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El Maestro Universitario


Enviado por   •  20 de Noviembre de 2011  •  8.757 Palabras (36 Páginas)  •  813 Visitas

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¿Y EL MAESTRO UNIVERSITARIO?

ALFONSO BORRERO, S.J.

Mayo 15 de 1995 (

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)

Hace unos días recibí invitación telefónica de mi buen amigo Rafael Campo para hacerme

presente en esta serie de presentaciones con motivo de la Fiesta del Maestro, que es

también la nuestra. Gracias, Rafael; a la Universidad Javeriana y a la Facultad de

Educación, por supuesto, y a vosotros asistentes.

1. Primera parte

Hoy la Iglesia celebra la festividad de San Juan Bautista de la Salle cuya importancia en la

historia de la educación es trascendental.

Desde la condensación primera de las universidades, el título que se otorgaba tuvo la

connotación de un permiso, una licencia para enseñar. Ya quienes egresaban en esos

tiempos se los llamaba, indistintamente, ‘doctores’ o ‘maestros’: vocativos sociales

acostumbrados para alguien referirse a quienes cumplido el preámbulo de las ‘artes

liberales’, tuvieron merecido el carácter de teólogos para el servicio de la fe; de juristas

para el servicio de la justicia, y de médicos para el servicio de la salud.

En Bolonia fue mas frecuente llamarlos ‘doctores’ y en París, ‘maestros’. ‘Doctores’ —del

verbo latino ‘doceo’, enseñar— lo eran porque sabían y porque sabían enseñar: ‘Tu es

doctor quia doctus es’ —Tu eres doctor porque eres docto. Y si ‘Magistri’ —de la raíz

‘mag’, porque el saber y la sabiduría los habían hecho ‘más’, porque los habían

engrandecido.

Y así transcurrieron los tiempos hasta crearse consciencia, después de dos siglos de la

Revolución científica, de nueva necesidad específica, hija de otra encumbrada altura

cultural: promover escuelas que formaran maestros, especialmente para la niñez. Adalid

de esta consciencia, y es su gran mérito, San Juan Bautista de la Salle que vive en el

siglo de la ilustración —el siglo de la pedagogía—.

2. Segunda parte.

En mi trasegar por la naturaleza y la historia de las universidades y de la educación, tres

cuestiones me han golpeado con instancia persistente, y busqué darles satisfactoria

respuesta a propósito de uno de los documentos que preparaba para el Simposio

Permanente sobre la Universidad.

Tengo aquí el escrito entre mis manos. Se intitula ‘Educación y Política: la Educación en

lo superior y para lo superior’ porque, ante todo, sus páginas indagan, en los orígenes y

desarrollo de las grandes civilizaciones, los motivos que las impulsaron a educar la niñez

y la juventud. Encontré que la educación siempre ha estado enfrentada hacia las metas

superiores.

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Borrero, Alfonso, S.J. ¿Y el maestro universitario? Orientaciones universitarias N°13, Pontificia

Universidad Javeriana de Bogotá, mayo de 1995

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Descubrimiento, tan obvio y simple que casi me sonrojo de reforzarlo ante vosotros: ¿Ha

existido acaso alguna vez en la historia alguien que eduque hacia lo inferior? Contando

con vuestra benevolencia a la ingenuidad de mi pregunta, permitidme que la exprese en

forma paradójica y torturante: Si es cierto, y parece serlo, que hay ‘escuelas de sicarios’

en nuestra Patria, ¿se educa en ellas hacia lo inferior o hacia lo superior del sicariato? La

respuesta angustia: Se educa a los adolescentes para lo superior del crimen certero y

refinado; de lo contrario, ¿qué ‘narco’ los contrataría para asesinar desde la velocidad de

una moto en estampida?

Estimulada mi curiosidad, continué escrutando la historia de las civilizaciones: ¿Cómo

ellas y en qué forma, desde las orientales y en la nuestra occidental, la educación ha sido

hacia lo superior de los valores, prescindiendo, a partir de la conformación de los niveles

educativos formales, que la universidad sea el ‘nivel superior’ de la educación. Y me hundí

más en mis inquietudes: ¿Acaso la universidad no ha dejado en el olvidado que siendo

llamada el ‘nivel superior’, a la hora de la verdad se conforma placentera con educar para

lo plano, pedestre y cotidiano?

Seguí explorando la historia para estudiar el nacimiento de las escuelas a partir de la

primera reflexión pedagógica de los Griegos. Pasé luego por las escuelas helenísticas,

por las episcopales, catedralicias y monacales en los primeros trechos de la educación

cristiana. En todos ellos encontraba el impulso hacia lo superior. Si bien no con las

mismas expresiones, el Tratado de San Agustín de Hipona, ‘De Magistro’, entre otros

autores, me lo dejaron sentir.

Cuando nacen la universidades en los siglos XII y XIII, está presente la idea de educar en

lo superior, para lo superior y en lo superior. Meta es el conocimiento de Dios. El

Renacimiento fija sus ojos en el hombre. La Compañía de Jesús funda sus primeros

Colegios y les traza el ‘proyecto educativo’ de la Ratio Studiorum’ o ‘razón de ser de los

estudios’ orientada, por la mente de San Ignacio de Loyola, hacia lo superior. Si no, ¿qué

significará el ‘magis’ ignaciano?

Este anhelo por las altas metas se mantiene en San Juan Bautista de la Salle yen los

pedagogos del siglo XVIII, y se prolonga en varias de las proyecciones educativas de

filósofos y educadores que dieron origen a los así llamados ‘modos de ser’ o modelos de

la educación y de la universidad, dados a luz desde muy temprano el siglo XIX, cuando

bien conformados los estados modernos, cobran acrecentada consciencia de la

importancia de la educación para el desarrollo del ser humano y de la sociedad. Así lo

develan tres estilos pedagógicos universitarios muy característicos en donde el maestro,

si no el único, sí es fundamental protagonista: la cátedra

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