Caperucita Verde
Enviado por kotufita • 26 de Marzo de 2014 • 3.743 Palabras (15 Páginas) • 467 Visitas
Caperucita verde y el lobo feroz
Alma FLORENCIA
Érase una vez una pareja de noble cuna, que por el intenso deseo de sus corazones unieron sus cuerpos en el lazo matrimonial.
La boda se realizó con toda pompa. Entre los regalos que recibieron hubo uno procedente del padrino de la novia que llenó de júbilo a la pareja, era un Terreno fértil ubicado al otro lado del Gran Mar.
Al paso del tiempo la prosperidad alborotó el hogar con cuatro sanos retoños, dos varones y dos niñas. Cada uno de ellos tenía su propia personalidad y por ende diferentes intereses.
Al mayor le atraía todo lo relacionado con las Matemáticas, el segundo hijo disfrutaba de las Bellas Artes, a la tercera le encantaba el Deporte y la cuarta hija, Caperucita Verde, amaba la Naturaleza. Siempre se le encontraba oliendo flores o contemplando las estrellas, cubierta de su capita verde; según decía, era la naturaleza quién la cubría, y por dicho motivo la denominaban Caperucita Verde.
La familia era feliz, en sus momentos libres hacían uso de su privado Airbus A380 y se dirigían a la cabaña que habían construido en el Terreno, al otro lado del Gran Mar, en la isla que denominaron Oceanía.
Los padres orgullosos del comportamiento de sus hijos decidieron repartir su Terreno, ubicado al otro lado del Gran Mar, en vida. Y fue así que lo dividieron en cuatro partes: Asia, Europa, África y América. La clausula estipulaba que los hijos al cumplir los 21 años de edad tomarían posesión de su herencia.
Pasó el tiempo y por fin llegó el día tan esperado, el mayor de los hijos, que era de tez pálida, ojos oblicuos y cabello lacio, cumplía los 21 años y respetando lo decretado se depositó en manos de él la administración de una amplia superficie, Asia.
Asia ofrecía grandes contrastes: el Norte era sumamente frío y el Sur era muy caluroso. El terreno concedido estaba provisto de mares, ríos, lagos, desiertos, selvas, montañas elevadísimas, pozos petrolíferos y piedras preciosas.
El hijo de noble realeza pronto se casó y se fue con un séquito de funcionarios a habitar y administrar sabiamente su fundo.
Ahora bien, al paso del tiempo le llegó el turno al segundo hijo de recibir su herencia. Éste era de tez blanca, cabellos y ojos claros, amante del comercio, la buena música y la belleza exterior... para su gran desgracia, puesto que se enamoró perdidamente de una mujer sumamente bella en lo físico, pero que su alma era la más horrible que pudo recorrer esos entornos. Era ambiciosa, intrigante, mentirosa y arrogante.
Pero como bien se sabe, el amor es ciego, este noble hijo no creía en la maldad aterradora que fermentaba en esa mujer. Cuando sus padres, hermanos y amigos lo orientaban y trataban de abrirle los ojos, él justificaba su unión diciendo: "Yo la cambiaré con mis caricias".
Los padres temiendo el futuro del Terreno le delegaron el pedazo más pequeño de campo llamado Europa y le informaron que la Isla Grande que es Oceanía sería de él después de la muerte de ambos.
De esa manera los padres veían protegido sus intereses de la víbora de la mujer, además; tenían la esperanza que con el tiempo el hijo despertaría del embrujo.
Europa al igual que el terreno de su hermano era fértil, provista de mares, lagos, ríos, islas, montañas y bosques. De minerales como el hierro, azufre y hulla.
Y así siguió transcurriendo el tiempo y de la mano del tiempo la madurez de la tercera hija. Ésta era muy hermosa: negra, delgada y alta, su belleza se asemejaba a la de una Pantera, disfrutaba del baile y el deporte.
Su terreno estaba ubicado al Sur de Europa; y también estaba bien abastecido de mares, lagos..., con campos de diamantes y minas de oro. Pues bien, a ella le correspondió poseer el terreno fértil y rico en monumentos y restos artísticos de un pasado remoto, África.
Finalmente le tocó el turno a Caperucita Verde, esta princesita era de tez cobriza, ojos oscuros, cabellos negros y bajita. Era risueña, se regocijaba con las cosas más simples de la vida; ver caer una hoja, el vuelo de un pájaro.
Y sucedió que al tiempo que Caperucita Verde cumplía sus 21 años falleció su padre. Ésta, al celebrar su mayoría de edad le solicitó a su madre que se fuera a vivir con ella al terreno de su herencia: América. La madre aceptó gustosa la propuesta, así que vendió y regalo parte de sus bienes.
Que felicidad; reunieron tanto dinero que asesoradas por sabios funcionarios en diferentes áreas de la existencia lograron hacer de América, de Norte a Sur, un Edén. Se establecieron selvas, desiertos, piedras preciosas como la esmeralda, hicieron galerías de cobre, oro, plata, plomo, platino, hierro, azufre, carbón. Crearon bóvedas de petróleo, un collar de volcanes, lagos, ríos, islas, desiertos; llenaron el mar al extremo de hacerlo tan grande que hasta la luna bajaba a darse placenteros baños.
La casa en la Gran Isla Oceanía le traía a la madre de Caperucita Verde grandes nostalgias puesto que su buen marido ya no estaba y decidió que su madre, o sea , la abuelita de Caperucita Verde y sabios funcionarios la habitaran y administraran.
En los acontecimientos sólo había una sombra que cubría tanta luz, y era el pensamiento negro de la esposa del segundo hijo, aquel hijo que le correspondió administrar Europa.
La bruja, enferma de envidia, trataba en todo momento inyectar veneno a los pensamientos de su marido. El buen hombre bombardeado de quejas y rendido por el dolor, decidió divorciarse; pero la arpía , astuta como una serpiente, se dió cuenta de las intenciones de su marido y solucionó el problema rápidamente... y se dejó embarazar. Pensaba que esa sería la mejor manera de tener asegurada la herencia de su marido. Y parió siete hijos, siete hijos con muy diferentes personalidades.
Los dos mayores se llevaban muy bien con su madre, eran ambiciosos como ella. Los otros cinco habían salido correctos, respetuosos y trabajadores como el padre. La perversa madre miraba con desprecio a estos cinco hijos, los consideraba inferiores; y mala por naturaleza, siempre sembraba peleas y tristezas entre los hermanos.
Los problemas en la familia, ha medida que crecían los integrantes, iban en aumento. Hasta que un buen día el padre levantó la voz y dijo: -"Qué mal comportamiento es el de mi familia. Se les ha hecho alimento diario las peleas, intrigas e injusticias. Nadie quiere escuchar al otro... ¡Qué lamentable... De la comunicación, que es un bello arte y sólo para gente civilizada, han hecho un arma que causa dolor! Temo que nuestro buen Dios nos censurará con el nacimiento de diferentes idiomas; y así, no entenderemos lo que uno quiera decirle al otro.... como en los tiempos de atrás...."
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