EL ZORRO Y EL CUERVO
Enviado por Luimar018 • 29 de Enero de 2014 • 424 Palabras (2 Páginas) • 931 Visitas
EL ZORRO Y EL CUERVO
Cierto cuervo, de los feos el peor, hurtó un queso y fue a saborearlo en la copa de un árbol. En esa circunstancia lo vio un zorro que, con la intención de quitárselo, comenzó a adularlo de esta manera:
- Ciertamente, hermosa ave, no hay entre los pájaros otro que tenga la brillantes de tus plumas, ni tu gallardía y donaire. Tu voz es tan fascínate, que juzgó no habrá quien te iguale en perfección.
El cuervo, envanecido por el elogio, quiso demostrar al astuto zorro lo argentino de su voz y comenzó a graznar, dejando caer el queso que tenia en el pico.
El ladino zorro, que no deseaba otra cosa, cogió entre los dientes el suculento bocado y, dejando burlado al cuervo, lo devoro bajo la fresca sombra de un árbol.
Quien te envanece y engríe
de tu necesidad se ríe.
EL ZORRO Y EL CUERVO
Cierto cuervo, de los feos el peor, hurtó un queso y fue a saborearlo en la copa de un árbol. En esa circunstancia lo vio un zorro que, con la intención de quitárselo, comenzó a adularlo de esta manera:
- Ciertamente, hermosa ave, no hay entre los pájaros otro que tenga la brillantes de tus plumas, ni tu gallardía y donaire. Tu voz es tan fascínate, que juzgó no habrá quien te iguale en perfección.
El cuervo, envanecido por el elogio, quiso demostrar al astuto zorro lo argentino de su voz y comenzó a graznar, dejando caer el queso que tenia en el pico.
El ladino zorro, que no deseaba otra cosa, cogió entre los dientes el suculento bocado y, dejando burlado al cuervo, lo devoro bajo la fresca sombra de un árbol.
Quien te envanece y engríe
de tu necesidad se ríe.
EL ZORRO Y EL CUERVO
Cierto cuervo, de los feos el peor, hurtó un queso y fue a saborearlo en la copa de un árbol. En esa circunstancia lo vio un zorro que, con la intención de quitárselo, comenzó a adularlo de esta manera:
- Ciertamente, hermosa ave, no hay entre los pájaros otro que tenga la brillantes de tus plumas, ni tu gallardía y donaire. Tu voz es tan fascínate, que juzgó no habrá quien te iguale en perfección.
El cuervo, envanecido por el elogio, quiso demostrar al astuto zorro lo argentino de su voz y comenzó a graznar, dejando caer el queso que tenia en el pico.
El ladino zorro, que no deseaba otra cosa, cogió entre los dientes el suculento bocado y, dejando burlado al cuervo, lo devoro bajo la fresca sombra de un árbol.
Quien te envanece y engríe
de tu necesidad se ríe.
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