CAMBIO CLIMATICO
Enviado por osunacarlos • 19 de Febrero de 2014 • 2.224 Palabras (9 Páginas) • 191 Visitas
El consenso de la comunidad científica es amplio: el cambio climático tiene existencia real y es antropogénico. Por tanto no se equivocan quienes sostienen que este fenómeno, que incluye el aumento de la temperatura media, la elevación del nivel del mar y la mayor frecuencia de desastres naturales, lo hemos generado nosotros. Salvo por un detalle. Queda discutir el elemento más equívoco del enunciado. ¿Quién es “nosotros”?
Dado que existe una conexión causal comprobada entre el cambio climático y las emisiones de CO2, ¿puede decirse que el problema se deriva de la cantidad de personas, suponiendo que un mayor stock poblacional genera mayor cantidad de emisiones? Cualquier respuesta remite al debate entre los llamados poblacionistas (en gran medida asimilables a las posiciones llamadas neomaltusianas) y sus críticos. Libros recientes, como el de Angus y Butler de 2011[2], centran la discusión en ese debate y constituyen la base fundamental de estas reflexiones.
Para acercarnos al cambio climático, podemos asustarnos rápidamente refiriendo a los conocidos números que preanuncian la catástrofe. Frecuentemente se nos recuerda que si cada persona generase tantas emisiones de CO2 como el norteamericano promedio, necesitaríamos nueve planetas como la Tierra para que la vida sea sustentable. O que el PNUD ha estimado que en un escenario de catástrofe ambiental se retrocedería en los progresos medidos por el Índice de Desarrollo Humano a lo largo del mundo. Pero ingresemos al núcleo del problema conceptual: la relación entre población y cambio climático.
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Existen muchas vertientes del “poblacionismo”, desde las más vinculadas al control poblacional (métodos coercitivos incluidos) a las más cercanas al consenso de El Cairo. Tantas, que cuando traemos a colación el concepto difícilmente se pueda hacer referencia a una misma unidad de sentido. A pesar del amplio espectro que existe desde Dave Foreman y “Earth First”, que representan una visión radical de privilegio de lo natural por sobre lo humano, pasando por el poderoso “Optimum Population Trust” (hoy “Population Matters”) y “Zero Population Growth” (hoy “Population Connection”), hasta el razonable “Population Justice Project”, el poblacionismo puede resumirse, con todas las simplificaciones del caso, como la doctrina que vincula ciertos problemas sociales y ambientales al exceso de población. Lo que decía Paul Erlich en “The Population Bomb” (1968) acerca de los «demasiados autos, demasiados pesticidas… todo puede rastrearse hasta demasiada gente», o lo que figura como manifiesto de base de “Population Connection” en la actualidad: “la sobrepoblación amenaza la calidad de vida de las personas en todas partes”.
Si bien los pronósticos de las versiones más alarmistas del neomaltusianismo de los ’60 fallaron, en parte a causa de la revolución verde y el descenso de la natalidad (que ya estaba descendiendo cuando el apocalipsis se anunciaba) la perspectiva resurgió desde el debate sobre el uso de los recursos y la depredación ambiental.
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En su libro acerca del vínculo entre el crecimiento de la población global y algunas tendencias del ambientalismo en los EEUU (sugerentemente titulado “El momento maltusiano”[3]), Thomas Robertson analiza el vínculo entre preocupación ambiental y poblacionismo desde el período de entreguerras hasta la era Reagan. Podría haber llegado hasta nuestros días, por cierto. En gran medida, muestra cómo marcos de referencia como el de Erlich (y Kingsley Davis, por ejemplo) se han construido desde la preocupación por “el derecho de las sociedades a tener el número de hijos que necesita”, más allá del “derecho de los padres a tener el número de hijos que quieren”. Es cierto que el control poblacional como doctrina no es de recibo luego de la conferencia de El Cairo (1994), pero ha dejado muchos hijos conceptuales, que implícitamente abrevan en la misma concepción, desde el ambientalismo neomaltusiano.
La idea central es semejante: la cantidad global de recursos del mundo no puede soportar una creciente cantidad global de habitantes, si el resto de las variables se siguen comportando del mismo modo. Tan cierto como banal y acaso peligroso. Si en vez de Paul Erlich, hubiese sido Barry Commoner la influencia fundamental de los movimientos que piensan la relación población – ambiente, es posible que el énfasis se estuviese poniendo en qué y cómo se produce, en cómo se distribuye la riqueza y en cuál es el patrón de consumo de los diferentes países y clases sociales[4].
En definitiva, en el caso del cambio climático, la mirada poblacionista es aquella que desde una postura u otra, asume que existe el fenómeno es provocado o agravado porque el planeta tiene demasiados habitantes. Nuevamente: somos “nosotros”, ¿pero quiénes? Para profundizar en cuán problemático resulta establecer una relación lineal entre crecimiento de la población global y cambio climático, veamos cinco puntos específicos de la argumentación.
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UNO. El aporte desigual a las emisiones. Para empezar, recordemos que no todos los habitantes del planeta colaboramos en la misma medida con el fenómeno. Los países con más alta natalidad, que son los más pobres, son quienes crecen más en su población y también quienes emiten menos CO2. Entre 1980 y 2005, los países de menores ingresos contribuyeron con el 52,1% del crecimiento demográfico global y el 12,8% del crecimiento en las emisiones, mientras que los países de mayores ingresos contribuyeron con el 7% del crecimiento demográfico y el 29% del crecimiento en las emisiones de dióxido de carbono[5].
En una línea similar, ya desde el “informe Stern”, el documento de referencia sobre el tema (encargado al economista Nicholas Stern por el gobierno británico en 2006) conocemos el concepto de “doble inequidad”. Los países más ricos son quienes agravan el fenómeno, porque suelen tener más emisiones de CO2 (gracias al transporte y la industria, las emisiones son en un 78% producto de los países del G-20) mientras que los efectos perniciosos del cambio climático se sienten sobre todo en los países de ingresos medios y bajos, al punto que entre el 99% y el 96% de las víctimas de desastres asociados al cambio climático se localizaron en estos países[6].
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DOS. La capacidad de carga y el óptimo de población. El poblacionismo (y el sentido común) contienen una verdad: la Tierra no es infinita y que no puede soportar más que una cantidad finita de personas. ¿Pero cuál es esa cantidad? Muchos poblacionistas han arriesgado una cifra (las cifras más osadas han sido dos mil millones, según Paul Erlich en una entrevista
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