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DEGRADACION DE LOS SUELOS


Enviado por   •  17 de Noviembre de 2012  •  2.916 Palabras (12 Páginas)  •  578 Visitas

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DEGRADACIÓN DE LOS SUELOS, DEFORESTACIÓN Y PRODUCCIÓN DE ALIMENTOS

EN AMÉRICA LATINA

DEGRADACIÓN DE SUELOS:

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe, de la ONU, (CEPAL),ha determinado que las tierras latinoamericanas totalizan una superficie de Dos Mil Millones de hectáreas, aproximadamente; cifra que se ha mantenido, según sus estudios, desde 1970 hasta 1987.

De esta superficie sólo 7.5% es arable, 1.5% se usa en cultivos permanentes, 28% son pastizales, 48.2% bosques y el resto tiene otros usos. Las cifras, que datan en 1989 y cubren hasta 1987, al compararlas con la de 1970 confirman el aumento de las superficies utilizadas para el arado y pastizales.

Las primeras se han incrementado en más de 30 millones de hectáreas; es decir, de 120 millones en 1970 a 150 millones en 1987; aumentando así de 6% a 7.5%.

Mientras que, las superficies dedicadas a pastos ha aumentado de 530 millones a 564 millones de hectáreas, es decir, como forma parte de usos, de 26% a 28%.

Una tendencia opuesta se produce con respecto a las superficies boscosas, que se han ido reduciendo de 1000 millones de hectáreas – aproximadamente – a 970 millones. Esto representa una disminución aproximada de 30 millones de hectáreas de bosque. Lo cual permite afirmar que, su importancia como forma de uso del suelo se contrae de 51.8% a 48.2%.

Esto está ocurriendo con los bosques; mientras que el área dedicada a cultivos permanentes ha aumentado levemente y ocupada por otros usos se mantiene, prácticamente, inalterada.

Según la Food and AgricultureOrganization (FAO), que es la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación; América del Sur tiene la mejor incidencia de áreas críticas de limitación de tierras, en comparación con cualquier otra región del mundo.

Asimismo, afirma que esta parte del continente americano posee la mayor proporción de suelos aptos para agricultura sin riego; es decir, un 46% del suelo.

La extensión de América del Sur, es de 1 770 millones de hectáreas, lo cual, con relación a su población se traduce en una abundancia relativa de tierras parcialmente cultivables; en 1975 sólo 15% de esa tierra potencialmente cultivable era utilizada y sólo tres países cultivaban más de una quinta parte de su área: Ecuador 44%, Argentina 55% y Chile 85.5%.

Sin embargo, para la FAO, uno de los problemas ambientales preocupantes de esta región lo constituye la expansión de la ganadería, debido a que está conduciendo a que los suelos que se usaban para cultivos tradicionales, hoy se empleen en la producción de alimento para el ganado como la Soya y el Sorgo. Al mismo tiempo que se intensifica la conversión de tierra forestal en pastizales.

Entre 1970 y 1987 la tierras para cultivo y pastoreo aumentaron en 70 millones de hectáreas a expensas de los bosques nativos, que disminuyeron en aproximadamente 72 millones de hectáreas, equivalente a una reducción de 6.9% de los bosques existentes en 1970. De seguirse con este ritmo, se calcula que para el año 2000 los pastizales podrían cubrir más de un tercio de la superficie regional, es decir unos siete millones de kilómetros cuadrados.

Entre los efectos que ocasiona la modificación del suelo por la intervención humana se pueden destacar:

- Creciente mecanización.

- Aplicación de agroquímicos, en particular fertilizantes sintéticos, plaguicidas, herbicidas y fungicidas.

- Uso de variedades genéticas mejoradas de elevado rendimiento.

- Aumento de riego.

Explica la FAO, que esto pudiera presionar a convertir más de la mitad de los 943 millones de hectáreas de bosques y matorrales, lo cual no sólo es indeseable, sino que se considera poco probable.

La erosión constituye una de las formas más serias y generalizadas de degradación de suelos –a la que no escapa América del Sur-, que se acentúa por la expansión incontrolada de la ganadería en zonas no aptas y la extensión de agricultura a zonas de laderas donde el fenómeno de la erosión adquiere, características graves, obligando a abandonar extensas áreas, en algunos países. Por ejemplo, en El Salvador y República Dominicana las tasas de erosión, medidas por el transporte de sedimentos, fluctúan entre 190 y 346 toneladas anuales por hectárea, lo que implica que en el plazo de diez años esas tierras pierdan toda la posibilidad de uso agrícola.

Lo que si debe destacar es la notable tendencia de la agricultura en toda América Latina a la reducción de cultivos destinados al suministro local de alimentos en forma directa y su reemplazo por: plantaciones o cultivos de exportación, producción de forraje o de cultivos orientados a producir alimentos balanceados.

Este uso del suelo responde a una doble dinámica:

- La incorporación de patrones de consumo que privilegian la proteína animal frente a la vegetal.

- La necesidad de aumentar los volúmenes de exportación, como alternativa frente al constante deterioro de los precios de materias primas agrícolas en los mercados internacionales.

La prioridad de los cultivos de exportación implica también un mayor uso de fertilizantes. El 77% del consumo de fertilizantes se concentra en cereales, caña de azúcar y oleaginosas. En términos de expansiones tratados con fertilizantes, el primer lugar le corresponde a la caña de azúcar, seguida de la soya, los cítricos, los plátanos, hortalizas, papas y cereales.

Por ejemplo, en Ecuador, el principal uso de fertilizantes es para el plátano y la caña de azúcar; mientras que en Perú y Brasil, es para el café y la caña de azúcar. Es decir, los rubros de exportación de esos países.

Otra tendencia importante en América Latina es la capitalización de las grandes explotaciones agropecuarias, denominada Modernización Agrícola. Esta modernización implica la transformación de la hacienda tradicional mediante prácticas intensivas en el uso del capital y los insumos industriales, creciente tecnificación tanto en las fases de cultivo como de preparación, cosecha y poscosecha, así como el incremento de la especialización.

La mecanización agrícola, medida por la cantidad de hectáreas de tierra arable por tractor, fue muy rápida en el periodo 1965-1981; según la FAO el número de tractores prácticamente se duplicó, alcanzando casi el millón de unidades con aumentos notables en algunos países.

Por ejemplo, en Venezuela se pasó de tener un tractor por cada 400 hectáreas en 1970, a un tractor por cada 90 hectáreas en 1982, mientras que en México, para la misma fecha ya se había llegado a la cifra de un tractor por cada 150 hectáreas.

La creciente especialización, sin ningún tipo de control, genera alarma ya que conduce aceleradamente

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