FRENTE A LA NUEVA MISANTROPÍA

FRENTE A LA NUEVA MISANTROPÍA^[1]

La gran pregunta hoy no es sí los seres humanos sobrevivirán al siglo XXI, más bien sí nuestra fe en la humanidad sobrevivirá.

Las discusiones acerca del futuro tienden a centrarse cada vez más en sí los seres humanos sobrevivirán. Según el autor James Lovelock, «antes de que el siglo termine miles de millones moriremos y las descendencias que sobrevivan emigrarán al Ártico donde el cima permanecerá habitable.

Son cada vez más los libros que predicen que habrá una catástrofe mundial inevitable; el libro de Kunstler advierte que este tiempo es más oscuro que en 1938, en la víspera de la II Guerra Mundial. Hay historias alarmantes en los medios de comunicación acerca de una extinción masiva en un futuro cercano y de ciudades sumergidas por la elevación de los océanos como consecuencia del cambio climático.

Hoy no sólo tenemos los 4 jinetes del apocalipsis, sino un ejército de profetas del desastre. Esta es como una versión mundana del libro de las revelaciones de San Juan, excepto que es aún peor, aparentemente no hay futuro para la humanidad después de este presagiado apocalipsis. Al parecer los seres humanos en vez de ser redimidos, desaparecerán sin dejar rastros.

Las inquietudes acerca de la sobrevivencia humana son tan antiguas como la historia de la humanidad. A través de catástrofes tales como el Diluvio o Sodoma y Gomorra, la imaginación religiosa ha fantaseado acerca del fin del mundo. En forma reciente, las ideas apocalípticas una vez arraigadas en la magia y la teología han sido refundidas como declaraciones supuestamente científicas acerca de la irresponsabilidad y destructividad humana. Hoy el futuro de la humanidad se dice que está amenazado por el consumo humano, el desarrollo tecnológico o por «jugar a ser Dios». Y en vez del pecado original que lleva a la caída del hombre, tenemos temor a la degradación aparentemente malévola de la naturaleza de la especie humana.

Hoy los diferentes escenarios del día del juicio final, ya sea un error del milenio, agotamiento de las reservas de petróleo, calentamiento global, gripe aviar o la destrucción de la biodiversidad destacan la culpabilidad humana. Su hipótesis es que la especie humana es especialmente destructiva y de una moral quebrantada. La actividad humana es continuamente culpable de la amenaza existente de la tierra. Historias de miedo acerca de la magnitud de destrucción humana aparecen en los medios de comunicación y que son promovidos por los grupos defensores y políticos. Por ejemplo, se afirmó recientemente que la actividad humana ha reducido el número de aves y especies de peces en un 35% en los últimos 30 años. Nuestro compromiso con la naturaleza es asiduamente descrito como un «ecocidio^[2]», destrucción descuidada y deliberada del medio ambiente. En resumen se debate que la humanidad en la tentativa de domesticar la naturaleza es similar a un genocidio o el holocausto.

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