ENTENDER Y ENTENDERSE A SÍ MISMO
Enviado por Conmat • 18 de Mayo de 2015 • Síntesis • 967 Palabras (4 Páginas) • 208 Visitas
La buena vida como la vida buena remite, aunque de forma diversa, a la felicidad que es su referente. Pero el modo en que una y otra formas de vida remiten a la felicidad es muy distinto. De aquí la conveniencia de distinguirlas, de modo que se acierte en la elección por la que opte.
Se entiende aquí por «buena vida» una cierta satisfacción placentera proporcionada por el bienestar; la posesión de bienes materiales y la seguridad que éstos proporcionan; la ausencia de dolor, preocupaciones y sufrimientos; la abolición de cualquier riesgo en el horizonte vital; y, en general, el hecho de que los sentidos, apetitos y tendencias se encuentren saciados.
Las personas que anhelan la buena vida se refieren a ella con términos muy variados y un tanto vagos, como «pasarlo bien», «estar entretenidos», «no tener ninguna necesidad insatisfecha». Es decir, la persona que opta por la buena vida se conforma con lo transitoriamente placentero y las sensaciones y sentimientos que de ello puedan derivarse.
Sin embargo, la «buena vida» tiene una duración muy limitada, sea porque tras la satisfacción de un deseo, surge de inmediato otro nuevo que busca ser saciado (inquietud), o porque la satisfacción del deseo genera una cierta hartura (saciación).
De hecho, tenemos experiencia personal de que los deseos que surgen en el ser humano son ilimitados, mientras que los deseos satisfechos se pueden contar con los dedos de la mano y tal vez nos sobre alguno. En cualquier caso, optar por lo placentero de la buena vida es conformarse con las meras experiencias placenteras a nivel sensorial (hedonismo), algo que resulta insuficiente para la persona por cuanto su apertura al conocimiento y al querer permanece desatendida y, por tanto, frustrada.
ENTENDER Y ENTENDERSE A SÍ MISMO
La persona no se limita a sus sensaciones y sentimientos, quiere entender (y entenderse a sí misma), quiere querer y ser querida (y que ese amor no pueda extinguirse o llegue a desaparecer). Esto forma parte de la constitución originaria de su ser. Acaso por esto, para que la persona sea plenamente dichosa no es suficiente con darse una buena vida. Surge entonces la posibilidad de buscar la «vida buena», aquella en la que se puede dar alcance a esas irrenunciables aspiraciones.
La «vida buena» es la que no aspira al placer sino a la felicidad, la que no aspira al bienestar de apenas unos instantes sino a la felicidad que no tiene fin (eternidad), la que no aspira a lo que es contingente y lleva aparejado el temor a perderlo sino lo que no puede desaparecer (plenitud). La «vida buena» no está en el tener sino en el ser, se identifica así con la felicidad, el fin al que tienden las personas, y acaso por eso todas lo buscan.
En realidad, la «vida buena» es como el cañamazo sobre el que se teje la propia vida. La
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