EL MIEDO
Enviado por nelson36p • 9 de Noviembre de 2012 • Informe • 9.995 Palabras (40 Páginas) • 326 Visitas
BUEN DIA, DESPUES DE LEER ESTA INFORMACIÓN CONCEPTUALICE
ESTADO DE EMOCIÓN: QUÉ ES EL MIEDO, CUÁNTAS VECES HE SIDO BLOQUEADO POR EL MIEDO.
Detrás del miedo suelen existir experiencias subconscientes del pasado que bloquean la confianza.
Habitualmente los miedos se desvanecen al afrontarlos y al cultivar una fe poderosa en Dios y en ti mismo. Si el miedo te paraliza no te quedes allí y busca ayuda para ser libre y aprovechar lo que la vida te ofrece.
Eres más poderoso de lo que crees, pero sin la fuerza del amor eres bien frágil. Tienes talentos por estrenar y puedes lograr aquello que es imposible para los pusilánimes. El desafío es llegar a un despertar de conciencia y expandir el pensamiento. Elige conectarte con tu esencia y fluye en el amor a ti mismo, a Dios y a los demás. No gastes tus energías en la culpa, el miedo y las dudas.
En ese limbo sin deseos ¿qué puedes esperar? Solo frustraciones y una penosa sensación de desconsuelo. Por eso, hoy es un buen día si eliges creer firmemente. Piensa en lo mejor, confía en tu potencial y apela a lo mejor de ti para que nada te intimide.
El ser humano siempre se ha visto asediado por un miedo que asusta con múltiples caras de pesadilla: miedo a la soledad, a la muerte, al fracaso, a una quiebra, a la enfermedad, a la vejez, a las alturas, al vacío, y miedo al amor.
Hoy en día el miedo al amor cierra herméticamente hasta los corazones más jóvenes e impetuosos: yo me quedo solo, no me caso para sufrir, no hay hombres, dicen ellas, ellas solo quieren mandar, dicen ellos.
Es un miedo a ser lastimado y a aumentar la ingrata lista de relaciones desechables que hoy abundan.
Diversos siquiatras y sicólogos aseguran que el miedo al compromiso es una constante del mundo postmoderno. En buena medida ese miedo tiene su raíz en el cambio radical que hoy viven las mujeres, los hombres y sus relaciones. El molde de antes se rompió, el nuevo está aún en ciernes y, en el ínterin, reinan la incertidumbre y el temor a fracasar.
El miedo al amor pide cambios internos, una fe muy fuerte y algo que cuesta: aceptar sentirse vulnerable. Un sabio decía que nunca se pierde cuando se ama y que solo se pierde cuando se deja de amar.
Pero, ¿qué es amar? Acá es donde hay que abrir la mente y el corazón porque somos analfabetos afectivos. El sicoanalista Erich Fromm, tiene razón cuando asegura en su estupendo libro El arte de amar, que el amor es raro y escaso.
Hay muchos sucedáneos del amor y, por lo mismo, el fracaso no es del amor, sino de sus sustitutos. A veces el miedo al amor es un miedo a la propia incapacidad de darse y dar de un modo incondicional. Ese miedo cede si acabas con varios mitos: el amor no es para siempre, no es exclusivo y no lo puede todo. Atrévete a amar, aunque veas al lado muchas relaciones rotas y otras temporales.
También existen las que perduran. No sueñes con lo perfecto y cree que puedes confiar si hay entrega, verdad, admiración, humor, tolerancia, compromiso y perdón.
UNA LLAMADA AL AMOR
Autor: Anthony de Mello
MEDITACIONES: DE LA 11 A LA 15
Meditación 11
"Se le acercaron sus discípulos
y le señalaron las construcciones del templo,
pero él les dijo: ¿Veis todo esto?
Os aseguro que no quedará aquí piedra sobre piedra
que no sea derruida"
(Mt 24.1-2)
Imagínate a una persona gordísima y grasienta. En algo así puede llegar a convertirse tu mente: en algo tan gordo y grasiento, tan pesado y lento, que sea incapaz de pensar, de observar, de explorar, de descubrir... Mira a tu alrededor y verás cómo la mayoría de las mentes están así: torpes, dormidas, protegidas por "capas de grasa", deseando no ser molestadas ni sacudidas de su modorra. ¿Qué son esas "capas de grasa"? Son tus creencias, las conclusiones a que has llegado acerca de personas y cosas, tus hábitos y tus apegos. Tus años de formación deberían haberte servido para eliminar esas "capas" y liberar tu mente. En cambio, tu sociedad y tu cultura, que han recubierto tu mente con dichas adiposidades, te han enseñado a no verlas siquiera, a refugiarte en el sueño y a dejar que otras personas -los expertos: los dirigentes políticos, culturales y religiosos- piensen por ti. De ese modo, han conseguido abrumarte con el peso de una autoridad y una tradición intangibles e incontestables.
Veamos esas "capas" una por una. La primera son tus creencias. Si tu manera de vivir viene determinada por tu condición de comunista o de capitalista, de musulmán o de judío o de católico, estarás experimentando la vida de un modo parcial y sesgado; hay entre ti y la realidad una barrera, una "capa de grasa" que te impide ver y tocar directamente dicha realidad.
La segunda "capa" la constituyen tus ideas. Si te aferras a una idea acerca de alguna persona, entonces ya no amas a esa persona, sino que amas tu idea acerca de ella. Cuando la ves hacer o decir algo, o comportarse de una determinada manera, le pones una etiqueta: "es tonta", "es torpe", "es cruel", "es simpática"... Y entonces ya has puesto una pantalla, una "capa de grasa" entre ti y esa persona; y cuando vuelvas a encontrarte con ella, la verás en función de esa idea que te has formado, aun cuando ella haya cambiado. Observa cómo es precisamente esto lo que has hecho con casi todas las personas que conoces.
La tercera "capa" son los hábitos. El hábito o la costumbre es algo esencial en la vida humana. No podríamos caminar, hablar o conducir un auto si no tuviéramos el hábito de hacerlo. Pero los hábitos deben limitarse al ámbito de las cosas "mecánicas", y no deberían invadir los terrenos del amor o de la visión. A nadie le gusta ser amado "por costumbre". ¿No te has sentado nunca a la orilla del mar, hechizado por la majestad y el misterio del océano? El pescador mira todos los días el océano sin caer en la cuenta de su grandeza. ¿Por qué? Por el efecto embotador de una "capa de grasa" llamada "hábito". Te has formado una idea estereotipada acerca de todas las cosas que ves y cuando tropiezas con ellas, no eres capaz de verlas en toda su cambiante novedad y frescor: lo único que ves es la misma idea insípida, espesa y aburrida que te has habituado a tener de ellas. Y así es como tratas y te relacionas con las personas y las cosas: sin frescor ni novedad de ningún tipo, sino de esa forma torpe y rutinaria generada por la costumbre. Eres incapaz de mirar de una manera más creativa, porque, al haber adquirido el hábito de tratar con el mundo y con la gente, puedes activar el "piloto
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