Competencias

La sociedad está continuamente cambiando, transformándose y complejizándose. Estos cambios se reflejan en la dinámica económica a nivel mundial, regional y local; en las necesidades de bienestar social, laboral, cultural de los individuos y sus entornos; en el desarrollo tecnológico y sus repercusiones en el mundo laboral, en los servicios, en las fuentes de empleo. Todo ello exige, entre otras muchas cosas, la formación de profesionales capaces de atender dichos cambios al ritmo que la dinámica social lo requiere, con los conocimientos, pero sobre todo las competencias que les permitan adaptarse continuamente y, desde este punto innovar en sus propios ámbitos de acción.

A lo largo de estos años, se han venido haciendo importantes esfuerzos por aplicar el concepto de competencia en el contexto educativo, con miras a acercar la formación profesional a la satisfacción de las necesidades del campo laboral, contribuyendo de este modo a una mayor congruencia entre la oferta educativa y los mercados de trabajo.

Así mismo, se ha buscado promover la formación integral del sujeto, tener puntos de referencia profesional que faciliten la movilidad de estudiantes y profesores al poder realizar comparaciones entre instituciones educativas por áreas de competencia, tanto a nivel nacional como internacional.

El uso de la noción de competencia se ha extendido rápidamente a múltiples contextos, tal vez hasta el grado de banalizarla; presenta una gran diversidad de significados; su lectura puede realizarse desde distintos marcos de referencia, pero, ¿De dónde surgen?, ¿Qué significan en la actualidad? Y ¿Cómo poder aplicarla dentro del Modelo Educativo de la DGEST?

El tema de la formación basada en competencias actualmente adquiere relevancia en muchos países.

A continuación, se dan algunas razones, del por qué tanta importancia a este tema.

La primera es porque, según Ducci (1997), en su artículo “Una Mirada a los Orígenes de las Competencias Laborales”, la competencia focaliza el esfuerzo del desarrollo económico y social en la valorización de los recursos humanos y la capacidad humana para construir el desarrollo. Así como también, porque este enfoque se adapta a la necesidad de cambio, omnipresente en la sociedad internacional, bajo una multiplicidad de formas.

Segunda, porque según Mertens (2002) el mundo de la producción se ha visto afectado por las transformaciones a gran escala en cuanto la forma de inserción de las economías nacionales en los mercados modernos globalizados, las exigencias crecientes de productividad y competitividad y el desarrollo y difusión creciente de nuevas tecnologías y conocimientos aplicados en todos los niveles del quehacer productivo.

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