EXPOSION SOBRE LA VERDAD
RODNY21091 de Junio de 2014
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VERDAD
El término verdad se usa frecuentemente para significar el acuerdo entre una afirmación y los hechos o la realidad a la que dicha afirmación se refiere, o la fidelidad a una idea. El uso de la palabra verdad abarca también desde la honestidad, la buena fe y la sinceridad humana en general, hasta el acuerdo de los conocimientos con las cosas que se afirman como realidades: los hechos o la cosa en particular; así como la relación de los hechos o las cosas en su totalidad en la constitución del Todo, el Universo.
Para el hebreo clásico el término `emuná significa primariamente «confianza», «fidelidad». Las cosas son verdaderas cuando son «fiables», fieles porque cumplen lo que ofrecen.
VERACIDAD
Se entiende por veracidad la cualidad que tiende a alinearse con la verdad. Veracidad no es lo mismo que verdad, ni que una expresión sea veraz, significa que sea verdadera. Y ya veremos porqué. La veracidad se asocia ante todo a valores morales positivos como la honestidad, sinceridad, transparencia, la buena fe y la actitud de “ir hacia la verdad”.
Decíamos que veraz no es igual a verdadero. ¿Por qué? Lo que es veraz supone que tiende a buscar la verdad, que se expresa o se hace de manera honesta y con sinceridad. Mientras que lo verdadero es una relación de semejanza directa con la realidad. Para graficar esto que, claro, es muy abstracto, pondremos un ejemplo. Y para eso, recurriremos a un ejemplo relacionado con una de las profesiones que se liga de manera estrecha a la veracidad: el periodismo. Supongamos que el hecho es un accidente entre un camión y un auto en una autopista y todas las personas involucradas murieron. Si yo digo que las personas murieron, a causa del impacto entre los dos vehículos y que el impacto pudo haber sido provocado porque el conducto del auto conducía estando alcoholizado, es una información veraz. Primero, porque puede, factiblemente, haber ocurrido: mueren millones de personas en el mundo por causas como ésta, puede ocurrir en la realidad.
La veracidad es /virtud moral. Como tal es actitud de toda la persona: disposición de la libertad, que yo soy, a la verdad. Y es virtud social, que abre a los demás, cualificando y promoviendo las relaciones. La veracidad es virtud de fidelidad: fidelidad a la verdad y en la verdad. Es respeto y amor de la verdad, atención y búsqueda, comunicación y atestación, docilidad y servicio de la verdad. La veracidad hace verdadera a la persona de la verdad que profesa eficazmente en su vida. Y la hace ministro de la verdad, o sea de Dios, del que toda verdad es refracción reveladora. Dios es el veraz, la verdad que se autocomunica en Cristo por medio del Espíritu y que hace veraz al hombre. La veracidad es por sí misma fidelidad a la verdad creadora y liberadora de Dios igual que Cristo es logos veraz de Dios y en comunión con Cristo; de cuyo logos el cristiano es constituido signo y testimonio.
Por eso la veracidad no es tanto la ley que prohíbe la mentira como la autoconciencia cargada de exigencia de una fidelidad. Es fidelidad a la verdad, y por tanto a Dios, fundamento, fuente y plenitud de la verdad. Y, así mismo, a la verdad que me hace verdadero; y a los otros, encontrados en la verdad que une y hace la comunidad. Por eso la infidelidad a la verdad es decreadora, y la Escritura la identifica con el maligno y su acción.
1. ESCUCHA. La primera veracidad se da frente a la verdad misma. K. Rahner la ha llamado " el sentido de la verdad" (La veracitá, 289), como sensibilidad vigilante y constante del hombre a la verdad. No puede haber comunicación de verdad sin comunicarse con la verdad. De ahí el cometido primario de la apertura y de la permeabilidad a la verdad, de su búsqueda, de su intensificación: "Todos los hombres... son impulsados por su propia naturaleza a buscar la verdad, y además tienen la obligación moral de buscarla... Y están obligados así mismo a adherirse a la verdad conocida y a ordenar toda su vida según las exigencias de la verdad" (DH 2).
Esta forma originaria de la veracidad se basa en la confianza. No solamente en las posibilidades del hombre de encontrarse y reconciliarse con la verdad, sino ante todo en la realidad de la verdad y en sus posibilidades reveladoras de valor y de sentido. A esta confianza se le entrega la verdad, sobre todo en la medida en que no se trata de verificarla y de tomarla, sino de reconocerla y dejarse tomar. Sin embargo; el hombre atraviesa hoy una crisis de desconfianza en la verdad, aunque no sea sino porque ha perdido su sentido y valor, desviándolo y reduciéndolo a verdades periféricas y empíricas, por lo cual se mide sólo con éstas, cayendo en el monismo de la verdad, de modo que cuanto rebasa este nivel goza no del beneficio de lo verdadero, sino de lo opinable.
