Esperanza - Ensayo

Esperanza

Era un domingo radiante, las hojas bailoteaban con la suave brisa matutina, las casas tan pintorescas de la calle en la que vivo, que a simple vista parecen sacadas de la imaginación, realzan su color con los fuertes rayos del sol, yo estaba sentado en el alfeizar de la ventana, contemplando la calle, cuando alguien llamó mi atención. Era la más hermosa muchacha que hubiese visto, en mis cortas 17 primaveras, estaba sentada al pie de un arbusto, con un libro en sus delicadas manos. Fue tanta la desesperación por verla que casi resbalo desde el segundo piso de mi casa.

Decidido a entablar una conversación con aquel ángel, baje presuroso las escaleras, mientras acomodaba mi cabello, una vez abajo le saque lustre a mis zapatos con mi pantalón, corrí presuroso a la habitación de mis padres, hurgué por entre todos los cajones, hasta encontrar lo que necesitaba, un perfume. Una vez listo respire hondo, y seguí firme mi camino hacia la puerta, mi mano se acerco a la perilla...pero... sucedió algo muy extraño, sentí que a pesar de que mi mano sujetaba aparentemente la perilla no sentía el contacto con ella, ni tampoco veía que se abriese la puerta. En ese momento me invadió una sensación de pánico; me senté en los peldaños de la escalera, trate de calmarme, pero no pude. Tarde varios minutos en tranquilizarme, minutos que me parecieron horas, y ahora me invadían pensamientos acerca de  aquella hermosa muchacha, a la cual jamás le podré preguntar su nombre ni escuchar su dulce voz. Luego de varios minutos volví a ponerme de pie y me dirigí de nuevo a la puerta sin mayor éxito, pero esta vez paso algo más, sentí un dolor insoportable en mi pierna derecha; fue tanto el dolor, que caí tendido al suelo, soltando sendos alaridos. Esta vez fue alrededor de media hora la que tuvo que transcurrir para volverme a calmar, ya no me puse de pie, sentía demasiado miedo de que algo pasara con mi cuerpo, cuando de pronto... alguien tocó la puerta, no me atreví a ponerme de pie, solo se me ocurrió una cosa; gritar y decir que abra la puerta sea quien sea. Fue tan extraño ver la rapidez y facilidad con la que la puerta se abrió que por un momento pensé que nunca había estado cerrada, pero esa impresión cambio cuando vi a la persona que ingresaba, no podía creerlo... era ella, la hermosa chica con el libro sobre su regazo. Instintivamente y sin dudar le pregunte su nombre, su nombre era Esperanza, se me acercó, me miró tiernamente y me dio un beso en la mejilla, yo cerré los ojos, y cuando los abrí, ella ya no estaba ahí. Miré a todos lados, no era mi casa, todo era blanco, la busqué desesperadamente, pero no la hallé, sentí nuevamente pánico, comencé a gritar pidiendo auxilio, trate de agitar mis brazos, pero no respondían, trate de levantarme, pero fue inútil. De repente entro una mujer que trato de calmarme, me dijo que me tranquilizara, que iba a informar a mis familiares de que ya había despertado. ¿Despertado? Fue lo primero que me intrigo, y le suplique a la mujer que me explique lo que pasaba. Creo que fue demasiado tonta al contarme que yo había sufrido un accidente con mi motocicleta, había perdido ambos brazos y una pierna, y que había estado dormido por casi dos semanas; porque lo que siguió después fueron mis desgarradores gritos, que solo se apaciguaron cuando dos sujetos se acercaron y me introdujeron algo en la sangre, que me hizo dormir.

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