Etica Empresarial

Vivimos en una época managerial, en una sociedad de las organizaciones, en la que la empresa se constituye en el paradigma de las restantes. En este contexto, donde las organizaciones se han transformado en lo principales actores sociales, muchos consideran que el futuro de los hombres y de su bienestar reside no ya en la “sociedad” o en el “Estado”, sino en la misma transformación de las organizaciones, siendo el empresario el sujeto del cambio.

En este marco, para Adela Cortina la ética de las organizaciones se constituye en una herramienta transformadora, un saber práctico capaz de conformar una nueva cultura organizacional y empresarial. Cortina define a la Ética como un “saber para actuar de un modo racional”, el que se diferencia del saber técnico en que este último tiene una finalidad concreta en un momento puntual (fabricar algo o producir un efecto concreto), mientras que el ‘saber’ de la ética está orientado a “actuar racionalmente en el conjunto de la vida, consiguiendo de ella lo más posible, para lo cual es preciso saber ordenar las metas de nuestra vida inteligentemente”)

En cierto punto Cortina parece sostener algo semejante a lo que postula M.T. Brown: la ética se forja como un saber orientado a la toma de decisiones, las que deben ser prudentes y moralmente justas. Pero agrega algo nuevo: si bien esta definición resulta válida tanto para la ética de los individuos como para la ética de las organizaciones, sus fines son distintos. Mientras que la primera se orienta a la búsqueda de felicidad por parte de los individuos, la segunda tiene un fin social, en tanto su objetivo es el de proporcionar bienes a la sociedad, a partir del cual obtiene su propia legitimación.

De este modo Cortina postula a la empresa como parte de la sociedad, por lo que propone una ética de la empresa que asuma los valores de una ética cívica. ¿Y cuáles son estos valores que debe tener como irrenunciables la ética de la empresa? La propia autora los enuncia: estos son “la calidad en los productos y en la gestión, la honradez en el servicio, el mutuo respeto en las relaciones internas y externas a la empresa, la cooperación por la que conjuntamente aspiramos a la calidad, la solidaridad al alza, que consiste en explotar al máximo las propias capacidades de modo que el conjunto de personas pueda beneficiarse de ellas, la creatividad, la iniciativa, el espíritu de riesgo”.

Para Gilles Lipovetsky la ética se constituye como un nuevo nombre, un nuevo ideal que agrupa los espíritus y reanima el corazón de las democracias occidentales desde fines del siglo XX. Se habla de ética no solo en los ambientes académicos, sino también en los medios de comunicación y en diversas instituciones. Se esgrime la ética al hablar de política, ciencia, negocios, drogas, etc.

No obstante ello, la ética de estos tiempos no postula ya al ‘deber’ absoluto de la vieja moral, sino que nos encontramos en la ‘época del posdeber’. En estas nuevas sociedades posmoralistas han desaparecido los deberes, las obligaciones, los sacrificios y abnegaciones vinculados a las grandes tradiciones éticas normativas de occidente. En lugar de eso, el nuevo individualismo en el que nos encontramos postula una “ética débil y mínima”, “sin obligación ni sanciones”. En esta época donde se idealiza el éxito y el placer individuales, la virtud se reconcilia con el propio interés. Es por ello que la ética no solo se vuelve tolerable, sino imprescindible.

Sostiene Lipovetsky: “Cuando se apaga la

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