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Concepto De La Protoinfancia


Enviado por   •  6 de Septiembre de 2013  •  1.901 Palabras (8 Páginas)  •  3.765 Visitas

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CONCEPTO DE PROTOINFANCIA

LOS ORÍGENES Y LA PERTINENCIA DEL CONCEPTO

Dra. Myrtha Chokler

El período al que propongo denominar protoinfancia es tan rico en cambios (biológicos, psicológicos, emocionales, afectivos, cognitivos, así como desde el punto de vista de la conducta social que parece pertinente estudiarlo y diferenciarlo tanto en sus cualidades globales como en sus procesos específicos, reconociendo su unidad genética y sus cambios cualitativos.

El término propuesto, protoinfancia, exige una precisión.

Proto es un prefijo que proviene del griego. Su sentido denota lo primero, prioritario o preeminente. Lo encontramos, por ejemplo, en protoplasma: cuerpo celular como unidad básica funcional . Sería entonces lo primerísimo, entendido como unidad básica y fundamental que da origen.

Infancia, (Etimol. In-fans = no hablante. En biología y psicología). Aunque puede decirse que la infancia, en sentido estricto, no se inicia hasta los tres-cuatro años, tradicionalmente se considera como infancia el primer período de la vida humana, que se extiende desde el nacimiento hasta la adolescencia. A veces se distingue entre la niñez, como fase del desarrollo biológico, y la infancia, como concepto más amplio que incluye tanto aspectos fisiológicos como psicológicos.

El término protoinfancia designa entonces el período previo a los tres años, en el que se operan cambios vertiginosos, y en el que, al mismo tiempo, se constituyen los cimientos de la personalidad presente y futura. Se integra por la existencia de ejes Organizadores del Desarrollo que, interactuando dialécticamente entre sí, aseguran y determinan la constitución de la Persona como sujeto de la humanidad, en un proceso de adaptación activa y de intercambio entre lo interno y lo externo.

Los Organizadores modelan tanto las aptitudes perceptivo-motrices como las tónico-emocionales –determinadas fuertemente, al comienzo, por la sensibilidad protopática que luego integra la sensibilidad cada vez más epicrítica5 (H. Wallon, 1934).

Estas aptitudes se van desarrollando rápidamente desde antes del nacimiento, en un proceso epigenético de diferenciación e integración progresiva de funciones biológicas, que, en interacción con el medio, permiten la constitución del psiquismo por la concreción de relaciones sociales y culturales de extrema complejidad.

El desarrollo implica la transformación de estructuras socio-bio-psicológicas intrasubjetivas a partir de la historia intersubjetiva. El desarrollo se expresa en conductas y actitudes paulatinamente más discriminadas, jerarquizadas, eficaces y simbólicas.

En el camino de la ontogénesis el reflejo biológico se transforma en movimiento; de las huellas difusas, confusas de las sensaciones de los intercambios tónico-emocionales emerge el afecto que tiñe y da sentido a la acción y construye la imagen que anclada y significada en la emoción, da lugar a la protorrepresentación, luego a la representación mental y al concepto.

Desde la interacción cuerpo a cuerpo, envoltura indisociada –piel, olor, voz, mecimiento, ritmo, mirada y distancia– fluye el “diálogo tónico” , en un proceso semiótico, base de la semantización, y de la simbolización ulterior que crea las raíces del pensamiento y del lenguaje. Constituye el pasaje -continuidad y ruptura- del “bebé” al “nene” que prefigura al “niño”.

En los albores del psiquismo, la instauración de la representación mental del cuerpo, la transformación de lo corporal en mental, se corresponde con el proceso que, partiendo de una fusión biológica y emocional inicial, de una “socialización indiscriminada” lleva al engendramiento progresivo de la identidad. Un complejo sistema de “organizadores” se pone en marcha, a partir del cual, “yo y el otro confundidos”, van elaborando la distancia imprescindible de la relación, que hace posible a la comunicación.

Los orígenes del proceso de constitución de sí mismo

En la vida intrauterina el feto vive indiferenciado, con el cordón umbilical, la placenta, el líquido amniótico y la pared intrauterina. Cinco elementos en unidad indisociable. Este todo indiscriminado constituye “el bebé” para la madre y para el entorno que lo imagina, lo siente, lo identifica, lo significa y lo inscribe en la genealogía.

Inmerso en sus propios cambios rápidos, entre ruidos, presiones y movimientos del cuerpo que lo alberga, nutre y contiene, a una temperatura más o menos constante, registra confusamente en su propio cuerpo la presión o el roce de los órganos, las impresiones laberínticas, las tensiones y crispaciones musculares -producto de las propias oleadas tónicas y los cambios espaciales- y la aceleración de los latidos de la madre a causa de su excitación, angustia o ansiedad, o bien vive la distensión de la pared abdominal de ella y las fluctuaciones de los ritmos en las situaciones de placidez, tranquilidad o desaliento. Está también sometido permanentemente a cambios hormonales y metabólicos, producidos por las emociones, la calidad de la alimentación y/o por los tóxicos. Acciona y reacciona moviéndose y reacomodándose en un espacio cada vez más exiguo, inaugurando el intercambio entre el adentro y el afuera.

En el momento de nacer, ese cuerpo replegado, se estira, se contrae, se torsiona, presionado en el canal vaginal y al salir recibe, de golpe, luces, ruidos, temperaturas, texturas diferentes y sobre todo la fuerza de gravedad que impresiona súbitamente sobre el aparato vestibular. Sufre la pérdida repentina de cuatro de las cinco partes de esa unidad indiscriminada intrauterina de su cuerpo: cordón, placenta, útero y líquido amniótico.

Se pueden formular hipótesis entonces acerca los esfuerzos de selección, filtraje de estímulos, de acomodación y adaptación y las vivencias orgánicas, tónico-emocionales caóticas, primitivas de su yo precario. Estas emociones arcaicas han sido planteadas por D. Winnicott , M. Klein, E. Bick , D. Anzieu y tantos otros autores, como angustias catastróficas, de pérdida del cuerpo, de disolución de los límites, de disgregación, fragmentación, y, pensando en la inmensa fuerza aspiradora de la gravedad, especialmente, de caída en el vacío infinito.

Estas angustias de aniquilación sólo pueden ser neutralizadas, toleradas, apaciguadas, consoladas, porque afuera

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