el cambio paulatino a una forma de vida sedentaria, se dio paso al surgimiento de castas sociales y a una educación intencionada rudimentaria, con el objetivo de perpetuar las tradiciones e influir en las generaciones jóvenes a fin de que adquirieran “los usos y destrezas, las costumbres y conocimientos de los adultos”.3 Para los nahuas, que era la cultura dominante en el Valle de México y centro del país, compuesta por los toltecas, los chichimecas y los aztecas, los niños eran altamente estimados. Según Colín, 4 esto se manifestaba en que se les comparaba con una piedra preciosa (turquesa o ámbar) o con una pluma de las aves rica en colorido (azul, rojo, verde, turquesa, amarillo). Estos dos objetos en la cultura náhuatl eran considerados como símbolos de la divinidad, como algo que embellecía e investía de valor, pero también en esta comparación estaba implícito el sentido de tributo y de ofrenda. Los niños no eran de sus padres, eran un don otorgado por los dioses, que podía serles retirado. Igualmente, se asociaba a los niños con el agua y la agricultura por la creencia que tenían de que renacían, como florecen los frutos sembrados.
Para los nahuas, la pareja de dioses creadores de la humanidad estaba formada por Ometeotl y Ometecutli, los cuales creaban a los bebés en el noveno cielo. El dios poseedor de los niños era Tezcatlipoca, al cual le pedían que velara por los niños de cuna. Este dios se representaba portando en su pie, como sostén de todo el cuerpo, a un espejo, símbolo del agua, elemento vital para la agricultura. Según sus creencias los niños antes de nacer se encontraban en el chichihualcuauhco o árbol nodriza a donde iban los niños de pecho, que no habían ingerido aún ningún alimento proveniente de la tierra, como aves mamando en abundancia de la leche más dulce. Al parto se le llamaba la hora de la muerte, donde la mujer parturienta libraba una guerra con ayuda de una partera. En el momento del parto se encendía un fuego que debía durar cuatro días después del alumbramiento. Después, la comadrona lavaba al recién nacido al mismo tiempo que dirigía palabras rituales a Chalchitlicue, diosa del agua. “Tened por bien, señora, que sea purificado y limpiado su corazón y su vida...lleve el agua toda la suciedad que en él está, porque esta criatura se deja en vuestras manos...”5 Terminado el baño se ofrecía al bebé a los dioses. Si era niño al sol, como símbolo de lo caliente, lo seco, y el cielo, y si era niña a Yoaltíciti, la curandera nocturna, símbolo de la tierra, la noche, lo frío y lo húmedo. El padre llamaba al tonalpouhqui o adivino, especialista en los libros sagrados, el cual preguntaba el momento exacto del nacimiento para saber su signo y ponerle un nombre. Si el niño nacía bajo buen signo se hacía público su nombre respectivo al día siguiente, si nacía en un día con un signo desfavorable, se esperaban para imponerle un nombre bajo el signo de uno de los cuatro días siguientes. El signo del día marcaba lo que ahora se llamaría temperamento o personalidad y era algo que no se podía cambiar. Terminados los rituales anteriores se procedía a un largo ceremonial de saludos por parte de los miembros de la comunidad, que duraba alrededor de veinte días, durante los cuales los ancianos formulaban largos discursos y las ancianas daban las gracias a los dioses.
La niña quedaba bajo el cuidado de la madre y el niño, después de los tres años, bajo el cuidado del padre. La educación se impartía en el seno familiar y, A los tres años de edad: al niño lo educaba el padre dándole consejos y media tortilla. A la niña la educaba la madre dándole consejos y media tortilla en cada comida… A los cuatro años: al niño el padre lo mandaba a hacer cosas livianas, relacionadas a actividades de varón y le daba una tortilla. A la niña, la madre jugaba con ella a la comidita o a tejer y le daba una tortilla en cada comida… A los cinco años: al niño le hacían cargar leña o envoltorios de poco peso al tianguis y le daban una tortilla en cada comida. A la niña, que se quedaba en la casa, la madre le hacía practicar con la rueca para hilar y le daba una tortilla en cada comida.6
Las reglas sociales y los límites impuestos a los hijos eran muy firmes y precisos. Los niños eran criados en un ambiente de trabajo y disciplina, contra la pereza, carente de mimos excesivos pero con afecto y cariño. Se les obligaba a someter a todas sus necesidades a rigurosas disciplinas.
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