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Equidad De Género


Enviado por   •  4 de Octubre de 2012  •  2.539 Palabras (11 Páginas)  •  400 Visitas

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El presente trabajo surge a partir de una inquietud sobre lo que estamos viviendo hombres y mujeres de edad madura: una situación de incertidumbre, de dudas respecto a nuestro ser como mujeres y hombres, de nuestra feminidad y masculinidad.

Quizá, se ha presentado a través del tiempo en todas las generaciones, cuando la sucesiva tiene que vivir cosas diferentes a las de sus padres y enfrentarlas cómo se aprendieron en casa y cómo la singularidad de cada individuo lo va permitiendo. Sin embargo, lo que vivimos actualmente se puede considerar un parte aguas en la historia de los géneros y sus relaciones entre éstos.

La situación actual se podría caracterizar —particularmente en las clases medias de nuestra sociedad mexicana— de la siguiente manera: las mujeres han accedido a estudios medio superior y superior; tienen una mayor posibilidad de emplearse en puestos medios o altos; la elección de pareja suele ser más pensada; contraen matrimonio a edades más tardías; tienen más recursos para planificar el número de hijos; en un gran número de parejas que permanecen juntas, la mujer es la principal proveedora de la casa; comparten responsabilidades con la respecto a los hijos y se responsabilizan de la organización doméstica.

En consecuencia, los varones ahora comparten lugares en la escuela con las mujeres; en muchas áreas de trabajo tienen que concursar al lado de ellas para obtener algún puesto o ascenso; en su elección de pareja se encuentran ante la disyuntiva de unirse a alguien del mismo nivel económico y/o intelectual que ellos o con quien no tienen expectativas laborales o profesionales y desea una vida tranquila en casa; prefieren casarse después de concluir la carrera o luego de obtener un trabajo fijo; se interesan por planear el número de hijos y, en muchas ocasiones, obtienen salarios más bajos que su pareja; participan de manera importante en la crianza y educación de los hijos e, incluso, en acciones domésticas. Aparentemente, la situación parece natural, llevadera, y así se percibe por muchas parejas; sin embargo, en entrevistas de investigaciones de género o en procesos terapéuticos, se externa, entre amistades cercanas, una muestra de la problemática real.

Para la mujer, no es nada sencillo vivir dos mundos, los cuales tiene que compaginar para no quedar mal en ninguno de ellos. Por una parte, están sus aspiraciones y logros personales, profesionales. Por otra, está su papel de madre y esposa en casa, ámbito original, identitario, heredado culturalmente, lugar al que no renuncia desde el momento que decide casarse, pero que, cuando lo combina con actividades externas puede provocar conflicto, no sólo por el esfuerzo físico y mental que conlleva, sino por los efectos que tiene en sí misma al colocarla en una situación disyuntiva o valorativa respecto a su ser y hacer femenino, y el efecto que provoca en su pareja, sobre todo cuando ella supera el lugar de varón en la casa o en el trabajo.

El caso de los varones resulta complejo; durante años han ocupado un lugar superior al de la mujer; sus compañeros de escuela y de trabajo siempre habían sido hombres. Su papel en la familia estaba claramente delimitado y así era respetado independientemente si lo cumplía o no. Su autoridad en casa no era cuestionada ni compartida. El área laboral era su zona exclusiva y la casa representaba, así, su lugar de descanso y de poder absoluto.

Ahora, para el varón, las cosas han cambiado y no precisamente a su favor. Con la creciente participación de las mujeres en el mercado de trabajo, se han provocado cambios más dinámicos en el interior de la familia, donde la posición de los hombres es ahora vulnerable, incluso son varios los estudiosos que han calificado esta situación como una crisis de la identidad masculina.

Tanto en la mujer como en el hombre, el impacto provocado por los cambios en prácticas y discursos referentes al ser y hacer femenino y masculino puede provocar una problemática en su identidad genérica como consecuencia del enfrentamiento entre los referentes del pasado y los nuevos paradigmas que empiezan a emerger al paso de las transformaciones sociales.

Los efectos de la inserción de la mujer en el ámbito productivo son positivos en lo que a independencia económica y social se refiere; sin embargo, las nuevas prácticas desarrolladas por las mujeres no han superado a las viejas, coexisten con ellas y, generalmente, en tensión conflictiva, lo que habla de una etapa nada fácil de vivir. A esto, se le añade la mirada vigilante de la familia y la resistencia de la pareja al cambio que se opera en ella, el cual el hombre debe asumir.

Esta dramática transformación en la condición de la mujer, aunque favorable en muchos aspectos, se ha dado casi imperceptiblemente en tan sólo una generación; fuerte impacto para la mujer y el hombre que, sin haber vivido situaciones similares, deben enfrentarse, ya que les exige más de ellos y pueden tensionar hasta el límite su vida cotidiana y, por ende, su relación de pareja, ocasionando en muchos casos separaciones o divorcios. Si estas parejas permanecen juntas, se modifican los roles de la familia patriarcal provocando con ello sustanciales cambios en los hijos, quienes, como menciona Castells (1994), pudieran manifestar “personalidades más complejas, menos seguras y más capaces de adaptarse a roles cambiantes y a contextos sociales”. Asimismo, afrontar distintos papeles, cuando no están fijados en una estructura formal dada como la familia patriarcal, explica la dificultad para mantener relaciones sociales estables dentro del hogar familiar y llevan necesariamente a una transformación de los valores de la sociedad.

Para varios autores, la identidad masculina se encuentra en problemas. Badinter (1987), en un estudio sobre este aspecto, dice que la identidad masculina está en crisis, y que ya había padecido situaciones críticas en dos momentos históricos anteriores: en los siglos XVII y XVIII, y hacia finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX; el cuestionamiento de la masculinidad se produce a raíz de cambios sociales en países avanzados cultural y económicamente, donde las mujeres tienen mejores oportunidades.

Este conflicto se produjo en medios sociales limitados; esto es, entre las clases dominantes. El movimiento de “Las Preciosas” en Francia, repetido luego en Inglaterra, surgió alrededor de 1650 como reacción a la grosería y malos tratos que sufrían las mujeres en el reinado de Enrique IV. Algunas mujeres se rebelaron y propusieron condiciones sociales igualitarias, más oportunidades educativas y lazos amorosos en la pareja. Muy pocos hombres aceptaron estas condiciones, entre los que se hallaban los más distinguidos, quienes consideraron una cuestión de honor ser civilizados, corteses y delicados, con mayor refinamiento en el trato,

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