Etica Unidad 2
Enviado por andycr7 • 4 de Marzo de 2014 • 7.067 Palabras (29 Páginas) • 316 Visitas
Implicaciones éticas de los avances científicos
Esta investigación pretende mostrar las implicaciones éticas en los avances científicos desde distintas perspectivas y analizar las soluciones para este problema. Esta investigación fue llevada a cabo en distintas paginas web que examinaron este problema, consta de el contexto del problema para avanzar y argumentar las soluciones posibles.
Como lo había argumentado Hans Jonas, el crecimiento descomunal del poder tecnológico nos sitúa ahora ante una responsabilidad de dimensión extendida y creciente en la misma medida en que aumenta dicho poder. La responsabilidad humana se vuelto, en verdad, cósmica. Pero no hemos todavía cobrado conciencia plena de este factum histórico que nos compromete con el futuro de la humanidad e incluso de la biosfera en su conjunto. El aumento del poder tecnológico implica un nuevo y distinto grado de responsabilidad, para el cual la tradición ética no nos ha preparado. Los antiguos preceptos de esta tradición son vigentes para el ámbito personal e interpersonal, pero son insuficientes para la esfera global de la acción tecnológica colectiva que se extiende por toda la Tierra y temporalmente hacia el futuro remoto.
Surgen entonces nuevos problemas éticos: a) ¿quiénes deben y mediante qué procedimientos determinar la viabilidad de las innovaciones tecnológicas y establecer los criterios de riesgos razonablemente aceptables?; b) ¿quiénes tiene responsabilidad ante los daños causados por las innovaciones tecnológicas?; c) ¿qué tipo de pruebas son suficientes para determinar que una realización tecnológica es inocua o comporta un riesgo aceptable?; d) ¿cómo deben decidirse las compensaciones y soluciones a los daños ya provocados?
El problema primordial para una ética del mundo tecnológico no reside en la distinción entre buenos y malos usos del poder tecnológico, sino en la ambivalencia intrínseca de sus consecuencias necesarias a gran escala. El problema ético del desarrollo tecnocientífico no sólo está en las malas tecnologías (los armamentos no convencionales, químicos, biológicos y nucleares, y en las tecnologías más “sucias” e ineficientes desde el punto de vista ambiental), sino también en aquellas tecnologías pacíficas y bien intencionadas que a largo plazo pueden provocar daños irreversibles que no se podrían remediar adecuadamente. Como lo ha advertido Jonas, el riesgo que motiva una interrogación ética reside en los éxitos mismos de la tecnología, en su progreso incesante y acelerado, pero también en el hecho de que la tecnociencia se embarca en empresas que apuestan al “todo o nada”, pues comprometen la sustentabilidad de la civilización tecnológica misma. Como Jorge Riechmann señala, “no hay nada tan peligroso como una tecnología a la que no se le permite fracasar”. Las tecnologías que funcionan a una escala reducida pueden ser perfeccionadas en una lógica de ensayo y error, como de hecho ha ocurrido en toda la historia de la técnica. Pero los complejos sistemas tecnológicos globales de nuestro tiempo han incrementado los riesgos, pues un fracaso grave puede implicar un verdadero desastre que no sería posible remediar fácilmente con los medios tecnológicos de los que se disponen. La radiactividad y la liberación al ambiente de organismos genéticamente modificados podrían ser dos casos que ilustren este riesgo mayor. Así pues, una tecnología que se encadena éxito tras éxito en una línea irreversible, y cuyo error o fracaso significaría una catástrofe, nos expone a un peligro que se acrecienta en la medida en que se diversifican y se hacen más complejos los sistemas tecnológicos.
En suma, el creciente y expansivo poder tecnológico ha convertido en objeto de responsabilidad colectiva a la naturaleza terrestre y, en particular, al futuro mismo de la naturaleza humana. La conciencia extendida de esta nueva situación no habría sido posible, en gran medida, sin los diagnósticos como los que hicieron los anunciadores del riesgo mayor.
Como una conclusión provisional del análisis que hemos efectuado de los diagnósticos de los anunciadores, se puede plantear una hipótesis para una investigación futura. Es necesario reintentar la formulación de principios éticos universales, pero no sobre la base de una concepción moral sustancial o una deontología abstracta, sino reconociendo y respetando la pluralidad histórico-cultural de concepciones y prácticas morales habidas hasta ahora. Y ello es posible si se aprovechan las características sistémicas y de alcances extendidos de las acciones en el mundo tecnológico. Por primera vez en la historia, las culturas coexisten en un mundo interconectado, tanto por las telecomunicaciones, el comercio, la política, como por los problemas ambientales, los desastres naturales o sociales. Los rasgos negativos que los críticos del mundo tecnológico identificaron, tales como la fragmentación de la vida social, el declive de la razón dialógica, el aplanamiento temporal de la experiencia mundana, etc., pueden ser revertidos pues las redes materiales de interconexión del mundo tecnológico; la misma uniformidad de la vida social contiene la potencialidad para soportar un conjunto de valores universales que posean eficacia práctica, en vistas de los objetivos cruciales de preservación y de reducción de riesgos tecnológicos. Tales valores universales (precaución, responsabilidad, justicia, autonomía individual y social, preservación, conservación, remediación, deliberación pública y democrática) no tienen por qué ser contrarios a la diversidad social y cultural ni amenazar a las comunidades tradicionales.
Los anunciadores comenzaron a trazar esa ruta al poner en práctica una razón que da razón acerca de las consecuencias de un poder tecnocientífico incontrolado en el mundo contemporáneo. Para la razón ética que puede desplegarse a partir de la conciencia del peligro mayor, no pueden prevalecer ya sólo los valores técnicopragmáticos, económicos, políticos y militares, el beneficio inmediato y el derroche, la actitud antropocéntrica, la irresponsabilidad con respecto a las acciones humanas en el mundo entero. Hace falta, por tanto, contraponer a la racionalidad tecnocientífica valores ético-políticos para reorientar y someter a un examen público aquellas tecnociencias que posean riesgos potenciales sobre la naturaleza y la vida humana. Los debates y las controversias sobre los efectos de las innovaciones tecnológicas se agudizarán en los próximos años en campos como la tecnomedicina, la ingeniería genética y la biotecnología, las tecnofísicas y tecnoquímicas (la nanotecnología, principalmente), el uso de la energía nuclear y la búsqueda de formas de energía renovable, las tecnociencias sociales (propaganda, ciencias cognitivas,
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