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Derechos Del Paciente


Enviado por   •  12 de Noviembre de 2013  •  2.265 Palabras (10 Páginas)  •  249 Visitas

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Derechos del paciente:

Hoy en día con tantos avances tecnológicos y sociales aún se puede observar que se separa a la enfermedad del enfermo, es decir, no se trata a la persona como un todo y se puede observar que en muchos casos se tratan enfermedades, órganos y se olvida del ser humano.

Las enfermedades actualmente son causales de un renegado social, es decir, el enfermo se ve limitado por su enfermedad, porque no puede desenvolverse en su campo laboral, familiar o social de la forma que lo hacía antes, pone a los enfermos en una condición de debilidad, de temor, porque al llegar la enfermedad la vida y las expectativas y preocupaciones del enfermo y su entorno familiar cambian completamente, la enfermedad viene a recordarle al enfermo lo frágil que es la raza humana y que tan cercana puede estar la muerte, que aún es considerada un tabú en la sociedad.

Del paciente se espera únicamente pasividad, sumisión y cooperación en los tratamientos, cualquier comportamiento que escape a este rol prescrito es condenado y descrito como “desviado” el enfermo entonces es considerado un rebelde, impertinente, demandante, patológico. La institución comete el error de tomar una actitud también hostil ignorando las demandas del enfermo que muchas veces van relacionadas con su angustia y sus dudas, solo limitándose a brindar los servicios necesarios olvidando la parte humana y psicológica y el trato amable hacia el paciente.

La organización sanitaria está, además, impregnada de valores sociales tales como la eficacia, la productividad (sanar muchos órganos corporales en poco tiempo), la racionalidad, pero siempre en detrimento de lo personal, lo emocional, lo relacional. De este modo, en los hospitales, los horarios de descanso, visitas y comidas, el tiempo de espera para las pruebas, el hacinamiento en las habitaciones, el alargamiento innecesario de los internamientos, están en función exclusiva de la planificación de la institución, de la comodidad de los trabajadores, sin tenerse en cuenta los hábitos de vida anteriores de los enfermos, su condición y necesidades actuales y sus características personales.

El pacientes por tanto, debe adaptarse a la estructura, a su ideología y a su funcionamiento: debe cumplir horarios totalmente distintos a los habituales en su vida normal; aceptar la pérdida de la individualidad e intimidad; no “importunar queriendo ser informado del estado de su enfermedad, su pronóstico y tratamiento; sufrir un trato despersonalizado al ser, a menudo definido por su enfermedad (es un drogadicto, un cirrótico, un canceroso o, simplemente, un número de cama); renunciar a la compañía continuada de las personas queridas, en un momento en que, precisamente, sus temores y angustias se ve acrecentadas.

No casualmente las quejas de los pacientes giran en torno a todas estas cuestiones. El enfermo acaba sintiéndose un número de historia clínica, un dossier, al que él no tiene acceso y que carece, además, de todo otro derecho que no sea el de ser tratado en su “órgano” enfermo: como ser humano no existe. Con ello se pone en evidencia la funcionalidad y acomodamiento del sistema sanitario a los valores dominantes en nuestra sociedad actual.

En efecto, si todo proceso de cura supone una nueva puesta a punto para volver al engranaje de la organización social, los métodos que imperan en ambos mundos, el sanitario y el laboral, no divergen demasiado entre sí.

De este modo, en los dos ámbitos, la eficacia, la organización, la racionalidad se llevan a cabo a costa de la negación de la persona, de su subjetividad, de sus necesidades y de sus sentimientos.

Pero la "calidad de vida" que los enfermos reclaman remite a un concepto de salud integral, que entiende al ser humano como un ser bio-psico-social, tal como proclama la OMS, y no como un conjunto de órganos corporales.

Hablar y luchar por los derechos de los enfermos, requiere, pues, discutir en torno al modo de entender la salud y la enfermedad, en torno a sus condiciones psicosociales (que abarcan desde el modo de producción económico hasta el sistema ético y su anclaje inconsciente, que tiene características peculiares en cada individuo) y acerca de las consecuencias que ello comporta en el enfoque dado al proceso preventivo, curativo y rehabilitativo, para, en función de todo ello, elaborar las propuestas correctoras a hacer.

Para ello es esencial que el sistema sanitario devenga una estructura democrática y participativa, ya que en su seno están en juego intereses contrapuestos (Administración, trabajadores sanitarios y enfermos), siendo estos últimos las principales víctimas de los conflictos que se desencadenan.

En referencia a la historia de los derechos del enfermo, se puede comentar su expresión hace referencia a una parte del todo que es el derecho a la salud, derecho que abarca tanto al ser humano enfermo como al sano y que se inscribe en la esfera de los Derechos Fundamentales (Antonio Lorenzo, Rev. Tribuna Médica, 11.2. 1983).

Como “derecho a la salud” se han venido refiriendo distintos textos constitucionales a lo largo del Siglo XIX, pero ha sido durante ésta última mitad del presente siglo cuando adquiere tal carácter de derecho fundamental, sobre todo en los textos internacionales que arrancan desde la constitución de la Organización Mundial de la Salud de 22 de Julio de 1946; Arts. 3, 22 y 25 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, Asamblea General de las Naciones Unidas de 10 de Diciembre de 1948; Art. 2.1 de la Convención Europea para la Salvaguarda de Derechos del Hombre y de las Libertades Fundamentales, Roma, 4 de Noviembre de 1950; Art. 6.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 16 de Diciembre de 1966; Convención Americana sobre Derechos Humanos, del 22 de Noviembre de 1969; Arts. 12 y 13 de la Carta Social Europea; así como en las diversas convenciones de la Organización Internacional del Trabajo (Convenio 102) relativas a las normas mínimas de seguridad social y el deber ser de los Estados de organizar un sistema de seguro de enfermedad.

Ahora bien, la formulación de los “derechos del enfermo”, en principio del enfermo hospitalario, para luego extenderse a todos, así como su positivación jurídica y su vinculatoriedad y exigibilidad ante los tribunales de justicia, comienza a desarrollarse a partir de la Declaración de Ginebra de la Asociación Médica Mundial (1948), adoptada por la O.M.S., y ratificada en Sídney en 1968, así como en la Conferencia Internacional de Ética Médica de la Asamblea Médica Mundial, celebrada en Londres en Octubre de 1969.

Pero la expresión textual “derechos de los enfermos” había aparecido ya en la Carta de los Médicos de Hospitales de la C.E.E (Abril de 1967), en la Carta Médico-Social

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