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Como Resolver Problemas Complejos


Enviado por   •  27 de Mayo de 2015  •  578 Palabras (3 Páginas)  •  360 Visitas

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Usualmente –nos dice Adam Kahane–, los problemas complejos no se resuelven pacíficamente; o simplemente no se resuelven, o se atascan, o se resuelven por la fuerza. Sin embargo, existe otra manera, una sencilla, tal vez más difícil y lenta, pero de resultados más acertados: los actores involucrados pueden aprender a hablarse y escucharse franca y abiertamente para tratar de encontrar soluciones en paz. Esta alternativa representa un reto porque exige hacer un cambio sutil y fundamental en la manera como nos relacionamos con el mundo; implica asumir que podemos cambiar nosotros mismos y que tal vez ésta sea la mejor contribución

para cambiar al mundo.

El pasado 13 de noviembre, Adam Kahane presentó en la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF) su libro Cómo resolver problemas complejos. Una novedosa manera de hablar, escuchar y crear nuevas realidades, documento indispensable para su aplicación en el ámbito de los derechos humanos y en el escenario actual social que se vive en el país.

A continuación presentamos un fragmento de su libro en el que narra su experiencia como facilitador en la crisis argentina de 2001 donde demuestra que los problemas complejos se solucionan a través del diálogo.

Romper la cáscara del huevo*

Tuve la oportunidad de presenciar el diálogo generador en medio del caos en la Argentina. En diciembre de 2001, después de tres años de profunda depresión y creciente desempleo, los argentinos se manifestaron en marchas, tumultos y saqueos, hasta que tumbaron el gobierno. En dos semanas, el país tuvo cinco presidentes. Cuando yo empecé a viajar a la Argentina, en los meses siguientes, las cosas empezaron a ir de mal en peor: la moneda se derrumbó, el país incumplió sus pagos, los bancos empezaron a cerrar y muchos profesionales emigraron. De repente, en un país que había tenido el más alto nivel de vida en América Latina, la mitad de la población estaba viviendo en la pobreza, una cuarta parte en la miseria y había niños que se morían de hambre.

Casi nadie creía que la Argentina pudiera resolver sus problemas. Mes tras mes, los políticos fracasaban en ponerse de acuerdo con respecto a un plan de emergencia y preferían no salir a la calle ante el desprecio de la gente. Un grito popular era: “¡Todos se tienen que ir!” Los comentaristas de la realidad internacional dieron por perdido el país.

Todos, tanto nacionales como extranjeros, coincidían en que los argentinos eran demasiado cerrados, parcializados, polémicos y egoístas como para sentarse juntos a ponerse de acuerdo en lo que había que hacer. Yo escuché muchas pullas: “El mejor negocio del mundo es comprar un argentino por lo que vale y venderlo por lo que cree que vale”; “En la Argentina, consenso quiere decir que usted está de acuerdo conmigo”. Me lo dijeron muchas veces: “Los argentinos somos incapaces de dialogar”. Las únicas soluciones

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