DE REPÚBLICA A PRINCIPADO: CLAVES POLÍTICAS DE LA RES PUBLICA
Enviado por alvaro1025 • 12 de Enero de 2013 • 7.956 Palabras (32 Páginas) • 481 Visitas
DE REPÚBLICA A PRINCIPADO: CLAVES POLÍTICAS DE LA RES PUBLICA ROMANA
Francisco Pina Polo
Universidad de Zaragoza
El último siglo de vida de la República romana ha merecido una atención especial por parte de la historiografía moderna. Esto se explica, no sólo por la importancia en sí de este período histórico, sino por la inusual abundancia de fuentes literarias -y a partir de este momento también epigráficas- que lo ilustran. Se da el caso excepcional de que han llegado hasta nosotros los textos de tres contemporáneos de los hechos que narran, Salustio, Cicerón y César, los cuales, además, fueron protagonistas directos de ellos. Cualitativamente, esto presenta la ventaja de la inmediatez, pero, al mismo tiempo, tiene el riesgo de la subjetividad, cuando no la abierta parcialidad del narrador, por lo que es preciso enfrentarse a la lectura de estas fuentes con prudencia y espíritu crítico.
Salustio, que en la última parte de su vida se dedicó a historiar los principales acontecimientos de las últimas décadas en sus obras La guerra de Yugurta, La conjuración de Catilina y en sus Historias, estas últimas fragmentariamente conservadas, fue antes un activo político, del que sabemos incluso que durante su tribunado participó intensamente en la movilización que reclamaba el enjuiciamiento del impulsor de la muerte del controvertido Clodio. Por su parte, César, que ocupó sucesivamente entre otros cargos los de edil, cuestor, pretor, cónsul y procónsul antes de convertirse en dictador, se cuidó directamente o a través de otras personas de que quedara para la posteridad la imagen que de él mismo más le interesaba mostrar, sus hazañas militares, su clemencia para con los enemigos, los hechos que justificaban la guerra civil que inició contra Pompeyo tras cruzar el simbólico Rubicón.
En cuanto a Cicerón, la cantidad de escritos suyos que se han conservado (tratados de retórica y filosofía, discursos en el senado, ante el pueblo y en los tribunales, cartas personales) le han convertido en nuestra principal fuente de información, hasta el punto de que en ocasiones el período ha sido visto exclusivamente con sus ojos y a través de sus opiniones, que están muy lejos de ser objetivas. Cicerón, un homo novus, es decir, un novel cuya familia procedía de la aristocracia de la ciudad latina de Arpino, pero de la cual ninguno de sus miembros antes que él había ocupado un cargo político en Roma, llegó a ser cónsul y se convirtió en un destacado senador, defensor de los puntos de vista de la élite romana más conservadora, pero su influencia política fue de hecho menor de la que parece desprenderse de sus escritos. Es por ello erróneo calificar los años centrales del siglo I a.C. como “época ciceroniana”, como si la política romana hubiera girado en torno a él y no tuviera más bien como principales protagonistas a personajes como César y Pompeyo, o incluso otros como Craso y el mismo Clodio. Sin embargo, es al mismo tiempo ciertamente imposible reconstruir la historia de este período sin acudir continuamente a la lectura de las obras ciceronianas.
Los autores antiguos fueron conscientes de que el que nosotros denominamos período tardorrepublicano constituyó una época de crisis. No se trata de una revolución, tal como la definieron, si bien con rasgos muy diferentes, tanto Mommsen como Syme y algunos autores marxistas, puesto que el resultado final no fue un cambio radical en la estructura de la sociedad, sino en la forma política, sustituida la res publica tradicional por el Principado de Augusto. La crisis tardorrepublicana, que hundía sus raíces en el período del gran desarrollo imperialista de Roma en los siglos anteriores, fue generada en última instancia por la inadecuación de la estructura política, social y económica de una ciudad-estado como era Roma en origen, aplicada a un imperio de dimensiones mediterráneas como había llegado a ser. Esto no significó sin embargo un retroceso en el imperialismo romano. Bien al contrario, durante el período tardorrepublicano el imperio se consolidó e inclusó amplió, hasta que Augusto le dotó de una nueva organización administrativa y de fronteras estables coincidentes con límites naturales como mares, ríos y desiertos.
La crisis se manifestó en una serie de cambios interrelacionados que afectaron a todos los campos de la sociedad romana. En el terreno económico, se aceleró un proceso que ya se había iniciado durante el siglo II, con el desarrollo creciente de grandes explotaciones agrarias o de explotaciones de tamaño medio, según el modelo propuesto por Catón en su manual sobre agricultura, con una producción dirigida al mercado de las grandes ciudades, con base en una mano de obra esclava y libre ocasional, en detrimento de la tradicional pequeña propiedad. La emigración de campesinos desposeídos de sus tierras hacia las ciudades, y muy en particular hacia Roma, provocó el sensible crecimiento numérico del proletariado urbano, en el que se integraron asimismo los cada vez más numerosos libertos, antiguos esclavos manumitidos por sus dueños. De este modo, la plebe urbana adquirió progresivamente un potencial papel político, cuya influencia se manifestó con claridad en determinados momentos del período, si bien nunca constituyó el factor decisivo. Por otro lado, los esclavos se convirtieron ahora en pieza clave de la economía romano-itálica, al formar parte esencial de la fuerza de trabajo en la mayoría de las actividades productivas.
En general, durante la época tardorrepublicana se profundizaron las diferencias de clase, de modo que la élite social se enriqueció considerablemente, al tiempo que se ampliaba. Los caballeros, miembros del orden ecuestre, muchos de ellos, como el mismo Cicerón, procedentes de las aristocracias itálicas, adquirieron enormes riquezas, en buena medida gracias a los recursos procedentes de los territorios mediterráneos bajo control romano. Puesto que desde el punto de vista económico estaban en condiciones de competir o incluso superar a la aristocracia tradicional, la nobilitas, estos nuevos ricos reclamaron con fuerza su incorporación a las magistraturas, al senado y, en definitiva, su coparticipación en el gobierno del imperio. El conflicto planteado entre estos advenedizos por lograr el acceso al poder y una parte importante de la élite tradicional por limitarlo o impedirlo, representa una de las claves para entender una buena parte de los problemas políticos del período.
Por otro lado, la antes mencionada crisis del pequeño campesinado repercutió decisivamente en la estructura del ejército romano. Tradicionalmente, las legiones habían estado formadas por soldados que lo eran en tanto que eran ciudadanos romanos y a la vez campesinos
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