El campamento del mes pasado

Era un sábado nublado. Los chicos de tercero informática habían llegado al campamento en un gran predio de Mendoza, bastante alejado de la civilización. Estaban un poco asustados ya que hace unos meses, habían desaparecido un par de adolescentes en una excursión, pero no les importó mucho ya que no pasó en el lugar donde ellos se hospedarían.

 La cabaña donde iban a dejar sus bolsos era oscura, estaba repleta de telarañas y sus paredes llenas de musgo, sin mencionar el olor horrible que invadía todo el lugar. Se veía muy descuidada, como si no la hubiesen usado en años.

La profesora encargada, Claudia, se veía muy estresada. De mala manera mandó a los estudiantes a armar sus carpas, ella iba a dormir en la cabaña, cosa que antes de ver cómo era por dentro, parecía una buena idea.

Esa misma noche, Emi, Juli, Roci y Mica se encontraban en su tienda. A Emi le dieron ganas de ir al baño, por lo que salió de la carpa con Juli detrás y caminaron hasta el mismo. No veían nada, por lo que no sabían si estaban yendo por el camino correcto.

• ¿trajiste la linterna Ju? – pregunta Emi - ¿Ju? No me asustes, no es gracioso –

Se escucharon fuertes pasos atrás de Emilia, pero esta vez no era Juli. A pesar de la escasa luz, al girar, vio una gran silueta que parecía ser un hombre. La adrenalina invadió su cuerpo y salió corriendo con todas sus fuerzas. Los pasos detrás de ella persistían, pero ella seguía trotando y trotando hasta que llegó a la cabaña. Su corazón palpitaba muy fuerte y estaba nerviosa. Decidió avisarle a la profesora lo ocurrido, pero cuando estaba yendo a prender la luz para contárselo, tropieza con algo. Confundida se levantó y encendió la lámpara. Lo que encontró, la horrorizó. Al parecer se había tropezado con el cuerpo sin vida de la maestra. Alrededor de ella, se expandía un charco de sangre la cuál salía de su pecho.

Sin pensarlo dos veces, Emi se metió en el baño para esconderse. Ignorando por completo el olor asqueroso que provenía de allí. Los pasos detrás de la puerta se volvían cada vez más fuertes. La asustada chica, intentó buscar una salida, y halló una pequeña puerta en el piso del cuarto. La abrió rápidamente y se escondió dentro de lo que parecía ser un angosto pasillo debajo del suelo. Pensó que seguramente ahí caían los deshechos del inodoro, y por eso apestaba tanto.

Luego de unos minutos, sacó una linterna de su bolsillo que ni ella sabía que tenía. La encendió para ver por dónde salir, ya que los pasos no se escuchaban más. Ahí entendió de dónde provenía la pestilencia. No era de los deshechos del inodoro, ni mucho menos de las paredes podridas. El olor provenía, ni más ni menos que de dos adolescentes sin vida, completamente deformados que se encontraban a su lado. Inmediatamente recordó la noticia que había escuchado, de los dos chicos que se habían perdido en una excursión.

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