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Derechos Humanos


Enviado por   •  18 de Mayo de 2013  •  1.596 Palabras (7 Páginas)  •  284 Visitas

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Analizar la globalización versus los Derechos Humanos, nos enfrenta a la dinámica que actualmente existe entre el modelo macroeconómico de dominación y uno de sus más eficientes y funcionales discursos de legitimación. Pero, podemos preguntarnos si ésta es la única relación posible, si están los Derechos Humanos condenados a ser una justificación del modelo e, igualmente, si la globalización sólo puede tener un contenido antagónico a la calidad de vida de todos los seres humanos. Desde este artículo, intentaremos responder a estos interrogantes desde la crítica a la dinámica actual de la globalización y su relación con los Derechos Humanos, profundizando en la idea-deseo de que los Derechos Humanos pueden tener un rol emancipador que cumplir.

Conceptualizando-contextualizando la globalización actual

Para comenzar a conceptualizar la globalización es preciso contextualizarla, analizando la relación que actualmente existe entre la globalización y la trama política, cultural, económica y social en general de nuestro último siglo y de estos comienzos violentos del XXI. En el siglo XX, entre la consolidación del modelo económico capitalista neoliberal, las dos guerras mundiales, la polarización política del mundo, el crecimiento sin precedentes de las diferencias entre ricos y pobres -Norte y Sur, primer mundo y tercer mundo-, la inestable y hambrienta depresión de los países pobres, entre tantos otros conflictos, ven la luz las declaraciones de Derechos Humanos positivizados en el panorama internacional, pero qué es lo que realmente alumbran no tiene una sola respuesta. Así, con los paradigmas de la modernidad en crisis, con la postmodernidad golpeando a la puerta, con un orden económico asfixiantemente capitalista y un sistema político neoliberal, el globo se globaliza desde el occidente rico. Pero qué es aquello a lo cual nos referimos cuando hablamos de globalización, tampoco tiene una sola respuesta.

Globalización de todo, menos de la calidad de vida, que penetra en cualquier escenario y se irradia desde Europa y Estados Unidos a todos los puntos del planeta, y se respira aún en los rincones más inéditos del mundo, amalgamando escenarios, culturas y diferencias que nos identificaban, unificando formalmente a la humanidad y diferenciándonos en aquello que debería igualarnos: nuestro derecho a ser humanos y a vivir como tales.

Podemos decir, siguiendo a Fariñas, que la globalización es un término polisémico y pluridimensional -lo que lo hace susceptible de análisis interdisciplinarios y no sólo pluridisciplinarios- y que, al ser un proceso dinámico, nos conduce necesariamente a definiciones procedimentales, haciendo referencia a “una serie compleja de ‘procesos’ históricos de transformación económica, tecnológica, institucional y social”(2000, 6). Estos procesos de transformación, lejos de interpretaciones positivas de expectativa hacia sus efectos, implican que mientras más se globalizan las relaciones jurídico-económicas, “más se ‘localizan’ o se ‘fragmentan’ las manifestaciones sociales, laborales y culturales, en las cuales aquéllas han de desarrollarse, produciendo además una relación desigual entre aquéllas y éstas”(FARIÑAS, 2000, 7). De Lucas sostiene, analizando las concepciones ortodoxas del neoliberalismo económico, “que la lógica del capital, que sería la del mercado y la tecnología, impone necesariamente un orden global caracterizado por la libre circulación del capital (más que de cualquier mercancía) y el desarrollo de los elementos institucionales propios del libre mercado, que tiene como consecuencia una redefinición del Estado y sus funciones”(1998, 3). Señala, así, que los rasgos fundamentales de la globalización, además de la redefinición del Estado y sus funciones, serían la expansión del comercio multilateral, la internacionalización y la libre circulación de los mercados financieros y de la inversión extranjera, la sociedad de la información y de la comunicación, y el mercado de trabajo mundial. Explicita, de esta manera, una contradicción entre globalización y universalidad porque, aunque ambos son hijos de la modernidad, la globalización implica la imposición del modelo de modernización capitalista entrevisto por Weber -el progreso en sentido socioeconómico instrumental- mientras que el universalismo como progreso moral es el gran derrotado frente a la globalización.

En sentido similar, Beneyto expresa que la llamada globalización surge “como la manifestación de la filosofía positivista de la historia después del fin de la filosofía dialéctica de la historia” (1997, 66), entrelazada al capitalismo y a la crisis de la modernidad. El capitalismo se constituye, entonces, como la expresión más excelsa del racionalismo moderno porque es, a la vez, su mismo significante; ya que sustituye la racionalidad material por la racionalidad instrumental, pasando por la racionalidad formal. Implica, pues, una progresiva neutralización de los valores humanistas hasta arribar al imperio de la eficiencia, que es el criterio que define la razón instrumental y el objetivo último de la razón ilustrada, así como la eliminación de cualquier vestigio de valores materiales en la razón, es decir, la máxima secularización. La globalización se erige como la filosofía de la historia de la postmodernidad, como la “radicalización de la autocrítica de la razón propia de la última fase de la modernidad que

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