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Como Se Hace Un Proceso


Enviado por   •  18 de Agosto de 2011  •  10.654 Palabras (43 Páginas)  •  1.156 Visitas

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EL DRAMA

No se excluye que la RAI (Radio Italiana), al, proponerme el tema de las lecciones dederecho para la reanudación de la Clase única, se haya inspirado en un criterio que pudiéramosllamar de actualidad. El interés del público por los procesos, ante todo penales, pero tambiénciviles, ha existido siempre; pero hoy, acaso, con los estímulos de la prensa y del rotograbado,ese interés ha llegado al paroxismo. El palacio de justicia de Roma, en los días del proceso Muto,estaba más concurrido acaso que el estadio el día del partido entre el Lacio y el Roma; y elapasionamiento no era menor entre la muchedumbre. El proceso contra el joven Muto era unproceso penal; pero recuerdo que cuando hace muchos años defendí ante la Corte de Apelaciónde Florencia la famosa causa civil entre los esposos Bruneri y aquel que otra familia habíareconocido como el desaparecido capitán Canella, los accesos a la calle Cavour, en lasproximidades de la plaza de San Marcos, estaban interceptados, para contener el alud de genteque quería asistir, por una compañía de soldados. ¿Por qué tanta curiosidad?¿Queréis que respondamos crudamente? Pues, porque la gente está ávida de diversión. En unode mis coloquios de la tarde, a ratos perdidos, recuerdo que me detuve en el concepto dediversión, que es una desviación del curso normal de nuestra vida, una especie de paréntesis queel hombre introduce en ella, o cree introducir en ella, a su placer. En realidad, en el teatro, en elcinematógrafo, en el estadío, en la Corte de Assises, se vive la vida de los demás y se olvida lapropia. ¿No es así? Pero para que pueda esto ocurrir, es necesario que la vida de los demás estécomprometida en el drama, que es un rudo contraste de fuerzas, de intereses, de sentimientos yde pasiones; entonces se produce una especie de evasión de la propia vida en virtud de la cual elespectador se identifica con los actores y hasta, con uno solo de ellos, ya que cada cual terminapor adoptar su héroe. Este es el origen de esa participación del público que hoy toma el nombrede apasionamiento, y que no solo en los espectáculos circenses encuentra sus más clamorosas yaun más escandalosas manifestaciones.Hasta ahora ha surgido una analogía entre la Corte de Assises y el teatro, acerca de la cualtendremos oportunidad de volver; pero se debe tener presente la diferencia. En el teatro, si laficción escénica consigue su objeto, se puede tener incluso la ilusión de un drama verdadero; peroal menos en las pausas la ilusión desaparece. Lo contrario debiera ocurrir en las competicionesdeportivas; y así ocurría por cierto en el Circo Máximo cuando uno de los dos gladiadores poníaen ello la vida; pero las recientes aventuras de la trigésima séptima Vuelta de Italia han sugerido lasospecha a más de uno de que no todos los corredores, y sobre todo los predilectos del público, lohiciesen en serio.Pues bien, una duda de esta índole no se presenta en la Corte de Assises. Las aventuras de RinaFort o de la condesa Bellentani eran tan dramáticas, que parecían inventadas; pero ninguno de losapasionados que asistían a aquellos procesos, ignoraba que lo que se ponía verdaderamente en juego era la vida. Sin embargo, como le ha sido negada, hoy, a la esencial crueldad de la multitudla posibilidad de saciarse viendo correr la sangre en la arena, no le queda para gozar de aquelescalofrío más que el aula de la Corte de Assises.El parangón que hasta ahora he sostenido entre el proceso y la representación escénica o el juego deportivo, no lo he inventado ciertamente; más de una vez, por el contrario, han hablado deél filósofos, sociólogos, y juristas. Precisamente no hace mucho ha sido este el argumento de undiálogo entre CALAMANDREI, uno de mis sutiles colegas italianos, y yo.Un rasgo común, entre otros, a la representación y al proceso es que cada uno de ellos tiene susleyes; pero si el público que asiste a la una o al otro, no las conoce, no comprende nada. Ahora, silas reglas no son justas, también los resultados de la representación o del proceso corren riesgode no ser justos, lo cual, cuando se trata de un partido de fútbol o una pelea de boxeo, no significauna tragedia, pero cuando la apuesta es la propiedad o la libertad, amenaza al mundo, que tienenecesidad de paz para hacer su recorrido, pero la paz tiene necesidad de justicia, como el hombrede oxígeno para respirar. Precisamente las reglas del juego no tienen otra razón de ser que

garantizar la victoria a quien la haya merecido; y preciso es saber lo que vale esa victoria paracaptar la importancia de las reglas y la necesidad de tener una idea de ellas.Podrá parecer a alguien que la alusión recientemente hecha a los antiguos combates del CircoMáximo, en que los gladiadores arriesgaban la vida, es demasiado violenta, y que no se llega atanto en el proceso. ¿De veras? Supongamos que la pena de muerte, en Italia, haya desaparecidoíntegramente, aunque no es así, por lo menos, en el derecho militar, como tampoco hadesaparecido totalmente la tentación de restablecerla.Sin embargo, la libertad vale más que la vida "como lo sabe quien por ella rehúsa a la vida"; yaunque haya dicho yo, en el curso de Cómo nace el derecho, que esta sagrada palabra debetomarse en sentido más alto de lo que creen aquellos para quienes se resuelve dicha libertad enla posibilidad de hacer lo que agrada, e incluso precisamente por ello, lo cierto es que en la mayor parte de los procesos penales, incluso en los que pueden parecer menos graves, está en juego lalibertad del imputado. Y si no la libertad, otros bienes de grandísimo valor constituyen la apuestadel proceso civil, donde no siempre se trata únicamente de intereses materiales: en ocasiones,está en juego el problema mismo de la persona humana, que se apuesta con una solemnidad sinparalelo.Por eso, si el público italiano, y hasta el público de todo el mundo, se ha apasionado tanvivamente con las alternativas judiciales del desconocido de Collegno, fue porque es cosa gravereconocer o negar a un hombre su propia identidad personal y con ello vincularlo con su pasado odesvincularlo de él. Como en los procesos de paternidad, en que se trata de ahondar en losmisterios de la generación y se corre el riesgo de dejar a un hombre sin padre o de asignarle unhijo que no sea el suyo, la materia es igualmente solemne.Por supuesto, no tiene tanta importancia la discusión acerca de la propiedad, que constituye lamateria acostumbrada de los juicios civiles, los cuales parecen en la mayoría de los casosdedicados a los intereses materiales, menos elevados sin duda que aquellos supremos interesesmorales de que hasta ahora hemos hablado; pero sería necesario comprender cómo la propiedades la otra cara de la libertad para hacerse cargo de la aspereza y de la tenacidad de los hombrescuando discuten acerca de lo mío y de lo tuyo; y de la gravedad del peligro

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