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Carta.


Enviado por   •  24 de Febrero de 2014  •  Ensayo  •  907 Palabras (4 Páginas)  •  238 Visitas

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Podría decir todas esas cosas bonitas que se dicen en estos casos. Que fue un placer conocerte. Que por qué nos distanciamos sin estar distantes. Que cuesta hacerse a la idea de que tu sonrisa no alegrara más mis días. Que te echo de menos. Que no te demostré cuán importante eras para mí. Que siempre anduve en otras cosas. Que ahora me arrepiento. Que me duele haberte dicho adiós. Que tu ausencia se hace insoportable ¿¡Qué sé yo!? Podría decir tantas cosas, pero para qué si eso no hará que estés conmigo.

Dicen que algo se muere en el alma cuando un amigo se va. Hoy sé que es verdad. Algo se ha muerto dentro de mí. Me quedan fotos, recuerdos, canciones y tantas y tantas platicas emocionales en la escuela y fuera de ella. Pero me faltas tú, tú y ese trozo de mi alma que se ha ido contigo, tú y el timbre de tu voz, tú y tus benditas locuras, tú.

Sin embargo, las cosas cambian poco. Y hoy en lugar de hablar de ti, voy a hablar de mí, de nuevo. Nos pasamos la vida hablando de nosotros mismos. Aun así quiero hablar de mí porque te he dejado sola, y eso no se le hace a una amiga. Y soy tan canalla que en lugar de enfadarme conmigo, que es lo que debería, estoy triste. No estoy solo de no tener a nadie más, estoy solo de querer estar contigo y no poder; estoy solo de llamarte y que no obtener respuesta alguna, solo de pensar que todo se acabó, así sin más. Una soledad complicada de sobrellevar la mía. Y es que uno construye su vida con otras personas y si le falta alguna, le falta un pilar y la casa, si no se cae, se tambalea.

Te contaré una historia.

Hubo un tiempo en que yo estaba aún más solo que ahora, un tiempo en que todo lo veía oscuro, un tiempo en el que se me había olvidado como sonreír. Un día, mi vida cambió. Llegaste tú, y otros amigos más, algunos se quedaron en el camino, otros siguen intentando aliviar mi soledad pese a mi torpe insistencia de permanecer en el margen de la desolación. Entonces me sentí un poco menos solo. Llegó un día en que pude decir “mis amigos” con la boca bien grande y con la convicción de estar en lo cierto. Y tú estabas entre esos amigos.

Pasaste a formar parte de mi historia, a ser un personaje más del libro en blanco que es mi vida. Te ganaste, por derecho, un trocito de mi alma, ese que ahora se queda contigo. Y yo me sentía muy dichoso. Eras mi amiga. Había veces que no te entendía, supongo que también habría veces en las que tú no me entendías a mí, esas cosas pasan. Pero continuamos escribiendo juntos páginas del libro. Muchos días, tardes y noches, algunos cumpleaños y algunos capítulos del libro llevan tu nombre. Pero me he ido ¿Y ahora qué? Para mi fue muy fácil, pero los demás se quedaron aquí y la soledad del “ya nunca más” martillea incesante mis oídos. Y es que este vacío, esta soledad; ésta en concreto, ya no hay forma de calmarla. Esta herida hierve hoy más de la cuenta y me

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