Cuento Lo mejor de mi vida

Lo mejor de mi vida

Por: Daniela Guzmán

A los quince años, Pablo Loor era un chico de tez morena, cabello oscuro, alto y de rasgos duros. Lo peculiar de Pablo eran sus ojos, tan penetrantes, tan profundos que hipnotizaban.

Pablo vivía en el distrito “Nono” de la ciudad de Quito, el cual era muy conocido por su gran estación espacial la que disponía de todo tipo de aeronaves para viajar a cualquier parte del universo a la velocidad de la luz.

La novia de Pablo, Alicia,  una atractiva pelirroja lo llamó y le dijo:

-Ya tengo la llave, ¿comenzamos?

- Perfecto, te encuentro en la Basílica, contestó Pablo.

En ese instante colgó el intercomunicador  y se dispuso a encontrarse con ella en el lugar acordado. Subió en su nave Dodge 220 de color negro, con dos compartimentos y con la capacidad de volverse invisible y partió.

Tardó tan solo cinco minutos en llegar, cuando bajó para encontrarse con su novia, la halló conversando con un marciano.  Mientras esperaba que se marchara el extraterrestre, observaba cómo había cambiado Quito del 2.000 al 2.500.  Las casas fueron sustituidas por edificios de 1.000 pisos en forma de espiral;  el cielo estaba lleno de aeronaves espaciales  y la mayoría de calles contaban con  una caseta de transporte rápido;  en ella se apreciaba una puerta con un dispositivo en donde, al insertar una moneda, se desplegaba el panel de elección del destino y en menos de cinco segundos te encontrabas en el lugar pedido.

Luego de una corta espera el marciano se marchó y dejó a Alicia sola, Pablo se acercó y le dijo:

-¿Comenzamos?  Bueno, el plan es el siguiente: el edificio de la ciudad va a abrir a todo el público por  las fiestas de Independencia; ahí nosotros nos infiltraremos para encontrar el lugar exacto donde está mi máquina tele transportadora.  Te veo mañana en la entrada del edificio a las  14 horas.

Se despidieron y cada uno tomó una ruta diferente de destino.

Lo que quería recuperar Pablo era su máquina tele transportadora que había inventado cuando él tenía 13 años; éste aparato le había permitido viajar en el tiempo, solo que lamentablemente cuando la utilizó por primera vez, llegó al  Quito del 2.500.   En esos momentos, él no sabía  dónde se encontraba ni cómo podía regresar a su hogar.  Pero, tras dos años de ardua investigación y búsqueda, descubrió donde estaba su máquina y el procedimiento para retornar a casa. El trasportador estaba muy resguardado en el Museo del edificio ya que era Patrimonio Cultural de la ciudad.

Al día siguiente, Pablo esperaba a Alicia en la puerta del Museo, un edificio de 20 pisos.   Esta edificación tenía la peculiaridad de un ascensor subterráneo, que llegaba hasta el núcleo de la Tierra como su última parada.

Pablo no se percató de la llegada de su novia por estar inmerso en sus pensamientos.

-Oye galán ¿comenzamos? musitó  Alicia.  Pablo ya dispuesto, aseveró:

-Repasemos el plan.   Entramos como todo el público de “visitantes”, de ahí nos separamos. Tú irás al centro de seguridad y desactivarás el software  que controla todos los accesos del edificio, con la llave y en ese instante me enviarás vibraciones electromagnéticas a mi cerebro y yo entenderé que podré actuar sin ningún problema.  Luego, yo  violaré todos los accesos de seguridad hasta llegar al ascensor que me llevará al núcleo de la Tierra en donde  podré activar la máquina y finalmente, irme.

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