Pero la veracidad no está constituida por la opinión, ni siquiera por la dominante o estadísticamente más sostenida. La veracidad se consigue a sí misma a la luz reveladora del ser y de la realidad. En este significado originario la veracidad es "la apertura [...] del hombre como espíritu hacia el ser simplemente tal -en el que se fundamenta todo el ser de los seres-, como la aceptación del misterio, que es el fundamento en que se basa toda realidad, y al que llamamos Dios, como la verdad primaria que tiene en sí misma su pleno sentido, aunque no sea útil para nada, aunque no pueda ser técnicamente utilizada y puesta al servicio del progreso biológico, del avance en el nivel de vida, de las distracciones y de las diversiones; el sentido de la verdad que es severa, exigente y se da a sí misma con esos caracteres, que no sólo se dirige y llama a la racionalidad del hombre técnicamente refinado, sino que posibilita y exige su espíritu, la decisión última de la libertad y al hombre todo" (K. RAHNER, La veracidad, 249).
Para realizar esta primera y decisiva veracidad se necesita una disponibilidad de escucha acogedora, lograda mediante el recogimiento con el que la libertad se sustrae a la dispersión y se asume a sí misma; de silencio, por el que, obligando a callar todas las distracciones, abre el espíritu a las profundidades trascendentes de la verdad; de contemplación, con la cual relativiza y trasciende la actitud del espectador, elevándose a la lógica de la participación, o sea del conocimiento más comprometido y adherente, la única que es capaz de alcanzar la profundidad y la plenitud de la verdad.
2. SINCERIDAD. La fidelidad a la verdad que hace verdadera la vida propia se proyecta como fidelidad en la verdad a sí mismo y a los demás; es la manifestación del propio ser verdadero, por el cual la persona se ofrece en la verdad. Es la veracidad como sinceridad: ser verdaderos.
Es el emerger que se auto manifiesta del propio ser personal, la continuación de la propia realidad como presencia de sí a sí y a los otros; el darse puro, simple, sincero de la verdad. Por eso veracidad y verdad, como en la emeth bíblica, son la misma cosa: la verdad del propio ser que se auto-revela, "la veracidad de la propia verdad para los otros" (K. RAHNER, La veracidad, 273) en la libertad y en el amor. -En la libertad, porque esta autoapertura no procede necesariamente, sino como acto dé fidelidad a la verdad del propio ser y a los demás, a los cuales se abre la verdad. Ello comporta el riesgo ético y la posibilidad inversa de la infidelidad como interaceptación manipuladora y desviada de la propia verdad a los otros. En el amor, porque aquí veracidad es autodonación de la verdad que yo soy, y por tanto de mi ser verdadero al otro. Es gracia: reflejo de la verdad dé Dios, que se automanifiesta y da a nosotros. Por eso la insinceridad es siempre un acto de rechazo egoísta de darse en la verdad.
a) Consigo mismo. El primer alter, el primer tú al que me abro y ofrezco en la verdad soy yo mismo para mí. Por eso la primera sinceridad es consigo mismo; es la imagen que se da de sí. Cada uno secunda los fenómenos de la represión, de la racionalización, de la autojustificación, de la pseudoconciencia, de la íntima ficción, con los que de manera más o menos refleja procede a la adaptación utilitaria y gratificante de la verdad de sí a sí mismo. Por eso nos concedemos una imagen ficticia, fuente de complacencia satisfactoria.
En cuanto la libertad experimenta este condicionamiento de la verdad, está llamada, por una parte, a una conversión radical de toda certificación instintiva y emocional de sí; por otra, a una liberación autocrítica de toda imagen torcida e inauténtica: por la confrontación abierta con la realidad íntima y genuina, con la experiencia, con los otros, con la autoridad, con la comunidad, con la palabra de Dios; en vigilante y confiada docilidad a la acción liberadora y sinceradora del Espíritu, del que es don y fruto la verdad de nuestro ser.
En la autoconciencia según la verdad, el hombre es verdaderamente libre porque se autoposee en el ser y en el deber ser. En el ser, por el que simplemente es, sin el afán de la apariencia ni la angustia del límite. En el deber ser, porque tiene la serena conciencia de sus posibilidades y de sus obligaciones y se abre a la conversión, a la fidelidad y a la esperanza.
b) Con los otros. Todo hombre es él mismo delante de los otros: se muestra. Mostrarse es ofrecerse a la mirada; revelar el propio rostro, comunicar en la verdad del rostro. De esta reciprocidad de rostro y mirada procede la dinámica social de comunión y comunidad; es la propia sinceridad ofrecida a los otros en una fidelidad simultánea
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