EL SINDROME DE LA RANA

EL SINDROME DE LA RANA

El mundo se ha convertido en un sitio extraño, los mares se calientan que provocan tsunamis y huracanes. Las ciudades crecen, los problemas urbanos y ecológicos han perdido su referente local. La globalización representa un reparto más equitativo de desastres y las marcas comerciales en cualquier rincón puedes comprar una hamburguesa e intoxicarte con virus, hormonas, polvos, raros o colorantes químicos que viajan mucho para llegar a tu organismo.

El progreso se ha topado con voces críticas superadas por la tendencia a adaptarnos al deterioro o a juzgar la dependencia de nuevos aparatos para mejorar la vida.

Hace unos años conocí a una canadiense de ascendencia japonesa de nombre Suzuki, conto que las ranas pueden distinguir el agua fría de la caliente, si nadan en una olla donde la temperatura sube poco a poco, son incapaces de advertir cambio alguno, no detectan el peligro progresivo, se adaptan a lo que se avecina a ser una rana hervida. En su mente de rana los cambios son paulatinos los cuales son ideales. La alegoría de Suzuki el hombre se adapta a las catástrofes que surgen. El individuo interpreta las reacciones de la gente cuando es tarde.

Los futuristas como Julio Verne, se imaginaba viajando y Ray Bradbury renovó la literatura interplanetaria sin perder su fobia a los aviones. Hay personas que pertenecen al género de los pesimistas. La verdad resulta reconfortante que las peores noticias otra variante del síndrome de la rana.

El planeta hierve como el perol de la rana. La velocidad biológica no se ajusta a la velocidad tecnológica, la tecnociencia es el conocimiento a lo que el dopaje al organismo, la ciudad surge como un objetivo de defensa, las armas nucleares son armas de comunicación, cada tecnología inventa un accidente, el ascentismo tecnológico ayuda a entender la tecnología, la prevención de los artefactos, la globalización representa la finitud, la claustropolis, el ghetto de todos. Cada uno de estos puntos inspira una fábula de la rana.

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