Apartes Conduccion Del Niño
Enviado por Luzmaryep • 6 de Septiembre de 2011 • 1.828 Palabras (8 Páginas) • 847 Visitas
La edificación del carácter de vuestros hijos es de más importancia que el cultivo de vuestras granjas, más esencial que la edificación de casas para vivir, o la ocupación en cualquier negocio o industria (Signs of the Times, 10-9-1894).
Cuando los padres manifiesten tal interés por sus hijos como Dios desea que tengan, escuchará sus oraciones y trabajará con sus esfuerzos; pero Dios no se propone hacer la obra que ha encomendado a los padres (Review and Herald, 13-9-1881).
Fortalézcanse a los hijos por medio de la oración y la fe.
Habéis traído hijos al mundo sin que ellos tuvieran participación en el hecho de existir. Os habéis hecho responsables en gran medida de su felicidad futura, su bienestar eterno. La responsabilidad descansa sobre vosotros, ya sea que lo comprendáis o no, de preparar a esos hijos para Dios: de velar con celoso cuidado la primera aproximación del astuto enemigo y estar preparados para levantar una norma contra él. Edificad una fortaleza de oración y fe en torno de vuestros hijos y ejerced en ella diligente vigilancia. No estáis seguros un momento contra los ataques de Satanás. No tenéis tiempo para descansar de la labor vigilante y ferviente. No debéis dormir un momento en vuestro puesto. Esta es una contienda importantísima. Están implicadas consecuencias eternas. Se trata de vida o muerte para vosotros y vuestra familia (Testimonies, tomo 2, págs. 397, 398).
Colóquese en primer lugar la educación en el hogar.
Muchos señalan a los hijos de los pastores, de los maestros y de otros hombres de elevada reputación por su sabiduría y piedad y dicen que si esos hombres, con todas sus ventajas, fracasan en el gobierno de su familia, los que son menos favorecidos no pueden tener esperanza de tener éxito. La pregunta que debe dilucidarse es ésta: ¿Esos hombres han dado a sus hijos lo que les corresponde por derecho: un buen ejemplo, instrucción fiel y adecuada restricción? El descuido de esos puntos esenciales es lo que hace que tales padres proporcionan a la sociedad hijos que no están bien equilibrados en su mente, impacientes ante la restricción e ignorantes de los deberes de la vida práctica. En esto hacen al mundo un daño que sobrepuja todo el bien realizado por sus labores. Esos hijos transmiten su propia perversidad de carácter como una herencia a sus descendientes y al mismo tiempo su mal ejemplo e influencia corrompen a la sociedad y trastornan a la iglesia. No podemos creer que hombre alguno, no importa cuán grande sea su habilidad y utilidad, sirva mejor a Dios o al mundo mientras dedique su tiempo a otros propósitos descuidando a sus propios hijos (Signs of the Times 9-2-1882).
Los padres deben unirse en la disciplina.
La madre siempre debiera tener la cooperación del padre en sus esfuerzos para establecer el fundamento de un buen carácter cristiano en sus hijos. Un padre excesivamente cariñoso no debiera cerrar los ojos a las faltas de sus hijos porque le resulte desagradable corregirlos (Testimonies, tomo 1, págs. 546, 547).
Debieran inculcarse en la mente de los niños los principios correctos. Si los padres se unen en esta obra de disciplina, los niños entenderán lo que se requiere de ellos. Pero si el padre, por palabra o apariencia, muestra que no aprueba la disciplina que da la madre, si cree que ella es demasiado estricta y piensa que él debe compensar la rigurosidad con mimos y condescendencias, se arruinarán los hijos. Los padres complacientes recurrirán a engaños, y los hijos pronto sabrán que pueden hacer lo que les plazca. Los padres que cometen este pecado contra sus hijos son responsables por la pérdida de sus almas (Manuscrito 58, 1899)
La sociedad recibe la maldición de los caracteres defectuosos.
¿Cuándo serán sabios los padres? ¿Cuándo verán y comprenderán lo que significa descuidar la obediencia y el respeto a las instrucciones de la Palabra de Dios? Los resultados de esa educación laxa se ven en los hijos cuando salen al mundo y ocupan su lugar como cabezas de familia. Perpetúan los errores de sus padres. Alcanzan toda su magnitud sus rasgos de carácter defectuosos y transmiten a otros las inclinaciones equivocadas, los hábitos y características que permitieron que desarrollaran en su propio carácter. Así se convirtieron en una maldición en vez de ser una bendición para la sociedad (Testimonies, tomo 5, págs. 324, 325). 259
La impiedad que existe en el mundo hoy día tiene como su raíz el descuido de los padres para disciplinarse a sí mismos y sus hijos. Miles y más miles de las víctimas de Satanás son lo que son, debido a la poco juiciosa forma en que fueron tratadas durante su niñez. El severo reproche de Dios cae sobre esa mala conducta (Manuscrito 49, 1901).
Cuando se aflojan las riendas de la disciplina.
Los niños que no son bien conducidos, que no son educados en la obediencia y en el respeto, se unen con el mundo, dominan a sus padres, los manejan a su antojo y los conducen a su capricho. Con demasiada frecuencia, precisamente cuando los niños debieran mostrar respeto y obediencia incuestionable al consejo de sus padres, éstos aflojan las riendas de la disciplina. Los padres que hasta entonces han sido un ejemplo brillante de piedad consecuente son ahora guiados por sus hijos. Ha terminado su firmeza. Los padres que han llevado la cruz de Cristo y han mantenido las marcas
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