Capital Social II

CAPITAL SOCIAL MÁS ALLÁ DEL DESARROLLO

El capital social comprende las normas, organizaciones y redes que permiten a las personas coordinar la acción colectiva, es decir, aquella dirigida al “bienestar común”. La literatura, señala que cuando las comunidades tienen fuertes vínculos de cohesión y las relaciones de asociación forman parte de las mismas, se dice que se tiene un alto grado de capital social. Las comunidades con mayor capital social tienen en potencia, una mayor capacidad de organizarse para actuar en forma colectiva, y por ende, hay mayores posibilidades de desarrollo local.

Existe una gran diversidad de posiciones intelectuales sobre este concepto y sus implicaciones en el ámbito de las políticas públicas. Desde quienes ven en éste una posibilidad de empoderamiento de los individuos y comunidades de su destino colectivo a través de su participación activa en el proceso de formación de las políticas públicas, hasta aquellos más conservadores que lo ubican como un compromiso con las estructuras y valores familiares tradicionales y el fomento de un orden moral colectivo.

¿Por qué creemos en el Capital social?

El gobierno local actual comulga con la primera de las visiones planteadas sobre el capital social y en ese sentido, considera que el desarrollo económico y social prospera cuando el gobierno local, junto al sector empresarial y la sociedad civil crean y fortalecen formas organizativas y redes sociales, así como foros de concertación a través de los cuales, inicialmente, se puedan identificar y alcanzar metas comunes – como por ejemplo la experiencia de agenda comunitaria - y normas de convivencia – como los contratos sociales - obteniendo así un grado de compromiso, reconocimiento y confianza entre los participantes.

EL BUEN VIVIR MÁS ALLÁ DEL DESARROLLO

El modo de vida de personas y sociedades está articulado por relaciones generadas en el contexto de mercados dinámicos y, desde ahí, la existencia de una ciudadanía universal conformada por productores y consumidores que, en permanente innovación y competencia, se conviertan en el motor de la nueva historia de la humanidad.

Concomitantemente, la misión del desarrollo está en la constitución de esa ciudadanía universal de productores y consumidores y en el fomento de mercados dinámicos como base de realización de todos los circuitos vitales del individuo y la sociedad y punto de equilibrio del sistema en su conjunto.

Por tanto, el desarrollo realmente existente representa el diseño de una estrategia definida y concreta orientada a un modelo de sociedad bajo parámetros universales para todos los pueblos sin distinciones culturales, económicas ni históricas y es allí donde radica su dilema estructural.

Cabe señalar que los intentos de sociedad global impulsados por poderes imperiales nunca tuvieron los alcances ni las dimensiones

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