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El Alquimista


Enviado por   •  16 de Octubre de 2012  •  2.641 Palabras (11 Páginas)  •  349 Visitas

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El alquimista.

Relata sobre un joven pastor que cuida su rebaño, y un día se queda dormido en una iglesia abandonada y vuelve a soñar algo repetidamente, y por lo tanto,

decide al otro día ir a visitar a una gitana para que le descifre su sueño. Le cuenta que ha soñado con un tesoro cerca de las pirámides de Egipto. La gitana le dice que tiene que ir a buscarlo y que cuando lo encuentre en vez de cobrarle la consulta, debe darle la décima parte de ese tesoro.

No cree nada de lo que dice y decide ir a buscar un libro más grueso para poder utilizarlo como almohada y para tardarse más en leerlo.

Estando en la plaza, iba a comenzar a leer su libro cuando un hombre se le acercó y le dijo que el libro era aburrido. Se agachó y el muchacho vio que había un resplandor en su pecho. Comenzaron a platicar y el muchacho le contó sobre su sueño. El hombre le dijo que él era el rey de Salem y que venia a ayudarlo para que siguiera su sueño. El muchacho no creía que fuera un rey, pero se descubrió el pecho y vio que era un tronco de oro puro con piedras preciosas incrustadas. Quitó dos, llamadas Urim y Tumim, y le dijo al muchacho que ellas le podrían ayudar a hacer decisiones importantes, una significaba “si” y la otra “no”.

El rey le habló de la Leyenda Personal, que había que cumplirla, de la Suerte de Principiante y lo instruyó en muchas cosas importantes. Le dijo que su sueño había sido la señal de que debía cumplir su LEYENDA PERSONAL, que en el mundo estaban escritas muchas señales que debía seguir para cumplir su LEYENDA PERSONAL, le dijo “Cuando quieres una cosa, todo el Universo conspira para ayudarte a conseguirla”.

Decidió ir, vendió todo su rebaño y juntó dinero para irse a Africa. Llegó a un bar y una persona se le acercó, hablaba español. Comenzaron a platicar y el muchacho le contó a lo que iba, le dijo que necesitaba comprar un caballo, y ésta persona le preguntó si tenía dinero, el dueño del bar los sacó, ya que la persona con la que el muchacho estaba, era un ladrón.

El muchacho se quedó sin dinero, y llegó a una tienda de cristales. Entró y le dijo al dueño que le ayudaba a limpiar todos los cristales a cambio de una comida. El dueño aceptó y cuando terminó el dueño le dijo que fueran a comer. Le explicó que según el Corán era una ley darle de comer al hambriento sin ninguna paga. Al dueño le gustó tanto como se veían sus cristales limpios que empezó a tener mayores ventas, el muchacho se quedó a trabajar con él cerca de un año para juntar dinero y así poder regresar a Andalucía y comprar su nuevo rebaño. Aprendió a hablar bien el árabe, y el dueño de la tienda le explicó más cosas sobre las señales. “Maktub” decía. Las cosas estaban ya escritas, como el destino. El muchacho tuvo brillantes ideas para que el señor tuviera mejores ventas, pusieron una tienda en la punta de una colina para que la gente que subiera tomara té en bellos jarrones de cristal y así quisieran comprarlos.

Cuando decidió irse, volvió a acordarse de sus piedras de la adivinación, Urim y Tumim, y les preguntó si el rey aún estaba con él. “Si” les volvió a preguntar si debía continuar con su viaje y las piedras se cayeron por un agujero de la chamarra. Se dio cuenta que sólo podía hacer preguntas concretas.

Se fue con una caravana que partía hacia Egipto, ahí conoció a un inglés y se hicieron amigos. El muchacho sacó de su bolsa a Urim y Tumim. y se asombró de que el inglés supiera el nombre de las piedras y éste le dijo que no estaban en venta, el inglés le respondió que no tenían gran valor comercial, que sólo eran piedras de la adivinación para los alquimistas. Entonces el muchacho se sorprendió de que el inglés también fuera un aprendiz de la alquimia, y el inglés le prestó libros que traía para que aprendiera más. Cuando finalmente el muchacho terminó de leerlos, el inglés le preguntó lo que había entendido y éste le respondió que no había aprendido mucho, que sólo había aprendido que la alquimia es tan fácil que se puede escribir en una simple esmeralda, el inglés se sintió decepcionado.

A mitad del camino les informaron que había una guerra entre los clanes y que tendrían que llegar lo mas pronto posible al oasis.

Un camellero les explicó que el oasis es un punto neutro donde nadie puede entrar con armas. Pasaron varias noches y varios días caminando hasta que al fin encontraron el oasis. El inglés saltó de felicidad mientras que el muchacho disfrutó de esa victoria en silencio como le había enseñado el desierto.

Al entrar a las tiendas del oasis el jefe les pidió que se despojaran de todas sus armas y el muchacho se sorprendió al ver que el inglés llevaba un revólver consigo y le preguntó que para que lo llevaba, el inglés respondió que para aprender a confiar en los hombres.

Ese primer día todos durmieron de cansancio y el muchacho estaba instalado lejos del inglés junto con otros cinco muchachos de su edad. Querían saber todo acerca de las grandes ciudades cuando llegó el inglés y se lo llevó.

El inglés le pidió que lo ayudara a encontrar al alquimista y se pusieron a buscarlo en tiendas donde vivieran hombres solos, más no encontraron nada. Se acercaron a un pozo a ver si la gente que fuera a buscar agua, pudiera ayudarlos.

Encontraron a una señora y le preguntaron por el Alquimista. La señora les respondió que no había nadie con ese nombre por ahí y le avisó que no debía hablar con mujeres vestidas de negro porque estaban casadas y era la tradición.

Siguieron llegando mujeres de negro y él no les preguntaba nada, aunque el inglés lo impulsaba para que lo hiciera.

Un hombre fue a buscar agua y el muchacho le preguntó si sabía dónde vivía el hombre que cura las enfermedades. El hombre le respondió que Alá es el que cura las enfermedades y lo que ellos estaban buscando era un brujo.

Finalmente y después de varios intentos, apareció una mujer que no estaba vestida de negro y el muchacho se aproximó para preguntarle sobre el alquimista, entonces fue cuando se enamoró perdidamente de sus ojos negros y de su delicada sonrisa. Después de algún tiempo el inglés se levantó y lo sacudió diciéndole que se lo preguntara a ella, ella le sonrió y el muchacho le preguntó su nombre. Fátima. El muchacho le dijo que era un nombre muy común de donde él venía y ella le respondió que es el nombre de la hija del profeta. Finalmente le preguntó por el alquimista y ella le dijo que era un hombre que conocía los secretos del mundo. Llenó su cántaro y se fue y el inglés se fue en búsqueda del alquimista.

Después de esa noche el muchacho iba todos los días al pozo a esperar a Fátima, le habló sobre su vida, del lenguaje que todo el mundo

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